Y entonces un amigo me dijo...

 


Tras dar el taller llamé al actor.

-Si te da miedo pero te han pedido más, ése es el camino, Eva. 

-Ya pero... (protesté) Podría haberlo hecho mejor. Lo he hecho muy mal, ¡tendría que haberlo preparado más! (he dicho cosas incorrectas), ¡una mujer vino de fuera de la ciudad a propósito para el taller! ¡Y tenía un profesor de secundaria y un traductor entre los alumnos y...!

-Ha sido suficiente. Lo que has hecho es suficiente y ha estado bien.

-¡No sé cómo haces lo que haces!

Me fui a casa. Refunfuñando, cansada (hay partes que no os voy a contar por privacidad), me tumbé en la cama y me quedé medio dormida. Hasta que sonó el teléfono.

"¿Por qué no te vienes a XXX y tomas aquí el café con F. y conmigo?"

(*permitidme la licencia de cambiar el tiempo verbal del relato, voy a saltar al presente. Lo hago sin querer cuando os cuento cosas muy ciertas): 

Releo el mensaje. Lo que quiero, el primer impulso, es taparme con la colcha y desaparecer. Lo he hecho muy mal, ¡muy mal! ¡Todo está mal! (y cosas que no os cuento).

Pero el cansancio pasa como una nube de tormenta y me levanto. Me cambio, y salgo de casa hacia el autobús. Gracias a la rebaja en el abono transporte de Madrid he recuperado la movilidad. Yo me cruzaba la ciudad de punta a punta (y andando) hasta que compré el coche y empecé a comprar abonos de 10 viajes. Entonces lo hacía casi todo andando y con el tiempo, y las distancias, dejé de moverme tanto. Ahora llegar a un sitio que es media hora caminando (cercano a casa) supone apenas 7 minutos de autobús. 

Le pregunté al conductor de la línea si tenía parada "un poco más abajo".

-Sí.

-¿Donde el dragón? -pregunté.

-Donde el dragón.

(Dragón: escultura hecha por los vecinos que revindicaba la posición que debía tener una parada de Metro en Madrid. Dicha parada de metro se construyó muchos años después que la figura del dragón... y se hizo en la otra punta de la avenida. Desoyendo las demandas del vecindario. Hoy en día, el enorme dragón verde que alguien levantó en su día en la esquina de la calle, adorna un parque infantil).

Bajo en el dragón y pongo en el móvil la dirección del bar. Una de las cosas que me caracteriza cuando me enfado es hablar sola, con el móvil.

-¡Voy andando! ¡Andando y no en coche! -le digo a Google Maps.

Cruzo la calle. Y, tiene gracia porque al cruzar veo un bar, una acera desierta, en medio de la acera una única y solitaria mesa blanca que parece de Alicia en el País de las Maravillas y allí tan felices, dos figuras en las que reconozco a dos amigos, charlando. Es tan surrealista la mesa en mitad de la calle, en medio de ninguna parte, y bajo un árbol, que mientras me acerco me digo que parecen los dueños de la avenida. Como si dos reyes decidieran bajar al portal, poner una mesa de cafetería en medio de la nada y debajo de un árbol, y sentarse. No hay terraza, no hay... nadie alrededor.

-Pero... ¿qué? -sonrío.

-¡Hola! Sí... es que hace frío.

Se levantan los dos. No hace frío. Hace un día estupendo. Pre-tormenta.

-Pero... ¿cómo tenéis esa mesa ahí en medio?

Entonces me fijo: todas las demás del bar están apiladas. No hay nadie en el bar, ni existe la terraza, ni tampoco pasa nadie por la calle, por lo que da la sensación de que mis amigos se han establecido allí como si el terreno fuera el salón de su casa. Como si la calle fuera de ellos. 

-Ya, bueno... ¿vamos dentro?

-Nos va  a mandar a la porra -dijo otro de ellos-, por hacerle montar una mesa fuera.

-¡Jajajaj!

Entro como si nada. Yo soy ajena a lo que ellos hayan podido ocasionar.  "Café con leche, por favor".

Nos sentamos en una mesa alta. Da la casualidad de que llega otro cliente, se sienta fuera y de repente nosotros que estamos dentro, sentados, vemos un foco redondo de luz que se mueve de la mesa a la cara de mi amigo, de ahí a otro lado, de nuevo a la mesa, de nuevo a la cara. Mi amigo se tapa el rostro, yo me echo a reír. ¿¿Pero qué...??

El señor que está fuera juega con su móvil. El móvil refleja la luz. De una manera bastante asombrosa, dicha luz atraviesa el cristal y genera ese efecto tan desagradable para él, ¡jajajaj!

-Menuda casualidad -digo.

-¡Sí! ¡Te digo yo lo que podría hacer con ese teléfono móvil...! -nos reímos.

Y entonces mi otro amigo sigue con su historia:

-Así que Dalí, cuando entró en la residencia de estudiantes iba con su capa y su estilo prerafaelita, y criticando a todos porque la moda que llevaban era de dandys...

Le miro. Lo que os decía. Él sigue hablando. 

-... y entonces cuando Lorca volvió, le preguntaron y le dijeron: ¿ese? (el que no se junta con nadie) sí... le llamamos el polaco.

Risas. 

A esto me refería yo con no tener gente con la que hablar. A que muy pocos van por ahí contando anécdotas de Dalí en una cafetería.

-La residencia... -miro a mi amigo-, la residencia es la del CSIC ¿verdad? Qué curioso, es donde hacíamos los talleres.

-Sí -dice mi amigo.

-¡Está la habitación de Lorca expuesta!

-Lo sé. Sí, pues le estaba contando sobre Dalí...

Yo le conté mi cena de ayer. Un desastre. Pero mi amigo repuso:

-¿Crees que tus amigas se darán cuenta de que todo eso mundano no tiene valor?

-Claro.

-Yo creo que no.

-Sí, sí... ¡claro que se darán cuenta! De hecho, se están dando cuenta supongo...

-No -dice mi amigo-, tú te diste cuenta, Eva, cuando dejaste la publicidad. Pero entonces tú ya lo veías, que el valor de una persona no eran sus bienes o sus marcas. Pero ellas no, y puede que nunca lo vean.

-¡Cómo no lo van a ver! Están en la edad de verlo...

-No sé, Buda empezó bien pequeño..

-¡JAJAJAAJAJAJ! -estallo en carcajadas. Él también.

-¡¡¡Buda era rico!!!! -replico riendo.

(Ya lo que me faltaba era mezclar a Buda con Dalí en una conversación)

-¡¡Buda era rico, jajajajaja!! ¡Era rico!

Y aquí es donde viene lo que motiva la entrada. Mi amigo me dijo:

-Mira, tú estas diciendo que hay personas que tiene de referencia poseer y el lujo y el estatus. Pero yo te digo otra cosa, los que somos literatos. Los de los libros y los espirituales.... porque tú eres espiritual, Eva... Nosotros.... tampoco hemos encontrado la clave de la felicidad.

-Hum.

-Ellos están buscando en sus relojes y sus bolsos Loewe. Y nosotros estamos buscando en los libros y la música. Pero... diría que estamos igual de perdidos.

Me quedo callada. Lleva razón. Es igualmente respetable.

-A mí si me gusta el lujo -dice mi amigo-. Yo aprecio las telas caras... los materiales buenos. Lo que pasa es que hoy en día... hacen una brida de plástico y...

-¡JAJAJAJAJA! -estallo en carcajadas.

-¿Una qué? -pregunta mi otro amigo.

-¿Lo has visto? Las bridas (los "sinfín") Ya sabes... esas, las de los secuestradores, jajajajaja. Esas...

Mi amigo lo explica mejor. 

-Pues Balenciaga ha hecho unas pulseras en plástico que valen novecientos euros...

-¡JAJAJAJAAJJA!

El bar se llena de risas.

-¡Jajajajajaaj! 

-Pero qué me estáis contando -dice mi amigo.

Ahí entra el debate entre el lujo y la ostentación.

-Hay botellas de agua a mil euros.

-Hay platos con oro -añado yo-, que valen un dineral y no sé si lo sabéis pero la cualidad del oro es que no interacciona con el cuerpo humano, es inocuo, de manera que te tragas una pepita y sale por el otro lado sin más. Lo que me parece verdaderamente absurdo...

-Bueno, es que una cosa es ser rico y la otra es ser idiota...

Volvemos a hablar de libros. Y yo le cuento a mi amigo por qué abandoné la publicidad.

Y esto ya os lo he contado muchas veces. Siendo joven la marca de alcohol que no nombraré hizo una reunión con dos directivos que vinieron de Francia, a propósito para tal evento. Era una "reunión 360". Allí estaba la agencia de publicidad, la agencia PR de eventos (o sea, nosotros), los directivos de la marca y el Brand Manager en España. 

Esos directivos volaron en primera desde Francia. Avión. Hotel. Lujo.

El tema de la reunión era: "Como me salto la censura de esta revista para vender alcohol a menores".

Sin más.

Allí sentada oyendo las propuestas (al final, vestimos toda la discoteca con el nombre de la marca y más cosas) yo pensé en de dónde venían esos directivos. Pensé en sus familias, sus estudios, el viaje, el hotel. Todo. En todo lo que había pasado hasta que llegaron allí. En el dinero del billete, del hotel, en su tiempo, en sus esfuerzos... todo como una secuencia que nos había juntado en aquella habitación... con el único gran objetivo de vender alcohol a menores.

Qué desperdicio.

En serio, ¿eso era... eso era la dedicación...? Es decir, os imagináis levantaros por la mañana y el esfuerzo de todas vuestras células y de miles de años de evolución para salir al mundo y dedicar vuestra creatividad a vender petróleo o contaminar el planeta. A venderle veneno a un niño. A generar una necesidad que no existe.

"Pero qué clase de mundo es este".

A mí qué más me da la marca Loewe rotulada en tu abrigo, tus alpargatas y si llevas unas zapatillas Nike. ¿En serio ese es el propósito de una carrera profesional?

"Tú no encajas aquí", me dijo una Brand Manager en una fiesta de Barcelona con Key Influencers y toda la pesca. Eres demasiado buena chica.

Pues claro que no encajo. Si parecéis una reunión de American Psycho con vuestras tarjetas y vuestro estatus. Hay más autenticidad en un gesto casual por la calle que en toda la agencia de publicidad. Y realmente también hay autenticidad allí. Pero a veces los egos la tapan.

Y esto es todo lo que tengo que decir sobre la publicidad.

:) Quería contaros lo que dijo mi amigo sobre la parte espiritual, porque lleva razón. Supongo que estamos todos igual de perdidos. 

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