La Carta -Cuentos del niño mensajero.
- ¡Me ha escrito un auténtico budista! -dijo Nelly moviendo ante el niño mensajero un sobre blanco con un hermoso sello lacrado.
- Ya...
- ¿Has visto qué casualidad? ¡Justo cuando pensaba que no tenía más recursos para aprender!...
- Qué cosas...-contestó el niño, que precisamente era el cartero.
La Alcaldesa de la ciudad se echó a reír, movió la carta arriba y abajo, a un lado y a otro; casi parecía que tenía vida propia mientras la agitaba por todo el espacio de su despacho en la casa consistorial.
- ¡Es muy valiosa!
Se acercó a un cofre que tenía unas hermosas runas grabadas. Lo abrió con cuidado y metió dentro el sobre.
- ¿Qué estas haciendo?
- La guardo.
Aquel era su "cofre de los tesoros". El niño mensajero se asomó al interior. Había música, libros, pinturas, más libros y un rollo enorme de mensajes fielmente transmitidos, palabra por palabra, del muso.
- Si que guardas cosas...
- Son mis tesoros -dijo Nelly cerrando el cofre con gesto suspicaz.
- Ni uno solo tiene valor monetario...
- ¡Oh, sí, pues valen un montón!.
El niño mensajero parecía pensativo.
- ¿Qué ocurre?
- ¿Dirías que una estrella tiene valor?
- ¡¿Qué?! ¿En monedas? -la alcaldesa se echó a reír. Era una idea totalmente absurda-, ¿a qué viene esa pregunta?
El niño mensajero de la Ciudad de los Cuentos reflexionaba sobre el valor de las cosas. Estaba de espaldas a Nelly, contemplando a través de la ventana el cielo que se extendía sobre la plaza del ayuntamiento.
- Las cosas tienen valor en la medida que os aportan bienestar.
- Sí, ¿y qué?
De pronto se volvió con una sonrisa enorme en la cara y le dijo:
- Si te regalara un lamborghini, ¿lo querrías?
- ¡No!
¿Para qué iba a quererlo?, se preguntó la alcaldesa. No le gustaban los coches, en general. Salvo el suyo porque, como diría el Principito, lo había domesticado.
- ¿Y si te regalaran un collar de diamantes?
- ¡Tampoco! Aunque me gustaría llevar uno con un vestido precioso... pero sólo si es prestado.
- ¿No quieres tenerlo?
- Estaría constantemente preocupada... No quiero tener algo tan caro.
- ¿Y si te regalara una estrella? Aunque en esa caja no va a caber...
A Nelly le entró la risa.
- Ya tenemos una estrella: el Sol. Y además las estrellas no se pueden regalar.
- ¿Ah, no?
- No -respondió Nelly-, ya están ahí. Y son de todos. No tienen dueño. Tampoco tienen valor. No se pueden comprar.
- ¿¿Una estrella no tiene valor?? - preguntó el niño mensajero alarmado.
- ¡Ay, no entiendes nada! -protestó Nelly- ¡¡no vale dinero!!
Nelly le siguió, aunque pensó que si la idea del niño era contar planetas con posibilidad de albergar vida lo iba a tener difícil, debido a la distancia sólo podían percibir las estrellas más brillantes. Alguna de las cuáles, se dijo con tristeza, ni siquiera estaba allí ya.
- ¿Por qué te ha dado por preguntar el valor de una estrella? Los valores son relativos... -dijo Nell al niño mensajero.
Corría una brisa fresca en la plaza del ayuntamiento y se oía el rumor de una fuente en medio de la oscuridad.
- Es que me hace gracia que no os deis cuenta de que el aire es de las cosas más valiosas que tenéis. El agua, el tiempo...
- Porque buscamos otras cosas. ¡No nos culpes por tener objetivos!
El cartero de la Ciudad de los Cuentos miró a Nelly con una expresión que la Alcaldesa no supo interpretar.
- Será mejor que leas bien despacio esa carta.
- Bah,...
Y así, en silencio, se quedaron ambos mientras la hora bruja llegaba a la Ciudad.
Continuará...
fuente: internet, varias. clic a una de las páginas. |
23:00
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CUENTOS DEL NIÑO MENSAJERO
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