La magia difusa - Cuentos del niño mensajero

Con un fuerte portazo la alcaldesa anunció su llegada al Ayuntamiento.
El niño mensajero estaba sentado en un sillón, leyendo el periódico.
- No te ha dado una respuesta, ¿verdad?
Nelly se acercó a él en dos grandes zancadas:
- Cerraré la ciudad y pondré muros muy altos -le advirtió.
- No te va a servir.
- ¡Sí que me sirve! ¡Sirve con todo el mundo!
Refunfuñando, se quitó el abrigo y lo fue a colgar en el ropero.
- ¡Magia! ¡Menuda estupidez!
- ¿Quieres llamar a Memphis?
- ¡No! ¡No quiero llamar a Memphis! Ella es la única sensata de esta ciudad de lunáticos...
El cartero se echó a reír.
- ¿Qué?
- Te recuerdo que eres la Alcaldesa de la "ciudad de lunáticos",...
-¡Bah! -dijo Nelly, cruzándose de brazos y dejándose caer en un sofá.
Pasaron unos agradables minutos en tranquilo silencio. Tan sólo haciéndose compañía el uno al otro.
- Ayer se volvió a romper el ordenador justo cuando más agobiada estaba.
- Lo sé.
- Y el departamento informático era incapaz de arreglarlo hasta que dieron con la clave de que mi usuario estaba bloqueado en un programa ¡totalmente escondido! ¡Algo que nadie se explica cómo pudo ocurrir!
- ¿No me digas?
- Tardaron 20 minutos en descubrir porqué si el sistema operativo iba bien, y mis claves estaban bien, no tenía acceso.
- A una labor que no querías realizar...
Nelly se quedó callada mirando al cartero.
- En serio, me asustas.
El niño no contesto. Pasó una hoja del periódico y luego dijo:
- ¿Por eso te has enfadado con el Muso?
- El Muso también me asusta.
- ¿Desde cuándo "la magia" es un problema...?
La alcaldesa se puso en pie y dio vueltas por la habitación. La magia, la magia... ¡estúpida magia! pensaba. La magia no existe. Solo las puñeteras casualidades absurdas. Esas que hacían que frenara antes de ver coches en cruces sin ángulo. O que levantara la cabeza justo cuando el semáforo cambiaba de color.
- Él no parece asustado...
Por primera vez desde que llegara, Nelly se echó a reír. Luego se sentó a los pies del niño.
- No -dijo-. Él no lo parece. Pero no me dice como funciona...
- ¡¡Aaah!! -repuso el niño. Y tras cerrar el periódico le revolvió a Nelly el pelo de la cabeza, y contestó-: O sea que ya sabes lo que te enoja.
Ella tomó aire despacio y lo dejó escapar con un sonoro resoplido.
- Sí.
De nuevo pasaron unos instantes de silencio, pero esta vez el tiempo fue más corto:
- ¿Por qué no me lo dice? Con lo fácil que sería decir: "mira, esto es así por esto y por lo otro. Y aquello funciona así por esto y por lo otro..." ¡No es justo! Es como tener la respuesta a todos los misterios del universo y no querer compartirla...
- Esa sería tu respuesta.
Nelly miró al cartero sin comprender. La pregunta estaba clara en sus ojos.
- Quieres controlar al que te enseña las cosas. Cuando pides aprender imaginas las respuestas que debe darte el maestro. Pero tu enseñanza no va así...
Nelly se puso en pie de un salto.
- ¡Ya, claro! ¡O eso.. o es lo que me dices porque no me queda otra! ¿Sabes qué? Pienso escribir una novela de todo esto. ¡Me voy a vengar! -se echó a reír con una risa malvada.

Justo en ese instante Memphis entró por la puerta de la alcaldía. Llevaba un plano del Universo conocido debajo del brazo. Y en la otra mano una gran enciclopedia sobre el funcionamiento del cuerpo humano. Toda esa información la había encontrado en la biblioteca municipal.

- ¡Mirad lo que encontré, chicos!

- ¡¡Qué bien!! ¡¡Ciencia!! -exclamó Nelly.

El cartero suspiró. Se puso en pie, tomó su bolsa bandolera y meneando la cabeza como si dijera "nunca cambiará", abandonó la casa consistorial y salió al sol de mediodía.
Pronto llegaría la primavera.

(CC)

FIN.

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