Érase una vez...

 -¡Quiero un cuento! -gritó la Alcaldesa a la noche-. Si es verdad que estás ahí... regálame un cuento.

Por la ventana abierta sólo entraba silencio y la luz de una enorme Luna llena que se movía lenta pero imparable, sobre el horizonte.

-¿Quieres un cuento?

-¡Quiero un cuento! -pidió Nelly al cartero, entusiasmada-, ¡Qué bien que has aparecido! Quiero un cuento, pero uno para mí. Uno importante.

Y el cartero comenzó:

-Te voy a contar un cuento africano.

Y empezó a hablar. A medida que hablaba, Nelly fruncía más y más el ceño.

-¿Pero de qué hablas? ¿Un chico con un toro en la cabeza? ¿Me tomas el pelo?

El cartero de la Ciudad Imaginada siguió narrando sin hacer caso a sus protestas.

-¡Ese cuento es absurdo! ¡Debe de ser de hace muchos años!

El cartero siguió hablando.

-¡¿Y esos tres hermanos qué son, gigantes?! ¡Oh, vale, entiendo, que está mal escrito y ya está! Me tengo que creer que son gigantes y que el protagonista lleva un toro en la cabeza. ¿Te das cuenta de que esto no tiene ningún sentido?

Pero el cartero seguía contando la historia... Historia que en un momento dado se volvió indecente. Entre cazuelas para 17 humanos de la misma tribu y gigantes en cuyas partes prohibidas del cuerpo se podía dormir, los ojos de Nelly se abrieron como platos.

-¡No tienes ni idea de nada! -dijo-, te he pedido un cuento para mí... y me narras no sé qué historia de un tipo con un toro en la cabeza que iba buscando a su igual. ¿Y qué es eso de que un gallo se lo come porque se hunde en el estiércol? ¡Pues qué asco! ¡¿Se puede saber qué utilidad para mí le ves a esa historia?! ¡Cartero! ¡Dije un cuento para mí! ¡Dije que quería una Enseñanza!

Y mirando a los ojos a la Alcaldesa, el niño dijo:

-... Un sapo se tragó la ceiba, con ramas y todo. Los tres hermanos renunciaron a encontrar al joven con su toro de tres años en la cabeza. Regresaron junto a su madre, que les dijo:

"Seas quien seas, estás en medio. Hay personas por delante de ti, hay personas detrás"


Y se hizo el silencio.

El cartero se esfumó. Evanescente, como el Gato de Cheshire.

Las palabras, sin embargo, tardaron más que él en disiparse.

Seas quien seas, estás en medio. Hay personas por delante de ti.... hay personas por detrás.

Nelly se puso roja. Parpadeó y se sonrojó aún más. Por su falta de paciencia.

"Jo con el cartero", pensó. 

La próxima vez esperaría a que terminara su cuento antes de juzgar. 




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