En el que pierdo las gafas.
No tengo muchas cosas relevantes para contar de ayer a hoy. Lo más "fastidioso" es que he perdido mis gafas. Mi compañero de trabajo tiene unas de montura azul, como yo, lo que pasa es que yo no me las pongo porque suelo llevar unas de montura semi-transparente. En realidad, tienen montura solo arriba. Las de montura azul se me resbalan porque están flojas y las de montura transparente me hacen hasta daño porque están prietas de más. Esas son las que he perdido.
Le dije a mi yo interior que no podía ponerme las azules porque, claro, iba a pensar el compañero que le copio. Y en realidad yo las tengo desde hace dos o tres años. Ahora bien, el pasado viernes -y recuerdo el momento por la alerta mental que me preguntó por el tema-, resulta que estaba haciendo una cosa y cuando esa alerta mental dijo algo sobre las gafas de montura transparente, yo contesté:
"Bah, no, ya las retomo luego, ahora lo importante es esto otro; si eso, me puedo poner las azules".
Dicha alerta mental a la que de ahora en adelante prometo hacer más caso me estaba, quizás, intentando evitar un problema. Y es que ahí yo sí sabía dónde estaban las gafas. Pero ahora, no.
Esa alerta mental transparente solo se activó una vez más en los días siguientes y fue cuando decidí sacudir el mantel por una ventana. Y, en esta ocasión, a la dudosa moralidad de mi acto (no lo hago casi nunca, quizás tres veces en más de una década) yo contesté: "Hombre, que ahí no molestas, que eso da a un patio y sólo hay migas de pan", pero mi querida alerta mental, viendo que con eso no me detenía, sugirió lo siguiente:
(¿Y si hay un objeto en el mantel?)
Yo, claro, pasé de largo, y me dije "no hay nada", sin comprobar si las gafas de montura transparente estaban y allá salió todo volando y allá me ha tocado hoy investigar con prismáticos el fondo del patio.
A veces, pienso: "Si alguien viera desde fuera sólo esto, ¿qué pensaría?"
Este recurso es narrativo... y ya hablaremos de ello. Cuando construyes muy bien a un personaje consigues que el lector pueda ver lo que es para otros, lo que es para el que le sigue. De manera que una auténtica "bestialidad", queda justificada. Pero esa es otra historia...
Me senté a meditar y pedí ayuda a Coso, si bien la respuesta fue si de verdad quieres usarlo para algo tan banal como encontrar unas gafas perdidas. Jobar, las necesito. Me va a tocar hacerme unas nuevas.
Mi meditación iba sobre la respiración pero de repente se convirtió en una película de mi vida.
Empecé a ver cosas, escenas, pequeñas, de personas que han dicho cosas que me han sorprendido muchísimo. Por ejemplo:
Escena laboral: los compañeros discuten por las vacaciones.
Mi premisa era: "cede todo porque apenas necesitas nada". Y me encontré con que los dos únicos días que quería no podía conseguirlos. No tenía con qué negociar. Una de las compañeras dijo: "Yo es que me he cogido todos los puentes, no los quiero, pero luego los cambio según me interese". Observando el percal, y yo tenía una compañera al lado que se fue anticipadamente del trabajo, dije:
-El año que viene elijo puentes yo... aunque no los quiera.
Mi compañera, mucho mayor que yo, se sorprendió.
-Para negociar -dije.
Y ella dijo:
-Pero eso es maquiavélico.
Veréis, lo que me impactó del tema no fue que me dijera que era "malo" tomar cosas que no quería solo para negociar. Lo que me impactó del tema fue que no fuera capaz de ver que yo había cedido todo con generosidad y eso no servía absolutamente para nada. Es decir, la más veterana negocia los puentes con los demás, los padres se enojan, la bronca es monumental... yo cedo todo para no molestar y el único día que necesito no lo tengo porque no puedo cambiarlo por nada.
Eso, que un jugador de ajedrez vería nada más estudiar el tablero va la compañera y no es capaz de verlo. ¡Hija, es lo que acabas de hacer con la veterana! ¡repartiros los puentes! Madre mía... es que estamos cegatos. Yo, de verdad, no lo entiendo.
La bronca por las vacaciones es monumental en mi empresa. Pero creo que pasa en todas partes.
Escena laboral: la luna.
Estoy saliendo del trabajo y voy hablando con una compañera. Todavía soy operadora, así de esto hace quizás ocho o más años. Más. Necesariamente, más.
Voy enfrascada en mi mundo de conversación y la compañera también. Voy hacia el tren (no tengo coche. El coche fue a resultas de una huelga salvaje, en la que tardaba dos horas y cuarto en llegar a mi casa) Voy caminando y de repente, al pasar por delante de la entrada del garaje, dos faros de luz y una voz.
Es el compañero.
-¡Mirad! -gritó-, ¡qué regalo de la naturaleza!
Así, sin más. Creo que no sabéis lo que es que interrumpan realidades de esa forma. Fruncimiento de ceño, ambas miramos arriba... Y veo una Luna Llena gigante.
Enorme. Brillante. Maravillosa.
-¡Veis!
Pero vamos a ver... ¿qué persona para su coche para señalar la Luna a dos compañeras que no le importan nada? Es decir...
Miro al compañero. Él señala la luna. Mi compañera se ríe. Yo miro la luna y al compañero y la luna y al compañero.
-¡Disfrutad este regalo de la naturaleza! -casi grita con su poderosa voz.
Y se va.
((¡Héme aquí, en estas soledades....!!!)
Perdón, es que me siento como Faramir muchas veces.
"¿Por qué está tan contento?"
Es lo que no acabo de entender. Veo el coche alejarse, mi compañera retoma la conversación, la Luna brilla en el cielo cual círculo gigante y todo lo que ocupa mi mente es esa pregunta a menudo repetida. ¿Por qué... siempre... es... feliz?
Y no confundáis felicidad con alegría, ni felicidad con ir sonriendo risueñamente por ahí. No.
Más bien es fuerza.
Poder, si queréis.
Y se va.
Todas estas cosas y muchas más desfilan por mi mente cual película, sin perder el foco en la respiración. Me doy cuenta de varias cosas... ¡¡¡¡pero sigo sin saber dónde están las gafas!!!!
toc-toc...tocotocot
Miro a mi izquierda. Se mueve una cortina.
-¿Te importaría ayudarme, por favor? ¡Necesito esas gafas!
TOCTOCO
Esos "golpes" no son más que algo... golpeando la barra de la cortina o el marco. No se suele dar, ya lo sé, es que hay brisa. Pero "toc toc" no es traducible al castellano.
¿Dónde-están-las-gafas? pregunto.
No hay forma.
No las encontraré jamás. Me tendré que hacer unas nuevas.
Os voy a contar una anécdota, como cierre.
Ayer visité a seres muy queridos para mí y me dijeron que en apenas una semana, se había roto la lavadora, el termo, la plancha y algo más. Todo junto.
Yo no quise decir nada, porque ya sabéis cómo soy.
El caso es que estamos comiendo y se cae un mueble.
-¡Pero bueno! ¿Quién lo ha tocado?
Estas son las cosas que yo le digo a mi compañero y él dice: "No, si no hay nada raro".
Me encojo de hombros y contesto:
-Bueno, será casualidad.
Y en ese momento se cae, jajajajaja... una muñeca de adorno de una pared. Es una muñeca llena de bolsas.
Nos quedamos todos en silencio.
-¿Ves? -digo con una sonrisa-, las cosas... se despegan y se caen, sin más.
La respuesta de una persona que no cree para nada en estas cuestiones es:
-Ese mueble lleva ahí desde 2016 y esa muñeca con su ventosa lleva 3 meses pegada en la pared.
Yo no digo nada.
Lo que sí agradecería, por favor, es encontrar mis gafas. Las necesito. Las azules se me resbalan sobre el puente de la nariz... son tan incómodas que acabaré con lentillas. Y yo me puse gafas a los 24 años, así que... ahora me da vergüenza llevar lentillas al trabajo. Necesito mis gafas.
¡Venga, espíritus familiares, una ayudita!
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