La dieta (no nos hacemos caso)


Mirad, qué curioso:

El trabajo estaba lleno de meriendas y ágapes. Aunque,... igual debería empezar esta historia por el principio. En tal caso.. se titularía... "ERRORES".




Esta mañana salí para la oficina y un Mini Cooper me adelantó de mala manera en una calle importante de la ciudad. Era muy temprano y yo sigo algo convaleciente. Enfadada, adelante al Mini Cooper y como tenía un obstáculo, hice lo que me hacen a mí, que yo jamás haría, que es volver al carril y situarme entre dos coches que van despacio porque están guardando distancia de seguridad. Es decir, lo que yo hago. 

Lo gracioso fue, que mientras aceleraba, me pregunté a mi misma:

"¿¡Pero qué haces, qué haces?!"

Me puse de nuevo en el carril izquierdo y seguí preguntándome... qué puñetas había pasado. Yo no hago esas cosas. En fin, estaba allí, viendo como otra parte del cerebro las hacía. Total, ¿para qué? o mejor dicho, ¿por qué? ¿Por que un Mini Cooper me adelantó de malos modos? Había hecho lo mismo que él a mí, para luego frenar y seguir tan tranquila. Al volante, creo que nos volvemos todos un poco idiotas. 

A continuación, otro obstáculo obligaba a cambiar de carril. Y aquí viene lo curioso. El coche que iba delante lo hizo y yo -tras mirar, cosa que siempre hago-, también lo hice pero entonces me pitaron. "¿Cómo?" Miré por el retrovisor. Vi un coche negro con un intermitente. La pregunta es: ¿de dónde vino ese coche?

Los siguientes 4 kilómetros... le pregunté a esa otra parte de mi cerebro qué puñetas había pasado. No por hacerlo mal o no. Sino.. porque una cosa es hacer algo mal y entenderlo, y otra confiar en una parte del cerebro que acaba de fallarme. No podía soportar la incertidumbre de saber si yo no había mirado bien o ese coche con ese intermitente... era señal de otra cosa. ¿Quizá inició la maniobra desde atrás y antes que yo? Bueno, justo mientras pensaba eso, el audio que llevaba de Youtube hablaba de "preocuparse". Decía, ¿qué es preocuparse? Es lo anterior a ocuparse. Y yo pensé: "Mira, así estás atenta el doble"

Y entonces entendí que del error, se aprendía.

Al llegar al trabajo un compañero mío (que ni se ha dado cuenta hoy) dejó sin hacer una gestión que decidí resolver, y sólo otro compañero lo sabe.

-¿Y por qué no lo dices?-me preguntó.

Yo tengo confianza con este compi y le contesté: "¿qué diga qué? ¡Qué son unos cenutrios y no lo han hecho! jajajajajaj ¡JAJAJAJAJAJ!"

Mi compi se echó a reír. Pero entonces yo me di cuenta de algo. "¿Por qué no digo nada ante el error de otro?"

Fácil. Porque igual que respondo ante los errores de otros, respondo ante los míos.

Es decir, no los llevo nada bien. Soy una cenutria que cambia de carril y le pitan.

Una vez, hace mucho tiempo, un amigo nos llevaba en coche a otra amiga y a mí. Íbamos por carretera (yo entonces no conducía) y al pasar una salida de la comarcal, se dio cuenta de que tenía que tomarla y dio un volantazo tan brusco que casi nos llevamos por delante los bidones estos que sirven para separar los desvíos en las autopistas. 

Mi amiga y yo, de tan perplejas que nos quedamos, no reaccionamos. No protestamos. Simplemente... vimos el peligro. Fueron tres segundos absurdos de esos que cuando ves en la tele desde el helicóptero de tráfico piensas: "halaaa, animaaal!!!". Pero ni eso. No había palabras en ese momento. Digamos que toda la parte racional de nuestro cerebro la silenció dejando solo la percepción más pura del movimiento.

El coche se quedó en silencio durante otros cinco segundos más. Tras los cuales, mi amigo se giró, nos vio las caras y dijo:

-Bueno, yo... ya sabéis, prefiero darme un buen tortazo a llegar tres segundos tarde.

Era sábado. Y no íbamos a ningún lado.
Nos echamos a reír.

Mi amigo es tradicional, buen conductor, lento incluso, ... todo lo que se os ocurra. Simplemente, tomó el desvío de manera impulsiva. Cosa que es super-rara en él. Pero fijaos que en vez de "lo siento", "ay, qué imbécil soy", "madre mía, soy lo peor"... se lo tomó con humor.  Eso ante el error.

Observo en el trabajo a compañeros, y hay más de uno que se lo toma así.

Y empiezo a pensar que es una manera buenísima de tomárselo. Todos cometemos errores. 

Durante el desayuno vi la entrada de ayer con tildes donde no deben (cosa que me horrorizó, no vuelvo a escribir mientras hago tres cosas a la vez) y de nuevo pensé que el día tenía como enseñanza, aprender a tolerar pequeños errores. Esa es la primera parte de la entrada.

La segunda es lo que me ha pasado con la comida.

Todo el trabajo estaba repleto de meriendas, ágapes, chuches... Por todas partes. Pero... el sábado yo me puse malísima de algo del estómago o del intestino. Para empezar, tiene gracia, que tardé bastante en identificar la fiebre. Porque como no entendía fiebre si tos... pues.. jajajaj! Eso lo primero, es toda una lección. Casi 39 de fiebre pero como no toso.. pues me digo que son náuseas o escalofríos o hipersensibilidad.

En segundo lugar, el viernes bebí mucha agua pero tenía un sabor raro en la boca y me daba la sensación de que no la estaba bebiendo. Lo que es extraño (fue justo antes de ponerme malísima). Venga a beber, venga a beber... Es curioso, la pelí que vimos iba sobre un manantial de agua, que si lo bebías te condecía deseos pero los deseos te acababan matando... o casi.

Bueno, a raíz -ya el lunes-, de descubrir dónde estaba el problema, me leí una página web. Fui a comprar lo que decía la página web. Cené lo que escribía dicha página y me puse tres veces peor. ¡Jajajaj! De verdad, cuánto saben nuestras madres y abuelas y que poco sabemos nosotros.... Resulta que la página te recomendaba qué comer cuando estás sano. No qué comer cuando estás delicada.

Al día siguiente decidí cortar por lo sano.

-Te vas a enterar, cuerpo -me dije mirándome al espejo-. Esto lo soluciono yo con un poco de agua de arroz hervida.

Que por cierto, era un remedio de mi abuela. 

Mano de santo, que suelen decir.

A lo que iba es que, normalmente, cuando hay chuches y ágapes y merienda y mil cosas, tu pasas por la mesa de al lado y piensas: "¿cómo me puedo abalanzar sin que se note demasiado... no vaya a ser que se acabeeeee!!!!!????"

No lo piensas, pero el instinto de tigre hambriento de la selva, te sale. 

Heme aquí toda sorprendida cuando me ofrecen todas esas chuches y yo respondo:

-No.

"¿No?" repiten.

-Pues no, de verdad -contesto-, no me apetecen nada.

-Pero toma un poco de algo....

Miro la mesa y sí... es todo eso que normalmente saltas sobre ello. ¿Por qué lo miro como quien mira una maceta? Qué cosa más rara. Una parte de mi mente lo ve y piensa: "¡rico, valioso!" y la otra lo ve y me dice: es que no lo quiero. Y además, no es sano. No me apetece.

Y es cierto, paso al lado de toda la comida sin desear nada. Ni café, ni chuches, ni hummus, ni patatas, ni empanadillas, ni aceitunas... Nada.

Llego a casa, y pienso: "bueno, esta es la mía, ¡¡ahora asalto la nevera!!"

Y oh, sí, la asalto. Pero cuando miro el plato contiene arroz hervido con un poquito de perejil y aceite, y al lado unos canónigos.

"¿Sabes una cosa?" me digo mentalmente, "tienes un concepto raro de lo que es darte un atracón".

Y de todo lo que había en el plato (admito que para que no se estropease, tomé un trocito de salmón del que me sentó tan mal dos días antes), lo más aceptado por mi cuerpo era el arroz blanco e insípido. Siempre me olvido de echarle sal a las cosas.

Y cuando acabé pensé: "pues ahora me como otro trozo de pan...."

Me levanté decidida para ir a cogerlo y....... Y no. 

¿¿??

Ni dos pasos, di, y cambié de idea.

(ya está bien así)

Mi otro yo conduce como un loco y come verduras y arroz blanco.

¡Jajajaj!
Genial...

Hoy ya estoy mucho mejor pero me pregunto... si el cuerpo no nos dice muy a menudo lo que necesitamos y lo que no. No puede ser casualidad que, de todo lo que tengo en la nevera, me parezca rico el arroz insípido. Entonces, el resto del año, ¿lo que como es bueno para mí? ¿o no?

Por último y para terminar esta entrada. Hace dos días soñé con la India. Con una estación de tren. No recuerdo quién era yo (de hecho, creo que era un chico), ni lo que hacía. Pero por la noche vi un lugar parecido a aquel con el que soñé. Pero era Kuala Lumpur. Y eso no es la India, es... Malasia.

En el sueño había una estación de tren, unas flores naranjas y unas tiendas. Creo que algún familiar trabajaba en esas tiendas, pero no sé qué hacía yo allí. Hablaba con otros personajes. Pero ni idea.

Eso sí, he dormido muy bien.

Saludos!!

0 comentarios:

Publicar un comentario

 

 

 

Creative Commons License
contador de visitas para blogger por paises