En el que cocino para toda la semana con 12 euros...
Ahm... sí, seguro que esta entrada os llama la atención.
Me desperté temprano y pensé: "Tienes que hacer muchas cosas hoy, así que...¡¡arriba!!"
Toda la semana he soñado cosas que luego "han pasado". O eran relativas al mundo (y que yo necesitaba saber), aunque distorsionadas porque... por ejemplo, un día en el trabajo se comía pizza pero estaba todo "super-revuelto"... Y.... vaya, qué casualidad. El sueño era más simbólico (muy simbólico, todavía no lo he analizado bien) pero... sí, más o menos vi lo que en el sueño (bolsas, comida, desorden) y, ahora que lo pienso... luego me encontré con un compañero que bajaba a recoger unas pizzas el propio viernes. En fin... Pues esas cosas. Cosas que ocurren.
Recuerdo el sueño de hoy pero no le hago caso. Qué mezcolanzas hace mi cerebro. Sí, esta tarde habrá juegos de mesa pero NO, esa amiga que sale en el sueño no va a venir. ¿¿?? Tampoco trabaja en un bar. En serio, cerebro, no sé qué canal sintonizas... De verdad.
En fin.
Me visto y voy al super. Tengo un cheque ahorro.
Es decir, que cuando echo gasolina me regalan botellas de leche. Diréis... ¿¿qué?? Sí, veréis, cierta camarera nos daba café con una marca de leche muy especial. Y por algún motivo... empecé a comprarla. Lo cuál le hizo mucha gracia a la gente. Se lo comenté a la camarera de la cafetería y contestó:
-Nosotros la usamos porque es más cremosa -y se reía-, y queda mejor.
El caso es... que es marca cara y no la venden en todos los sitios. Pero en el super asociado a los descuentos de mi gasolinera, sí. ¿Que no compro nada más en él? Bueno, todos conocemos las estrategias comerciales...
"Vale, pues compras las 6 botellas y te sobra para ensalada".
Resulta que me sobra para ensalada y quizás algo más. Así que miro en mi monedero. Saco un euro. Me acerco a la caja y me dice la cajera (no muy alegre):
-3,18.
Lucho contra la curiosidad de preguntarle a Coso que me diga cosas de ella.
(el maquillaje)
Podría. Realmente, podría. Pero.... no es momento. Además, está mirando las monedas con tristeza. Le pregunto a mi yo interior si me puede contar cosas y lo único que veo es cómo se arregló para salir de casa por la mañana. Decido dejarlo ahí.
Paso mi compra a otro lugar donde no moleste recogerla y miro por qué yo pensaba pagar un euro y he pagado más del doble. Resulta que, ¡oh! ¡Ilusa! las mandarinas cuyo cartel decía 1,89... estaban realmente a ese precio. Solo que la bolsa que ponen debajo NO es de un kilo... es de dos.
"He caído y soy de publicidad, qué vergüenza...."
Salgo del super. Vuelvo a casa. Miro mi monedero y tengo que ir a otro super.
Me quedan 12 €.
Opciones:
a) No hagas la compra, vive del aire.... y del Sol.
b) Ve primero al banco y luego a la compra.
c) Usa un medio digital... ¿no? Ains... si por ti fuera, pagaríamos en doblones.
d) Haz la compra con 12 €.
Cual protagonista de videojuego... o de mis libros-juegos, opto por la d.
Entro al super.
Soy de comprar pan para una semana entera... así que, aunque queda un poco raro, yo lo compro y lo congelo. Debería dejar de comer pan, pero bueno. Hay oferta, tres barras de tal tipo = 1 €. Y tres barras de tal otro = 2€.
Miro mi cesta. 3 € y solo tengo pan.
Avanzando por el pasillo del aceite, caigo en la cuenta de que no tengo vinagre.
0,79.
Llevamos 4 euros.
Dado que ya tengo mandarinas para aburrir... me falta la proteína que echarle a los platos.
Voy a la sección de carne y no hay lo que busco. Pero me detengo ante una bandeja con un montón de filetes.
2,77 €.
-¿¿??
Miro las bandejas de alrededor y de nuevo la de la oferta.
"A ver... dónde está el truco"
En la bandeja pone: "CORTE FINO"
Corte fino, corte fino... ¡Ah! "Significa que si las pones en la sartén, se evaporan".
Aparentemente, son filetes como los demás, "en extensión". Pero no en grosor. Toda la bandeja pesa unos doscientos gramos.
Es entonces cuando pienso para qué quiero esos filetes.
"Porque los platos quedan más bonitos si pones un tercio verde, un tercio acompañamiento y un tercio filetes".
En tal caso... el que ocupen lo mismo, es válido.
A la cesta.
Husmeando entre el resto de productos encuentro otra bandeja sin sentido ninguno. Esta pesa más que las de su alrededor pero vale la mitad. 2,49 €.
-¿¿??¿¿??¿¿??
Ni fecha de caducidad, ni nada... mismo producto, mayor peso... y vale menos.
¿¿??¿¿??¿¿??
Tras no lograr desentrañar el motivo, me lo llevo. De camino a la caja cojo dos limones.
Y entonces me paro en los regalos.
Quería llevar comida el lunes a la oficina. Pero lo que me llama la atención (miel) descabala mi presupuesto. Observo las magdalenas y los sobaos como si estuviera desentrañando la curvatura de la Vía Láctea. Nadie miró jamás una etiqueta con tanta concentración.
"Son más de 7 compañeros... si llevo dos de estas... tendrás que pagar con tarjeta".
Vuelta arriba, vuelta abajo.
Entonces veo una bolsa con 17 unidades, relativas a desayuno, por 1,89.
Consulto mi monedero.
"Bueno... yo creo que llevas doce euros" me digo.
Paso por caja, dos bandejas de carne, seis barras de pan, vinagre, limones y regalos.
-Once con cero siete céntimos -dice el cajero.
¡Jua!
Lo recojo todo y me voy a casa.
Preparo dos tuppers, con los filetes de corte fino. No desaparecen al freírlos y me da un flus! y decido cortar un poco de cebolla y pimientos en rodajas finas (vale, tenía medio pimiento) y un poquito sazonado, me salen dos tuppers la mar de bonitos.
Y es entonces cuando me vengo arriba.
"¿Y si marino el pollo en salsa de soja?"
"¿Se puede?"
Mientras preparo un poco de arroz blanco (vale, tenía arroz blanco) marino los contramuslos de pollo en salsa de soja. Ya puestos, un poco de perejil y limón.
Otros dos tuppers y todavía me sobra para comer otro día.
Me siento tan orgullosa.
¿Sabéis? Me gustaría saber cocinar mejor. Yo mezclo cosas en cacerolas y sartenes sin tener ni idea de si pegan o no. Sé hacer bizcocho de limón y de yogurth, pero ayer mi familia se pasó un buen rato riendo porque pregunte...
-¿Cómo le pones la capa del medio de sabores? Porque cuando yo meto la masa en el horno, nunca sé... ¿calculas la distancia o?
-¡Jajajajaja!
A veces hago reír mucho a mis seres queridos.
-¡Jajajajajajajaajajaj!
¿Qué? ¿Qué pasa?
Es como cuando pregunté, hace años, cómo sabía el paracetamol a qué zona del cuerpo tenía que ir.
En fin, una tiene sus dudas.
De pequeña, de muy pequeña (aprendiendo a escribir), me dio por preguntar por qué las palabrotas eran esas y no otras. Y ahí me gané un castigo. Soy una incomprendida. A ver, es que no tiene sentido ninguno (si lo piensas como si no fueras de este planeta) que unas palabras sean malas y otras buenas. Yo solo quería saber a qué obedecía semejante distinción. Así que hice una lista de palabras muy feas y le pregunté por ella a mis mayores.
-Hay que abrirlo -me contestó la cocinera-, ¡jajajajaja! ¿pensabas que se ponía la capa en el horno?
¡Jajajajaja!
Mi hermano mayor añadió algo más:
-¿Pensabas que tenía que ver con la densidad de las capas? ¡Jajajajajaajajaj!
Fruncimiento de ceño por mi parte.
¡Pues claro! ¡Y yo que sé que los bizcochos se abren y se cierran! ¡Yo los veo cerrados en las tiendas! ¿cómo los pegan otra vez? ¿eh?
Bah...
En fin, será mejor que vuelva a los libros -que eso sí sé hacerlo muy bien- y ya tengo terminado el de Grecia (en serio, tengo que decirle al Editor que lo saque antes, ¡a mí me chifla! ¡Es un libro genial!) y tengo que hacer otro que tengo a medias.
¡Saludos!
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