El Herbolario

 

Esta mañana pensé una cosa. Pensé muchas, claro, pero una de ellas es (y no vale reírse):

"Pues porque a mí no me gusta viajar. Y a él, sí" frente al espejo, "y a mí no"

Silencio.

"Bueno" sigo pensando, como si algo me hubiera llevado... la contraria "para empezar, porque es horrible lo que hay ahora con el turismo. Tú, fíjate. Dentro de poco no se podrá ni ir a Japón. Es terrible. Vaya moda absurda de que todos tenemos que viajar..."

(*******)

"Además, es un riesgo."

De camino al salón, a tomarme mi café.

(*******)

((¿No quieres ver mundo?))

"No. Quise ver Japón", pienso tomándome el café "Y ya está. No necesito ver más mundo. Es peligroso, viajar aumenta el riesgo... qué manía, de verdad, ahora todos los humanos tenemos que viajar. Pues yo no".

Voy a la oficina. Leo.

Voy a visitar a mi compañero cuando puedo.

Hay nieve en las montañas.

Había pensado que quizás no quería recibir gente todos los días (de eso también hablé conmigo misma) pero al llegar vi una silla.

Las sillas no se ponen cuando no se quiere recibir a la gente.

Me siento. "Bla-bla-bla" y miro el Sol.

Me deja un poco confusa ese sol. Está tapado bajo una persiana. Pero brilla. 

Madre mía, lo que brilla. 

Estamos hablando de otra cosa y de repente, mi compañero me dice:

-Entonces, ¿ahora tienes que ir a Bruselas, no?

El espejo, el baño, el pensamiento, todo se mezcla. En un santiamén.

-¿¿Cómo??

Es como... como si estuviera de nuevo frente al espejo del baño, explicándole a ese Algo por qué no quiero viajar más.

Pero, claro... yo no he dicho nada de eso.

Será casualidad.

Tampoco le he dicho... o sea.... bueno, ya no lo sé. En realidad hablábamos de otros temas, no de ese. De ese ... ¿hablamos después?

Total, no lo sé. 

-Oye,... ¿tú no sabrás qué puedo hacer para mejorar mi alimentación? -le pregunté.

Esto es una de las grandes cosas maravillosas de esta persona. 

-Amplía el concepto.

Es, más o menos, como me habla Coso a mí. 

"Amplia el concepto", "dame más información".

Alzo las cejas, admirada.

Indico a mi "yo interior" que cómo se lo explicamos, habida cuenta la "reserva" natural para con todo ser humano. A lo que mi yo interior sugiere, con mucho silencio adicional pues no quiere interrumpir, si realmente veo necesario ampliarle algo "a él".

Como si él ya lo supiera todo o, en su defecto, pudiera verlo.

Vamos a suponer que sí, pues te ha pedido que amplíes el concepto. ¿Qué es lo que quieres? Coso dice que Nada. Bueno, vale, estoy enfocando mal la pregunta. "Cómo le explicamos lo que yo quiero". 

Bien, así mejor.

En primer lugar, no es que yo esté gorda pero tampoco flaca. Mis amigos dicen que estupenda y que como pierda peso es un error pero en esto no aciertan. Veréis, yo puedo perder 5 kilos (los dichosos 5 kilos) y lo voy a notar yo, pero ellos no mucho. Me van a ver menos "inflada", porque el problema no es el peso, es otra cosa. Algo no va bien y no sé solucionarlo. 

Permitidme, antes de seguir con el presente, contaros tres cosas de mi pasado. La primera: entrando en la treintena yo noté que llegaba a casa del trabajo con las piernas infladas. Lo notaba al quitarme el calcetín, me venía a la mente El muñeco de Michelín de la pared de mi universidad. Ese que, un día, el profe dijo: "No sabéis por qué está ahí. Sabéis muy poco de la historia de donde estudiáis". Y nos lo contó. Ya me he olvidado, era algo de una acción estudiantil de mis predecesores. Da igual. El caso es que pensé: "¡¡Ahí va!!". Primero, pensé que sería el calor. Luego, la edad. Luego, estar sentada, luego...

Era la máquina del café.

Yo me tomaba un café a las 16:00 horas (por aquella, el compi al que admiro era mi Jefe). Pasaron muchos meses, y como es natural, nadie trabaja 8 horas seguidas sin levantarse, solíamos hacer otra pausa a las 18:30 y yo me sacaba un té, u otra cosa. Siempre con azúcar. Entonces, llegó una época en la que tomaba tres. Porque me estresaba mucho. 

Hasta aquí, vale.

Ahora os cuento. Probé diferentes cosas hasta que un día no tomé café de esa máquina. Y eso de tener la marca de los calcetines al llegar a casa desapareció. Tras varios días reptiendo el experimento, probé a tomar un café. Vale, llegaba a casa normal. Probé a la semana siguiente, dos. Bueno, más o menos normal.

Un día tomé tres.

Al llegar a casa... marcas de los calcetines.

"Ahí va".

No contenta con esto, lo repetí las suficientes veces como para establecer el inequívoco vínculo. 3 productos de aquella máquina = problema de circulación. 

¿Les pasa al resto? No. Quizás. Depende, algunos sí, otros no.

Pero es una lección valiosa. 

Vamos con la segunda: cuando estaba con mi actor ;P (que no era mío, pero bueno) perdí 7 kilos cenando pizza...

Y eso sí que no tiene lógica.

Mirad... no hice nada. Al menos, que yo sepa. Simplemente, sobraba comida.

-¿Quieres más?

-No (estando tú...)

-¿Pedimos shushi o pizza?

¿Sabes lo que es una crepe con limón? ¿has probado estos Dulces de callao? ¿Te invito a un helado?

No sé, internautas, zampaba que da gusto (yo) y un día mi familia me dice:

-Eva... has perdido lo menos diez kilos. ¡Estas en los huesos!

Sorprendida, me subí a la báscula.

Cielo santo.

¿¿¿??????

Mirad, el amor adelgaza. ¿Quién necesita comer? ¡Yo estaba feliz todo el día! ¿Quieres pan? No, gracias. Me vale mirar tus ojos.

¡¡Cenábamos pizza y bajé de peso!!

Cuando rompimos... me tiré un año sin comer pizza. 

No está ni la mitad de buena sin él. 

Pero ese es otro tema.

El caso es que aprendí: tranquilidad = no desear comida.

Y eso me lleva al tercer aprendizaje. Y al presente.

-Quiero... comer un poco más sano. Y bajar de peso

(pero eso no es lo principal)

-... pero eso no es lo importante. Es... poquito -moví los dedos-, es.... bueno, no sé. Hacer algo más.

-¿De qué te alimentas?

Qué buena pregunta.

(Pan)

-Pues... ensalda

(pan parapan pan pan)

-Y carne... generalmente, pollo. Y tortilla, arroz, y kilos y kilos de ensalada (antes)...

Él contestó:

-No tengas cosas no sanas en casa.

(*******)

Os lo traduzco: (=ya probado)

-Vale, sí, no tengo cosas en casa insanas. No por no querer, es que las pringels poco menos que me dan alergia (ya os contaré, me las zampo todas y no me muevo). Las pipas que si lo de los dientes me venía por la sal (preocupación por otros temas, lo que os dije del dentista). En realidad no tiene nada que ver.. palomitas, no, porque la bolsa lleva veneno... Y... no me gusta ningún dulce. Salvo el chocolate negro.

(un cajón de pan congelado...)

-Vale, y pan. Mucho pan.

(azúcar)

-En realidad me alimento de pan -si he de ser sincera.

-No tengas pan en casa -me responde mi compañero.

(=el pan no es el problema)

-Lo intenté... y salí a las once de la noche a buscar una tienda que vendiera pan.

Se ríe él. Me río yo. Qué noche.

Veréis "no tener guarrerías" en casa funciona, hasta que abres a alacena y le dices a tu Yo Interior:

"Eres la tía más aburrida del Mundo".

No es que no tenga guarrerías... es que no sé qué comprar.

En serio... yo voy al super a buscarlas. Y nada me gusta. Nada. Y lo fresco, se estropea. Mi alacena se compone de: aceite, vinagre, dos latas de atún, y espaguettis blancos.

Qué aburrimiento.

-No tengas cosas insanas y no comerás cosas insanas.

Vale, y entonces, cuando esté triste ¿qué me zampo?

Porque dar vueltas por la cocina diciéndote: "Qué sosa que eres" no ayuda.

Mi compañero es de lo más educado y cortés. 

-Compra este pan.

Me enseña un pan y Coso señala.

(=el pan no es el problema)

Lo señala, además, con énfasis.

-Ah... vale... Suena moderno y.. ¿es sano? ¿Seguro que es sano? Porque... no sé, ...

El pan envasado.. todo lo envasado, suele ser malo al final.

Mi compañero me especifica todo lo que lleva, que suena genial, mientras mi Yo Interior, repite:

((El Problema no es.. el pan))

-Ya es que... verás -intento explicarle-, verás es que... es más un tema de actitud mental. ¿Sabes? Es decir... 

Es decir, con el actor, simplemente, no tenía apetito. Siempre estaba contenta y colmada de todo.

Comer no era... ni siquiera relevante.

(El pan es al problema lo que revisar una luz al miedo y los nervios. No es el problema... es el resultado)

(Ya) pienso a modo de respuesta, (pues eso ya me dirás cómo lo solucionamos porque Él no puede ayudarte).

De hecho, no tiene solución.

-Si es que me como una barra entera -digo, afligida.

-Compra este pan.

Se me ocurre entonces una cosa. Pues está claro que mi compañero tiene buenas ideas.

(¿Cuántas bolsas te vas a comer?)

Me veo a mi misma zampando pan como el Monstruo de las Galletas. 

Suspiro y me digo mentalmente:

("Vale. Te entiendo. Me pondré nerviosa y me querré zampar una barra pero.. ¿y cuándo no estoy nerviosa? Si cuando no estoy nerviosa... en lugar de pan blanco me como una tostadita de este pan... ¿acaso no es eso al final "menos pan"? ¿eh? ¿funcionaría?")

La respuesta de esa parte escéptica es inmediata.

(Sí)

¡¡Anda, toma!!! 

-¡¡¡Vale!!! 

Qué bien.

Y entonces mi compañero va y dice algo que me ha llegado por Instagram casualmente hace bien poco:

-Y la constancia.

Ya no sé si lo dijo antes o después... porque me lío, pero... yo creo que fue hacia el final y de nuevo hablando de otro tema. Sí, sí, casi seguro. Lo dijo de otro tema pero a mí me da (y esto es cosa de Coso) que impregna todo.

Constancia en Instagram

Constancia en no se qué.

Es como cuando estuve dos semanas donde todo lo que llegaba es "las cosas necesitan un gran esfuerzo de mantenimiento".

En serio, es que sin venir  a cuento me mandaron un Podcast. ¡¡¡Un Podcast!!! que trataba sobre el tema. Y eso... en la semana que todo se rompía porque hace falta mantenimiento.

En fin, eso fue otra semana.

Total, que voy al herbolario. 

"Qué de cosas"

Muchas. Miles. Cosas "sin glutén".

¿Será eso lo que me pasa? ¿Me inflo por culpa del glutén? Como no lo tengo claro, dejo las cosas en su sitio y encuentro el pan.

-¡Ah, qué bien! -y pienso: "Toma esa segunda bolsa que está menos abollada".

Mi Yo Interior señala que da igual.

¿Cómo que da igual? Será mejor coger la segunda... Cojo la segunda y cuando me voy a ir pienso, "¡ah, espera, ¿cada cuánto voy a volver? Mejor me llevo las dos".

Fíjate, al final daba igual.

Cuando cargo las dos bolsas mi Yo Interior pregunta si me las voy a comer juntas.

Mira, así no se puede.

"Me van a durar un montón", pienso, con palabras, pero poco convencida.

-Bueno -me digo mentalmente-, ¡y ahora que estás aquí descubriendo un "herbolario" elige lo que quieras! ¡Venga! ¡La casa por la ventana! ¡Elige un capricho! ¡Para tu alacena!

La mitad de las cosas ni las entiendo. Vagabundeo entre los estantes como un extraterrestre fuera de su planeta. Todo me parece extraño.

Se fija mi atención en infusión de ortiga verde. Me llama poderosamente la atención. Mucho.

(salud)

Eso dice "Coso" que es la infusión. Salud.

Pienso: "ah, Ortiga Verde, qué exótico"

Me acerco a la cajera que está junto a los tes e infusiones. 

-¿Sabes qué hace la Ortiga Verde?

-No.. te lo miro.

Y pienso: "curación del estómago... de los riñones... quizás cura el corazón... quizás... será mágica, será..."

-Hace crecer el pelo.

¡JAJAJAJJAJAJAJAJAJAJ!

jajajajjajajajaj

Educadamente le digo a mi yo interior si se ha vuelto LOCO!!!

Tengo la melena de SIMBA! Deje alucinada a la peluquera el otro día porque ya no se acordaba de que me había entresacado el pelo para quitarme volumen y con asombro llamó a sus compañeras y dijo: ¡¡¡¡Mirad la de pelo nuevo que le está naciendo!!!! ¡A su edad!

Sí, claro.

Si yo ya lo sé.

Y va Coso y me dice que me compre infusión de ortiga (que la quiere) y resulta que lo único que hace es convertirte en OSO.

Antes de lanzar la infusión de regreso su lugar, la cajera añade:

-También limpia los riñones.

(como todas, pienso)

-Es diurética

(pues como todas)

-Muchas gracias.

Voy a dejarla en su lugar y decirle a mi Yo Interior que haga el santo favor de elegir otra cosa pero repite:

((Salud))

Erre que erre con la ortiga verde.

Pues hala.. al carrito.

Eso y quinoa. Arroz con quinoa.

Y el pan.

Vale, ahora... ¿qué? ¿seré capaz de ser constante?

Salu2!! 



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