La enseñanza

Creo que hoy es un día estupendo para aprender cosas. Y os quiero contar (por si el karma existe de verdad) lo que me pasó ayer:
A veces, juego a esquivar a la gente por la calle. Preveo las cosas, igual que en el tráfico, con mucha antelación. Los conductores me parecen muy cortoplazistas. Si echas un ojo a la carretera y los obstáculos que hay a 200 metros, ¡te darás cuenta de por qué yo me he cambiado de carril! En vez de eso, adelantan furiosos, y luego frenan y esperan. Sin embargo, son, en general, más rápidos que yo reaccionando. 
Cuando juego por la calle a tocar nada, ni a nadie, uso más la mano izquierda que la derecha (consiste en no acercarla a nada ni nadie más que esa distancia extraña en la que no tocas, pero sientes) . Se trata de buscar los huecos sintiendo lo que va a hacer la gente a continuación, lo que te obliga a fijarte mucho en la gente. De por sí, el juego es divertido. Solo hay que tener cuidado con los enfados. Me explico, las personas a veces andamos como zombis. "Ahora me paro en medio de unas escaleras..." "Ahora voy mirando el móvil y no veo con quien me choco..." Etc. Etc. 
La clave de este juego es no detenerse y no chocar. Pero si te cansas... Te enfadas.
Ayer volvía yo de la biblioteca con tres películas nuevas. Había pasado antes por una librería donde conseguí un libro maravilloso. Os hablaré de él. Solo lo he empezado. 
En mi calle la acera se estrecha mucho en ciertas zonas. Y yo arrastraba un carrito, una bolsa de 6 kilos en otra mano y más cargas. Hacía un buen rato que había dejado de jugar a mi juego pero supe nada más verla que aquella mujer y su móvil me iban a molestar. Y efectivamente, nuestro punto de encuentro era donde se estrecha a la acera. 
Y me paré. 
He aprendido que cuando las presencias de otros me estorban o molestan, tengo que pararme. Los motivos son dos, primero, la moto aquella que salió de la vía sin mirar y me pidió disculpas, sin darse cuenta del volantazo que me había obligado a hacer (y el motivo no era el volantazo, sino mi cabreo descomunal previo pues me parecía que la gente estaba conduciendo mirándose su puñetero ombligo y sin prestar atención a la vía). Segundo... Ellos no tienen la culpa. Me explico, responsables son, sí. Pero tienen derecho legítimo a ir mirando el móvil y dándose con las paredes si eso les hace felices. 
Así que respiré hondo y me paré, tal cual. 
Y lidié con mi ombligo. 
"Sí... Sí, lo sé, va despistada. Sí, está hablando mal de alguien o algo que le molesta. Sí, vale... Sí, tenemos prisa. Pero es mejor que te pares y dejes que se vaya lejos..." 
La señora avanzaba como una tortuga y yo iba muy cargada. Otro ser humano nos adelantó saliendo a la carretera. 
Noté que mi ombligo se enoja a aún más. 
" No si encima ira a mi portal... "
Mi ombligo me respondió que sí. 
Jajajja! Justo!!!! 
Aaaaarrgghhh. 
De nuevo respiré hondo. 
"Da igual. Me paro y espero... Venga, ya hay suficiente distancia". 
Y aquí viene la enseñanza. Yo iba muy, muy cargada. La señora llegó al portal, tuvo que colgar su teléfono y dejar de despotricar en rumano contra lo que le habían dicho o hecho (quizá era ruso, lo siento, soy muy ignorante de estas lenguas). Enfadada, lo guardó en el bolso y abrió la puerta del portal. 
Y yo, que iba detrás, pude pasar cómodamente, mientras la sujetaba. No se la veía muy feliz, ni respondió al "buenas tardes" muy alegre. Quizá le había pasado algo malo, yo espero que no. Pero la moraleja es que esa señora que tanto me molestaba antes... Ahora era un ser que me evitaba un buen moratón al tener que sujetar la puerta (que pesada, es un rato) con ambas manos cargadas.

O sea, que el que te molesta al salir del metro puede salvarte la vida seis días después.
Otra curiosidad más del mundo de los seres humanos.
Buen jueves!!!!! 

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