En el que empiezo otra novela.
El Muso me dijo: "Si quieres publicar algo pronto, haz una distopía..."
Lo malo que tiene este hombre es que le creo. Es terrible. Dice algo, le crees... y entonces sale La Sombra de Melpómene o hago locuras como ir a trabajar con zapatos de tacón de aguja.
En vez de Muso debería ponerle otro nombre. Pero no existe el nombre adecuado. No obstante, hoy domingo, mientras todos mis amigos duermen porque todos se han ido de fiesta ayer hasta las mil, yo tengo puestas películas en el salón y escribo en el estudio.
¿Sabéis por qué tengo películas puestas en el salón? Las películas son algo ya hecho. Al ya estar hecho, eso le da legitimidad a la obra, y si ellas están hechas, y mi novela no, yo voy escribiendo mientras escucho diálogos y música sin prestarles atención, pero marcan un tono y un apoyo de fondo.
"Si la película existe, la novela también puede..."
Uno de los grandes enemigos de los autores es "la duda". Estás escribiendo y está ahí agazapada, y salta y dice: ¡uy, eso está mal! Y te paras, te distraes, te corta la historia... y hasta la devora. "Está mal" "Nadie va a leerla", "por favor, no merece la pena esta historia".
Pero si cuando la duda va a saltar, oyes de fondo La La Land, The Molly´s Game, Soy Leyenda o lo que sea y le dices: "¿Y si ellos se hubieran parado?". Entonces la duda se calla, se agazapa y te deja seguir trabajando. ¡Jajajaj!
Y así es como una "escritora brújula" se hace 30 páginas en una sesión. Lo que, dicho sea de paso, es una locura. Porque eso pueden ser horas y horas escribiendo.
Me decía un editor: "Es que tú escribes muy rápido". Ya. Es lo que ocurre cuando tus amigos no quedan a desayunar un domingo...
¡Estoy enfadada, pienso meter monstruos en el Premio Minotauro!
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