Diario de una escritora.
Voy a escribir mi día de hoy y así, lo ordeno.
Me levanté algo tarde, para lo que es mi costumbre. Pasé un buen rato leyendo noticias breves en Internet. Luego escribí una entrada para el blog (o quizá fue ayer), aunque menos de 24 horas han pasado.
De ahí, me fui al gimnasio. Sabéis que sigo enfadada por lo del editor.
Realicé un entrenamiento de elíptica poniendo la máquina en el nivel más alto. Lo extraño es que llegué a las 161 pulsaciones por minuto, cuando en 147 normalmente me salta una alerta mental, de sobre-esfuerzo. O bien esa alarma no había saltado o yo la había pasado por alto. Así que continué hasta que la lógica me hizo aflojar el ritmo. De verdad, en 150 pulsaciones triplico mi ritmo cardíaco de reposo; si el medidor no se confundía es que yo estaba "desensibilizada". Y eso no es bueno. Al terminar, fui a las máquinas de pesas y de ahí, a la cinta. Jamás corro en el gimnasio, no sé cómo va esa máquina. Sí que suelo andar. Sin embargo, en algún punto pasé de andar deprisa a la carrera. Y lo debí hacer con torpeza pues un señor se acercó con clara intención de hablarme. Pero como yo tenía mis cascos y mi música, no le di la oportunidad.
De pequeña yo jugaba al baloncesto, era alero izquierdo, recordé mientras corría. Y antes, jugaba mucho al fútbol. Y antes, durante y después, corría, solo porque podía hacerlo. Y eso es lo que necesitaba y quería esta mañana: correr.
A los cinco minutos estaba corriendo en el gimnasio. Por primera vez.
Tenía la sensación olvidada. Correr porque sí. Y junto con ese recuerdo me llegó el abecedario de signos que también aprendí de niña. Así que de repente, corriendo, visualicé ese tiempo en el que mis amigas y yo hablábamos lenguaje de signos. Palabras enteras, frases enteras. Sin un solo sonido.
No es el lenguaje "oficial", porque más tarde lo busqué y el abecedario que a nosotros nos enseñaron con menos de seis años era algún tipo de código para que nos fuera más sencillo recordar las letras. Sin embargo, algunas coinciden. Hablábamos de una esquina a otra de la clase, con signos.
Mi primer novio, en la universidad, también lo usaba. Ni siquiera me acordaba de eso.
De la cinta, cuando me cansé de correr, pasé al saco de boxeo.
Tengo que decir que el día era "extraño". Lo normal es hacer media hora de ejercicio, o quizá una clase. Allí, junto a los sacos, había otra chica más. "Mejor" pensé "así no estoy yo sola".
El primer golpe al saco fue... de prueba. El segundo fue con ganas. El tercero y el cuarto fueron sin razón aparente. Y entonces sí, saltó mi alarma interna. Y contesté: "A la ***...!" Le di de nuevo al saco.
-"Aaayyyyy!".
Y me miré los nudillos. Un golpe más y tendría heridas y la piel levantada.
Me acerqué al mostrador.
-Disculpa, sé que me vas a decir que no pero... ¿no tendrás unos guantes, verdad?
-Los tengo, espera... ¿Te valen estos?
-Creo que sí.
Media hora después el saco de boxeo había recibido una descomunal paliza. Y del mismo modo que recordé el lenguaje de signos, de pronto me di cuenta de que le estaba arreando los golpes más fuertes con la izquierda. Tiene su gracia. He hecho boxeo en clase, pero no le damos al saco, sólo marcamos el golpe en el aire. Así que cuando te ponen un saco delante la cosa cambia, primero le das siguiendo un poco lo que has aprendido, pero cuando simplemente le das y sigues el saco, resulta que acabarás haciendo lo que en clase llaman "combo", y con una mano vas a lanzar el golpe más fuerte.
Siempre hacía el combo con la izquierda. Una vez y otra y otra... Al darme cuenta intenté cambiar la guardia. No sirvió.
Y vaya si le di con ganas. Con el pie soy zurda, eso no cabe duda, pero.. ¿de mano? Me decían que de bebé usaba más la izquierda, pero que intentaron corregir esa costumbre. Con el pie no hay duda, porque nunca jamás golpeo un balón con la derecha. No, al menos, si quiero que vaya en la dirección en la que deseo.
¿Y al lanzar al baloncesto? La izquierda es el apoyo del balón, pero lanzo con la derecha. Aunque ahora que caigo, la izquierda lo sujeta. Tampoco importa, el equipo se disolvió cuando una de mis amigas se dislocó un hombro.
"Así que conozco el lenguaje de signos... y soy zurda en el boxeo" pensé. "Interesante". Esta mañana al despertar no lo era. ¿Os imagináis levantaros un día y descubrir que... no sé, habláis chino?
Alguno dirá, ¿y no te habías dado cuenta?
No.
Ciertos esquemas mentales que funcionan, impiden que te des cuenta de muchas cosas.
Regresé a casa, y me llegó un sms.
"Mañana eliges tú. Dime a qué hora quieres quedar y qué te apetece hacer"
Tras darle mil vueltas a "qué me apetece hacer", me di cuenta de que no tenía la menor idea. Bueno, sí, quiero patatas fritas y cotillear la casa de un actor. Pero más allá de eso...
Por la tarde, un amigo me preguntó si me apetecía ir a una cafetería nueva. Es un amigo fotógrafo. El único fotógrafo capaz de enfocarme con un objetivo gigante y que yo le mire con la misma expresión con la que le miraría si no tuviera una cámara en las manos. No sé cómo lo hace. Transmite tranquilidad.
-Me resulta raro haberte pillado sin plan... -me dijo, en la cafetería-, no sé, normalmente, tienes muchos...
Me eché a reír.
-¿Sabes por qué? Por el actor...
Me miró interesado y le expliqué:
-No puedo establecer una agenda, cuando lo último que dijo fue que no me iba a decir el día de la siguiente cita. Así que en vez de llenar mis horas, he decidido improvisar.
Lo que no es que sea nuevo, sino novísimo.
-Y lo más raro -proseguí-, es que tanto ayer como hoy me han salido planes no planeados. No tengo horarios, no voy con prisa a los sitios... me he olvidado del trabajo de una manera increíble. Es la primera vez en mil años que no tengo en la cabeza un "debería de...", "tengo que...", "debo irme a...".
No hay nada de eso.
Hablamos un buen rato. Le vi fenomenal. Tranquilo, enamorado, sereno. Tanto es así que llegué a pensar que me había perdido algo.
-Un ascenso -me dijo-, soy jefe en el trabajo... después de tantos años.
Sí, algo ha cambiado. Me dio envidia, pero esto no se lo dije. Yo envidio mucho la "presencia" de otras personas, a veces. Es un "qué se yo" difícil de precisar. Normalmente, suele ser la calma de los demás.
Subimos a su casa (también por cotillear) y vi que tenía su bajo en el suelo del salón. Era un instrumento de color negro, con menos cuerdas que la guitarra. No sé por qué, me llamó la atención y le mandé una foto a mi amigo músico. "Jo, qué guapo" fue su respuesta. Y luego añadió: "es el mismo que le regalé yo a....".
-Qué curioso -le dije al fotógrafo-, tienes el mismo bajo que XX.
-¿Ah, sí?
Nos despedimos al poco rato y caminando calle arriba topé con una algarabía tremenda y un desfile de Reyes. Eso me descolocó muchísimo.
"Vamos a ver, ¿qué día es hoy? ¿No es 4 de enero? ¿Por qué hay carrozas?"
Una cosa es perder un poco el norte y otra tropezar con los reyes magos, antes de la fecha. Tuve la desagradable sensación de descontrol sobre el calendario.
Entonces caí en la cuenta. Es mi primer 4 de enero en Madrid.
"Claro, si es que nunca he estado aquí en esta fecha".
Sorteé los caramelos y a la gente. Las tiendas estaban abarrotadas. En un momento dado, pedí permiso a un vigilante de una carroza de piratas para cruzar al otro lado de la calle. Quería ver dos tiendas. Me dijo que podía pasar sin problema. En la primera tienda, no encontré nada más que el convencimiento de que no tenían ropa de mi gusto. En la segunda, por pura casualidad, encontré una camiseta azul que nada más verla, me dije: "Es mía". A veces, con alguna ropa, es como si ya la tuvieras y simplemente la encuentras. Pero eres capaz de visualizarla en tu armario muy fácilmente. Es como que la compras "hacia atrás". En realidad ya es tuya, simplemente, descubres dónde la compraste.
La siguiente era una tienda de chinos. Adoro los jersey con brillo. Y encontré lo que buscaba. Levanté un jersey azul pero me dio una corazonada tan fuerte con el de color mostaza, que también me lo llevé. Antes de hacerlo le pregunté a mi yo interior: "¿el mostaza? ¿para qué? Si yo no visto de color mostaza". Y mi "yo interior" me contestó algo sin palabras, que si traducimos podría ser... algo así como el convencimiento absoluto de que ese jersey era mío y de que lo iba a llevar en el futuro.
Claro, eso es una profecía autocumplida, supongo. Pero suelo hacer caso a ese tipo de premoniciones. Más que nada, porque también supe qué novela de Espasa iba a ser publicada sólo con el número de registro.
¿Locura? Quién sabe... muchos cuatros y muchos sietes.
La siguiente tienda era una frutería donde fui testigo de un conflicto entre el amable tendero y unos clientes. Observé, sin más.
Me di cuenta de nuevo de que hasta el hombre más amable, se defiende si siente que le atacan. Y que su estado de ánimo no es estanco. Me vino a la mente el Muso, a saber por qué... Quizá porque lo aprendí con él. Aunque no recuerdo que jamás haya nombrado esa lección en particular o específicamente. Pero como él habla con mi "yo interior" (sin que mi "yo habitual" se entere, jajajaj...)
La última tienda a visitar, era una zapatería. Ya tenía "fichadas" unas botas. De hecho, tres pares de botas. Lo que no esperaba era la cola de quince personas que abarrotaban el mostrador.
"¿Pero que pasa aquí?"
rebajas.
Detrás del mostrador había dos chicas. Una, curraba "a destajo". La otra solo observaba y se reía, como diciendo: "Cielos, se han vuelto todos locos, hay mucha gente".
-¿Para preguntar por número, espero?
Lo dije en voz alta tras observar unos instantes el tremendo jaleo de la tienda y la chica más despreocupada contestó: "¡Toda la cola!¡Esperan todos para números y para pagar!"
Algo en ese sistema era evidentemente ineficaz, pero no lo dije. No había orden, y sólo trabajaba una.
"¿Por qué sigue parada?" me pregunté observándola.
Veréis, yo trabajo en un entorno que forma colas, a veces. Por eso entendía a la joven que no daba a basto para cobrar y ayudar a clientes. Algo me dijo: fíjate en la actitud de la segunda. También la entendía a ella. Estaba "alucinando" del espectáculo consumista.
"Pero está parada", me repetí.
¿Qué imagen da?
"Mala imagen. Aquí hay una ineficacia terrible".
Yo no tenía prisa, me daba todo igual. De repente, la que trabajaba, dijo:
-Por favor, ¡formen una sola cola! A este lado, para pagar, y a este otro, para preguntar por números.
"Ahora sí" pensé.
Por fin.
-¡Yo soy la última para preguntar por números!
Me entró la risa (pero no me reí) al ver como muchos se ponían detrás mío. ¿Cómo somos tan ineficaces los humanos algunas veces?
Pensaba en la ineficacia. Pensaba en la chica inmóvil y en la otra. Al llegar a la caja, le dije a la más joven: "Hoy no te aburres, ¿verdad?".
La chica joven de uñas azul eléctrico y larga melena morena, me contestó:
-¡Quiero irme a mi casa!
No me lo dijo enteramente a mí. También se lo estaba diciendo a sí misma.
Me pregunté por un instante cómo podía ayudarla, pero no podía. ¿Acaso a mí me pueden ayudar cuando intento darme tanta prisa? No.
No sé porqué... me parece que ahí había una enseñanza. (**)
Al pagar mis botas, cosa que me costó casi media hora de indecisión, resulta que me cobraron sólo la mitad del precio que creía rebajado.
-¿Seguro que no os habéis equivocado? -pregunté.
-No -me contestó la chica-, falta la etiqueta del 50%.
La tienda no podía cerrar, había cola y eran las diez de la noche.
Y yo tenía unas nuevas botas más altas que la rodilla, por la mitad de la mitad del precio esperado.
Salí muy contenta.
Al llegar a casa no medité. Tampoco leí. Tras una cena muy rica terminé de organizar unas cosas y cuando me senté en el sofá del salón y presté atención a la tele vi que echaban: Los Fantasmas de mis Ex-novias.
Me dio la risa.
Mucho.
En serio, el universo nos habla. Os lo prometo. Hay una relación extraña entre nosotros y lo que nos llega. Es imposible que yo comparase al actor con el prota de esta pelí y que tres días después, la echen.
No me gusta la comedia romántica y -sin embargo-, esta la he visto tres veces. ¿Por qué? Debe de ser el homenaje a Dickens. Porque si no, no lo entiendo. Sí he leído Cuento de Navidad y me gustó mucho.
Con el tercer fantasma, el hermano del prota se va haciendo mayor y viejo, y sentada en el sofá pensé: "Esto no quiero verlo, no quiero ver lo de la Muerte".
Y el grifo del baño se abrió solo.
"Ya empezamos...".
No me levanté del sofá. Si tuviera aquel cuadro que se caía de la pared, se habría estrellado contra el suelo en ese momento. Lo sé. Del mismo modo, el grifo se ha abierto de nuevo cuando yo he escrito la palabra enseñanza un par de párrafos más arriba (lo he marcado con asteriscos).
Me diréis que es casualidad.
Sí, yo también lo creía... En cierto modo lo es. Es tan casual como ir a un curso de meditación y que los siete asistentes que nada tienen en común, trabajen todos en seguros.
En realidad es algo que puede ocurrir... y ocurre. Sólo que cuando eres uno de esos siete y el profe dice: "hace tres meses todos los que vinieron eran psicólogos"... No sé, resulta un poco raro, ¿no?
O lo del tren y el actor.
Pero en realidad no importa. A no ser que alguien sepa porqué ocurren las casualidades, cosa que dudo, no obtendré explicación alguna sobre ellas. Sólo silencio.
FELIZ DÍA DE REYES.
(Sospecho que el café de la cafetería estaba muy cargado porque son .. ¡las tres de la madrugada!)
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