La extraña noche de fiesta...

- ¡¡Nos vamos de fiesta, Nelly!!

Nos juntamos tres viejas amigas, y la noche comenzó con mucho enfado. Me lo dijo alguien: "Nelly, estás enfadada". Me costó tres paradas de metro darme cuenta. "¡Sí, sí que lo estoy!"

Por motivos que no es importante reseñar aquí. 

Llegaron mis amigas. "¡Te tengo que contar!" "¡Yo también!" "¡y yo!". 

- Es que... -comencé yo.

Tuve que reconocer que mi tono de voz sonaba.... de lo más quejumbroso. "¡Es que son todos iguales!" Luego habló otra de mis amigas mostrando su aquiescencia; entramos en un restaurante y seguimos hablando y hablando más. Y más. "Qué curioso que sean circunstancias tan parecidas" pensé. En un momento dado, de fondo, empezó a sonar una canción. 

Seguí hablando y protestando pero algo cambió de repente. Y las miré a ellas y me pareció que... el cambio era común. Persistí en ignorar lo que estaba sintiendo con aquella canción desconocida mientras criticaba hasta que ya, en un movimiento de melodía similar a una ola, dejé de lado mis quejas y busqué mi móvil:

- ¿Alguien sabe lo que está sonando? Es que es...

Tan increíblemente hermosa sonaba la canción que se abrió camino entre nuestra marea de quejas, y vi que mis dos amigas sonreían:

- ¡¡A mí me encanta también!! -dijo una de ellas.



Cuesta explicar cómo cambió la energía del ambiente en un momento. Seguimos quejándonos pero nos reíamos. Ya no era igual. Ya era como un "nos alegramos de estar aquí quejándonos de ellos". Y todas buscamos la canción en el móvil:

- Se llama "Rayo de Luz" -dijo una amiga.

- ¡No, es ... el poder del amor! -dijo la otra-. Yo la escuchaba mucho.

Venga a buscar y buscar.

- Es Madonna.

- ¿¿Es Madonna?? -repetí yo. Jamás había oído esa canción-. Sí, la voz... vaya.

- No es "rayo de luz" -dijo una de ellas-, es El poder del adiós.

Levanté la mirada.

- ¿El poder del adiós? -repetí-, ¿en serio?

Cuando la encontré en Youtube me hizo gracia: "Your hearth is not open, so I must go..."

Llevábamos casi una hora quejándonos de ellos, enfadadas con ellos, decididas a pasar de ellos. Y la canción empieza por "tu corazón está cerrado". Miré la pantalla del móvil como si fuera...algo que no es. Como si fuera una señal.

La escuché entera una vez más mientras hacía la cola del servicio de mujeres. Los hombres no saben la cantidad de tiempo que ahorran por no tener que ir a los baños de chicas. Es una barbaridad.

Luego salimos y nos dirigimos a la fiesta. Todavía teníamos la canción en la pantalla del teléfono.

("Esto va a ser una obsesión") pensé. A veces me da por escuchar una canción y puedo ponerla como setenta veces seguidas. Pinto con ella, escribo con ella, la escucho una y otra vez. Luego se me pasa. Hay un libro de Conny Willies que estudia el inicio de las modas. Sería interesante ver lo que "se pone de moda para mi cerebro", cómo, cuándo y por qué.  

Una mujer saltaba descalza en el escenario. Pero no nos llamó mucho la atención. 

- ¿Queréis bajar hasta el parque?

- ¡Vale!

Caminar por la ciudad en la que vivo es muy curioso. Sobre todo cuando la conoces. A la altura del acueducto de Bailén (escoltado por muros transparentes para evitar los saltos) miré hacia la derecha. Algo me hizo mirar hacia la derecha. Y toqué la mampara.

(...

"Es la altura" pensé. Pero pensé en ella como si fuera una vieja amiga. 

Mis amigas se quedaron paradas. Una chica, con un pelo larguísimo, muy, muy largo, cruzó por delante nuestro y se dio (al parecer, yo esto no lo vi, yo solo vi como se recuperaba del golpe) contra el cristal. Cuando yo la miré estaba quitándose el pelo de delante de la cara. Le llegaba casi por la cintura y le cubría todo el rostro. Parecía una sombra.

Mis amigas estaba perplejas y paralizadas. Una me lanzó una mirada significativa.

- ¿Qué? -le pregunté por lo bajo.

- ¿Lo has visto? -me preguntó-, ¡lo ha hecho a posta!

(¿Quéee???????????????)

Miré a la chica. Se acercó de nuevo al cristal. Y luego se perdió entre la gente. Estiré el cuello mientras seguía caminando para intentar comprender qué intención podía tener pero no pude averiguarlo. Sólo sé que caminaba de un modo muy raro. Parecía triste. Aunque ahora que lo pienso igual sólo se había despistado. Quizá no sabía que allí había un cristal. Es triste tener un puente tan bello y tener que ponerle un cristal. 

Llegamos al parque. Allí sonaba música electrónica. 

- ¿Sabéis una cosa? -les dije a mis amigas-, en este lugar yo bebí más de la cuenta hace muchos, muchos años...

La verdad es que casi lo había olvidado.

- ¿En serio? -preguntó una amiga entre sorprendida y divertida. 

Fue un experimento científico de lo más tonto. Nada parecía haber cambiado. La misma fiesta, la misma aglomeración, los mismos suelos repletos de zapatos apretujados y el mismo bar, con las mismas canciones de antes. El mismo olor a tabaco en el aire. 

"A los seres humanos nos gustan las aglomeraciones de vez en cuando" pensé.

Y pensé también en esos años en los que parecía que no había nada más... que ese parque. Qué mundo tan pequeño. Mientras caminaba entre la gente  me pregunté: "¿Y qué hago yo aquí... si estoy en contra del botellón?"

Lancé la pregunta a mi "yo" interior pero estaba mudo. Y no me refiero a ausente sino a opaco. "¿Cómo compaginas esto con la critica al botellón?" pensé. Vi niños que se tapaban las orejas por el volumen de la música, vi a estudiantes -como lo fuera yo-, vi a padres y madres y vi a mucha gente colocada. Si hay algo que no soporto es el humo del tabaco, y de lo que no es tabaco.

"Reconoce que no quieres estar aquí" me dije.

Pero mi "yo" interior no decía ni pío. Sí que fui consciente en un momento dado de la noche de que me resultaba más fascinante la forma triangular de las hojas de los árboles que sufrían el ruido del concierto, que lo que ocurría en el escenario. Se derramaron algunas copas, la gente bebía de vasos y botellas, el ambiente estaba cada vez más cargado. Yo miraba a los chicos de quince años, a los universitarios y me veía a mi misma hace... más de una década.

"No saben que hay mucho más" me dije. Tampoco lo sabía yo. De pronto era todo tan ridículo que daban ganas de reír. ¡Qué absurdo! Antes era tan emocionante... antes era tan... excitante. Y ahora solo era... una fase.

Sabes que te haces mayor cuando te sientas en el césped y empiezas a preguntarte cómo vivirán los vecinos del barrio durante las noches en que todo es fiesta y no les dejan dormir.

 Empezamos a hacer bromas. Antes hacía mucho el payaso. Mis amigas se echaron a reír. Yo me reía de nosotras mismas, de todo lo que me rodeaba. Hasta que decidimos irnos. 

- ¡Y yo voy con una lata de cerveza! -dijo una amiga.

Pasábamos delante de unos agentes de policía.

- Sí, pues si yo les dijera que soy budis....

Aquí pasó algo curioso. Me tropecé con una piedra, un adoquín, y fue de lo más absurdo porque se dio la vuelta. ¿Os imagináis pisar una baldosa de la calle y que de la vuelta completa? Hizo un ruido terrible. Llamativo y terrible. Y entonces mis amigas, con las que yo me estaba metiendo por la música y el alcohol, corearon entre risas:

- ¡¡Nelly, ¿qué haces? ¡¿actos vandálicos?! ¡Nelly, que rompes la calle!

Me puse roja como un tomate. Recuperé el equilibrio. Pensando: "esto me pasa por bocazas" y por meterme con ellas. Y como no podía ser de otra manera, desanduve mis pasos, recogí el adoquín. Le di la vuelta pensando que jamás se me habría ocurrido que aquella noche tuviera que darle una vuelta a una baldosa del barrio de las Vistillas para volver a colocarla en su sitio. Y me erguí de nuevo en medio de un silencio que a mi me pareció solo podía preceder a la llamada de atención de un policía.

Me apresuré de nuevo hasta donde estaban ellas y pensé de un modo vago: "¿soy yo... o he estado a punto de decir que soy budista?". En serio, estaba diciendo: "...cómo compagino esto con que soy budis..." y justo entonces pasó lo de la piedra. Hum. Raro. Por si acaso, mejor no bromear con eso.

Salimos a paso de oruga de la aglomeración. Caminamos sobre nuestros pasos por el acueducto de Bailén. Llegamos al Ayuntamiento. Saludé sigilosamente a la estatua mientras pasábamos a unos cuantos metros del jardín desierto en el que estaba puesta. Llegamos a Sol. Montamos en el metro.

A la 1:09 miré el perfil de una de mis amigas.

La última vez que se había conectado era a la 1:08.

Ella no vino con nosotros a la fiesta. Es otra amiga. Una de la que ya os he hablado. 

Esto podía ser divertido.

Escribí:

"¿Vas en el metro?"

Somos vecinas. Mi amiga contestó al instante: ¡Me acabo de bajar!

Contesté:

"Estás en XXX, ¿verdad?"

Mi amiga en seguida me siguió el juego: ¿¿¿tú también??? preguntó.

Bueno, mi poder intuitivo no llegaba a tanto.

- Creo que voy un metro por detrás tuyo -dije. En realidad, sólo había usado mi ... bueno, yo que sé. A fin de cuentas, vivimos cerca. Era casual y probable que volviera a la misma hora que yo.

El metro llegó a la estación.

"Baja! Estoy en el anden, baja!"

Pero yo quería seguir a mi parada. 

"No, da igual"

"Pero baja"

No la vi y no bajé. En serio, quería llegar a casa. Mi parada es la siguiente.

((¿:::?))

Eso entre paréntesis venía a significar un "quieres jugar un poco más?".

Le escribí:

"Llevas tacones oscuros"

jajajaja!!!

Mi amiga contestó: "Tía, de verdad yo flipo contigo. Espérame".

Le dije a mi yo interior: "(¿qué más veo?)"
Pero sólo veía algo naranja y verde.

Me bajé en la siguiente estación y esperé. Titubeando. De repente vi una figura blanca corriendo desde el otro lado de la calle. Era mi amiga.

Llevaba zapatos de tacón de aguja negros.

Jamás se los había visto y, si alguno está pensando en poderes mágicos.... Pues ya os digo yo que no existen.

Sólo es casualidad, jajajajaj!!!!!!

Y colorín colorado, esta noche de fiesta se ha terminado!!!!

2 comentarios:

Davidel dijo...

Fuiste de fiesta. Viste un fantasma intentando repetir la misma escena que hace años la dejo vagabundeando por la calle Bailén. Una baldosa asesina te quiso derrumbar. Luego lo del metro…. Y todo comenzó con una canción.
Hoy he desayunado con tu fiesta y un café. Que tengas un buen día!!
☕☕☕

Nelly dijo...

Jajajajajajaj!!
Jajajajajajajja!!! Sì, es otra forma de verlo..

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