No hay quien acabe la novela...

 


"¡Esta tarde me pongo!"... Con ese firme propósito recojo mis cosas, y me repito al llegar a casa: esta tarde me pongo, esta tarde me pongo...

Doy un paseo... me echo un rato... me doy una ducha...

No hay quien acabe la novela.

Me tumbo en la cama.

"Acaba la dichosa novela" me digo. 

Cierro los ojos y viajo a mi mundo interior. Una ciudad imaginada, de cuento.

Entro en la casa consistorial y me dirijo a Nelly, su alcaldesa.

-¡Escribe! -le digo.

Ella contesta.

-¡No tengo un actor, Nell! -replico agarrándola de la camisa y zarandeándola- ¡Escribe sin ver al actor!

Ni puñetero caso.

Así que la zarandeo más. Y más.

Nada. Ni una letra.

No cae ni una palabra monosílaba.

Ni se inmuta.

Ains.

Dichosa inspiración rebelde.

La suelto.

-¿Qué necesitas? -pregunto.

(vas mejorando)

Me contesta que "tiempo". Vale, tiempo... cuando tengo tiempo tampoco escribo. Contesta dormir.

-¿Algo un poco más fácil?

Una ventana soleada.

Un café para escribir.

Una semana de vacaciones.

"Jo, pues no pide la puñetera... Casi mejor que se estuviera callada"

Una aventura al aire libre

-Hay pandemia.

La alcaldesa me mira, yo la miro a ella. Así no vamos a ningún lado.

-Quiero leer.

Vale. 

-Como no escribes, quieres que te cuenten cuentos.

-Sí.

-¿Y harás luego algo decente para los lectores?

-Puede.

Me llevo las manos a la cabeza. 

Abro los ojos, me pongo el pijama, voy por el libro electrónico.

Debí ser domadora de leones... resulta más fácil que intentar domar la inspiración.

FIN. 

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