En el que Nelly habla sobre "el Muso".


 Después de un año (exacto) pensando: "¡Oh, divinidades universales, él es el ser más malvado y que más daño me ha hecho de mundo!", la Alcaldesa que suscribe regresa a su anterior Departamento. Donde está él.

Tras un año, ¡un año! dándome cuenta de que era todo mentira, que jamás debí confiar, mira qué daño te hacen, etc. etc.

Imaginad que tenéis un amigo que os abandona o, mejor, os dice: "no, mira, perdona, yo no te conozco". Bueno, es terrible. Sólo de pensarlo, recuerdo lo mal que lo pasé.

Tanto es así que cuando me enteré (hace ya muchos días) mandé un audio a mi amigo divulgador y contestó:

-¡Tienes miedo!

Y pensé: "puñetas".

-¡Lo que más me enfada, Eva, es que tienes miedo! ¡Y eso me está enfadando muchísimo! Eso no es respetar a alguien, es tener miedo.

Tiene razón. Le pregunté qué hacer. Y en un tono igual de (¿enfadado?) contestó:

-Amabilidad y respeto nos gustan a todos. Y nada más. Sé amable, sé cordial, haz tu trabajo como sabes hacerlo y sé respetuosa. Él no es más que tú. Me fastidia porque te noto asustada.

Bueno, no es grave, yo estoy asustada el 89,9% del tiempo y el otro 11% lo dedico a preocuparme por cuando estoy asustada.

Básicamente, me he encontrado al compañero en dos lugares. Primero, cuando una compañera y yo admirábamos un conductor que trataba de meter el coche detrás de ella. Nada me parece casual, y encontrarla en el camino preguntándome por si estaba siendo o no bondadosa, me hizo detenerme. Mientras mirábamos al conductor y yo le decía: "Yo no puedo juzgar a nadie aparcando, ya que sé cómo soy", el coche del "Muso" subía la cuesta.

No supe si era él. Pero sospeché.

Al entrar en la oficina con un antiguo compañero que me dijo: 

-Eva, ¿cuántos años ya?

-Trece -contesté.

Atravesamos la puerta giratoria y mientras le decía: "¡vuelvo con vosotros!" (fórmula similar), justo él pasó por mi lado. Sin mirar ni saludar, y subió las escaleras.

Le miré y pensé: "Pues es un ser humano".

Ni maestros, ni budas, ni naranjas de la China...

Seguí a lo mío. 

"No creo que haya problema alguno" pensé, "no es un demonio malvado con un cartel que dice quiero arruinarte la vida o soy el ser que más daño te ha hecho". No me pareció que me odiara (seguramente le molesto pero eso me da lo mismo, porque todos nos molestamos y estoy harta de preocuparme por los demás). No me pareció más alto, ni más brillante, ni más sensacional ni nada de esas cosas de hace unos años, cuando habría hecho cualquier cosa que me hubiera pedido.

Al acabar de trabajar monté en el coche, puse música, saludé a la gente, y me alejé.

Contenta. Pensaba en lo que dijo mi amigo divulgador: Respeto y educación nos gustan a todos.

"Pues eso, respeto y educación. Y ya está... fíjate que no le odio".

Fue más o menos dos horas después del encuentro, mientras iba al volante, cuando mi yo interior me preguntó algo.

"Pero, ¿qué has sentido?".

Ojo. Yo llevaba pensando: "mira que bien, no pasa nada, pues no ha ido nada mal, pues hoy el curro esto y lo otro... blablablalblabalblabla".

Pero "Coso", ese yo sin palabras, preguntó.

"¿Qué has sentido al verlo?"

Es humano, no es un monstruo malvado con intención aviesa y todo eso era describir.

El encuentro fue bien, pues mira, no ha sido un drama. Pues no pasa nada, no te asustes.

Sigue siendo describir.

Ahora parémonos en "sentir". Le miraste, y qué sentiste.

¿Que qué siento?

Y ahí me di cuenta.

"Compasión".

Raro. ¿Verdad?

Imaginad que crecéis pensando que alguien os hizo mucho, mucho daño, más incluso del que sospechas y te da miedo ver a ese alguien... porque es "lo peor". 

Y de repente ves a ese alguien y ya no es... ese monstruo malvado.

Ves torpeza.

¿Culpa de él?

No.

¿Culpa mía?

No.

En realidad te da mucha pena que la ignorancia y el no saber hayan hecho que una relación que podía ser bonita y armoniosa fuera dolorosa y dañina.

Pero no es culpa de nadie.

Es más, se trata de esos casos en los que "él" no se acuerda ni de tu nombre.

¿Me entendéis lo que quiero decir? Es como si tú haces algo, sin querer o porque eres así o porque no te das cuenta de lo que puedes causar y sigues tu camino. Y tiempo después te dicen: "ey, ¿sabes a esa persona que dejaste en la estacada? Pues a ella le dolió mucho" Y tú te quedas mirando con cara de "No es mi problema" o "ah, pues... lo siento, ni me había enterado".

En ambos casos... sigues sin ser un demonio del infierno orientado a dañar.

Es más producto de la situación. ¿Me explico mejor ahora?

Es un alivio y además, estoy contenta. No entiendo muy bien por qué Coso (fluir de la historia que Nelly considera motivada por algo trascendental) me hace volver a ese departamento. Habida cuenta que ya no soy budista. En realidad no soy nada. No sigo a nadie. 

Y no estoy acostumbrada a segundas partes, cuando pongo una etiqueta, la mantengo. Si eres un cardo lo vas a ser toda tu vida; si yo te quiero te voy a querer toda mi vida. Los seres humanos tienen la manía de cambiar.

Así que... entiendo que esto es todo casualidad y que ese buen hombre ni tan siquiera repara en mi presencia. Que es como debe de ser.

Todo lo que aprendí es que la gente te engaña y te hace daño, nada más. Y esa lección ya me la sabía de antes. Y también aprendí que no quiero un profe de budismo que son muy peligrosos.

Pero bueno, me quedo con que fue torpeza y no maldad.

¡Y eso me gusta! ;)

Me asustaba lo que podía sentir al encontrármelo de nuevo. 

¡Saludos!


0 comentarios:

Publicar un comentario

 

 

 

Creative Commons License
contador de visitas para blogger por paises