En el que estoy desmotivada.

 Sí, ya sé que a todos nos pasa.

Hay una cosa que siempre, siempre, siempre, te anima en el trabajo: pensar que lo haces bien. Una vez, hace mucho tiempo, tuvimos una campaña de medios muy mala en una empresa. No era buena campaña, y como además pretendíamos conseguir espacio gratuito en prensa, pues resultó muy complicado lograrlo. Lo primero, la campaña, era mala. Pero el desarreglo cayó sobre los empleados de la agencia. Por parte de nuestro jefe.

Diréis, ¿a dónde quieres llegar?

Yo os lo cuento: mi jefe de entonces no podía decir: "Jo, qué idea tan mala la de conseguir espacio gratis en prensa, solo a través de comunicados cuyo contenido no es especialmente atractivo para los periodistas". Y tampoco podía decírselo al cliente. Tampoco podía culpar a los periodistas. Aunque, ciertamente, el problema principal era el producto. Sólo le quedaba un objetivo a quién culpar, sus trabajadores.

Esto es como el trazado de la 607 y la dichosa incorporación de la M40. Si yo me paro a ver ese trazado y de cada cien coches se estampan dos... El problema no es que la gente conduzca mal, (que de hecho, lo hace). Deja de ser eso el problema cuando tienes la evidencia del movimiento de rebaño. Y, si eres el responsable, igual tienes que decir: "Uy, está mal el trazado". Aunque eso no solucione el problema en sí, anima a los que tienen que recorrer esa vía. Sigue sin solucionarlo, desde luego, pero al menos no transitas sola y asustada por lugares peligrosos. 

Si mi jefe hubiera dicho: "Jo, chicos, qué mala campaña... pero de verdad, es que tenemos que conseguir que salga", yo no hubiera abandonado la empresa. Sé que es raro. Lo sé. Pero en la dinámica de juegos lo que me mueve es que no hay posibilidad de ganar. Esas situaciones son muy malas. Y ganar significa hacer las cosas bien y ser reconocida por ello. 

La empresa quebró unos meses después. Los clientes dejaron de pagar y mi jefe decidió quedarse él solo, de autónomo. 

Es simple, miradlo con otro ejemplo: es situación de doble vínculo.

¿Qué es eso? Os lo cuento:

Un hijo de un divorciado vive una semana con mamá y otra semana con papá. Su mamá le dice que como asignatura extraescolar le haría mucha ilusión que practicara baloncesto... pero su papá le dice que ojalá se apuntara a futbol. Bien. El niño quiere complacer a ambos, pero le gusta el ballet. Haga lo que haga, pierde.

Cuando no puedes ganar... la solución es romper la baraja.

Dicho de otro modo: si yo le digo a los de la 607 que cada doscientos coches, nueve se matan en esa vía (y, de hecho, hasta fue la tele y grabaron un accidente en vivo en una curva mal peraltada), y el gobierno responde: no, es que,... ya lo arreglaré mañana. Yo tengo dos opciones: una) viajar con extremo cuidado y quedándome calva de estrés, por esa carretera. Dos: no viajar.

Mi trabajo adolece de un problema grave, actualmente. Y, como yo me quedo callada, pues no lo estoy transmitiendo pero sí sufriendo. (Este blog es mi desahogo). Hemos asumido las funciones de dos trabajadores despedidos... a la par que hemos perdido tres miembros de nuestro propio equipo, y el resto están de vacaciones.

El resultado es un entorno laboral en el que dos personas deben asumir las tareas de 6 (trabajamos por turnos).

Si hago las tareas enfermo de estrés. Especialmente por el cuidado y dedicación que pongo a cada mini-tarea. Por tanto, pierdo. Si no hago las tareas, me castigo mucho porque me considero insuficiente. Por tanto: pierdo.

Y esta situación la venimos soteniendo desde el pasado diciembre.

Yo os lo cuento como desahogo, es llegar a casa con sensación de perdedora un día tras otro tras otro tras otro...

Y yo no expreso con lenguaje hablado cómo me siento.

Ayer me dio un ataque de risa. Literalmente, porque empezó a haber quejas por el retraso en las tareas y de pronto me imaginé ese gif de la ancianita del Titanic que dice Hace ochenta y cuatro años...

Y ya no pude parar de reír.

Porque cuando yo me estreso mucho, me río de lo absurdo que es todo.

Tanto me reí que llamé a una compañera que expresa su malestar, enfadándose. 

Eso tampoco nos ayudó. Simplemente, yo quería dejar de reírme... imaginándome a ese señor esperando que su tarea se resolviera (señor=compañero) y mi compañera pues refunfuñaba con razón. Y el señor pues tenía doscientas noventa y seis tareas delante de la suya y no dejaban de llegar más.

Así que... bueno, habrá que distraerse con otras cosas.

Me bastaría un poco de empatía, ¿sabéis? Algo como: "Uf, sé que lo estáis pasando mal pero..." 

Yo creo que ni lo saben.

¡¡Saludos!!



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