Sueños que son historias. No sé qué título ponerle a este.


Estaba en París.

Y tenía que llegar al Retiro. Este sueño es una mezcla rarísima de ciudades. Caminé durante un rato muy largo, y pasé por delante de la Sagrada Familia (de Barcelona) y seguí caminando y seguí caminando y así hasta que...

...me perdí.

Y me paré.

"Vale, tranquila... voy volando".

Intenté volar pero la Tierra pesaba demasiado. Esto pasa a veces, en algunos sueños. Significa que la Tierra me atrae demasiado. No es que pese, pero notas como si pesara. En realidad la que pesas eres tú o más bien tienes un ancla ahí en la Tierra y no hay manera de despegarse del suelo. Así que tras dos breves intentos volví a aterrizar en una plaza. Imposible ver las cosas desde el aire. Imposible volar.

"Vale, no pasa nada. Hace falta un metro. Iré en metro y ya está".

Volví sobre mis pasos y regresé a ese paseo que hay a lo largo del Sena. Y, mira, qué casualidad, ¡encontré el metro!

El lugar era extrañamente parecido al comienzo de la calle O´Donell. Era como estar en esa calle de Madrid pero con el Sena en lugar de la carretera perpendincular que lo corta. Lo gracioso es que hoy voy a pasar por allí en autobús. 

Total, que entré en el metro. Ir por la superficie es ir "por lo natural". Cuando eso falla, hay que bajar al metro que es "lo esquemático". Arriba vas viendo el mundo, abajo sólo tienes que leer los carteles y todo son líneas, circulos, palabras y vectores. Os parecerá una tontería, yo prefiero orientarme por superficie, pero si no queda otra... pues al metro.

Llegué al metro y una marea de gente terrible casi me arrastró.

Superé el torniquete y como allí había mucho jaleo me equivoqué de pasillo, volví sobre mis pasos y le pregunté a una señora amable que ayudaba a los viajeros.

-Oiga ¿para ir a...?  -dije el sitio.

-¡Ah! ¡Sí! -contestó-, tú vas con ésa excursión ¿no? Es por aquí. ¡Pero no te olvides del chico al que cuidas!

-¿¿Qué??

Señaló a un chico en silla de ruedas, que estaba siendo atendido por otros de la excursión.

-Ah... eh, sí -mentí-, sí... sí, claro, voy con ellos. Claro...

(Pensé: a ver, quieres llegar a tal sitio y ellos van a tal sitio, ¿les acompaño y a cambio cuido y ayudo al de la silla de ruedas?) Me encogí de hombros. Vale, ¿por qué no? Van a donde quiero ir...)

Le eché una mano a mover la silla; estuve como unos cinco minutos con ellos y entonces dije: "bah!", "me voy" "me largo". Y salí del metro.

Qué barullo, así es imposible. Yo paso. No voy a ningún lado y listo. Entonces escuché una voz detrás.

-¡Eh! ¡Nelly!

Uy. Eché a correr.

-¡Nelly, vuelve!

-¡No!

Jajajaj. Qué sueño tan gracioso.

De pronto estaba en Pekín.

-¡Nelly! ¡Espera!

Una enorme plaza china.

-¡Que me dejes en paz! -atravesé por el centro sin importarme que el suelo estaba alfombrado de banderas rojas.

Yo corría y como las banderas saltaban por todas partes, al final me tropecé, casi me caigo, y al incorporarme tenía todas las piernas y los brazos con banderines pegados.

-¡Vuelve aquí! ¡Tienes que...

-¡No tengo que nada! -venga a correr, entre las banderas.

Llegué a un parque. Me metí corriendo en él.

-¡Nelly!

Tal cual voy corriendo de repente mi ropa se convierte en ropa de princesa medieval. Y la del chico que me sigue se convierte en ropa de chico-chino-medieval. Y justo llegamos a un claro donde una señora china (probablemente, guía turística) hablaba con el público que vestía ropas modernas. Y de pronto la oigo que dice:

-¡Ah, aquí están! El príncipe y la princesa.... (no recuerdo el nombre)

"Claro, piensa que somos actores" me dije.

Como si yo fuera parte de la representación,... por ir con aquellas pintas. Y el que me perseguía fuera parte de la representación también. 

Y harta de correr, me paré.

-¡No te acerques! -grité-, ¡como te acerques, te ataco!

-¡Jajajaj! Eso me gustaría verlo -contestó.

Saqué algo que llevaba en el cinturón ¿un palo? Y el otro se acercó y yo venga a intentar darle con el palo (era todo muy cómico) mientras de fondo oía la historia que la guía china contaba a los turistas...  Y empezó a sonar un extraño tambor. 

Y escuché decir a la guía: "El príncipe y la princesa..." Mientras el chico y yo, de manera cómica, nos atacábamos, más en un baile ridículo que otra cosa.

-¡Ya vale! -arrojé el disfraz al suelo, el palo al suelo y me enfadé.

¿Qué hacemos, perseguirnos durante toda la Historia?¿Qué historia medieval tiene un príncipe y una princesa que pelean? ¡Soy escritora! Los príncipes y las princesas de las historias se aman. ¡No se pelean! ¡Aquello era ridículo!

El tambor paró y la guía china dejó de hablar.

Los turistas aplaudieron encantados. "Oooohhh, qué bonito". Ajenos al drama que yo vivía.

-Tienes que ir a tal sitio -dijo el chico (no recuerdo el lugar)-, y para eso tienes que ir en autobús.

-Jo.

A regañadientes, lo seguí. Un autobús lleno de personas.

-Nos vamos a poner todos malos -le dije al guía.

-Venga, sube. No seas protestona.

-Sube, eso, ¡con la humanidad!

Subimos. El guía se puso a contar algo. Los sitios a visitar, los lugares que ver. Yo me crucé de brazos, me senté en un asiento gigante, cerré los ojos y noté la bolsa con el bocadillo y la botella de agua que había dejado en un rincón del asiento, entre el reposabrazos y mi pantorrilla.

Quise dormir. El guía hablaba. "Esto y lo otro" "lo que vamos a ver y lo que bonito que será".

Al poco me despierta otro viajero. Ya llevábamos un rato de viaje. Se levanta, va a la parte delantera del bus, intenta abrir una nevera, no puede, vuelve, se sienta. Parece sediento. Lleva una copa de cristal en una mano.

Cerré los ojos. A mí me da igual.

Pero pensé en mi botella.

Abrí de nuevo los ojos y vi al viajero.

-¿Qué te pasa? -le pregunté.

-Nada, tengo sed... pero el guía no está.

Miré hacia atrás. Estábamos sólos.

 "Nos ha abandonado" "Nos hace subir a todos aquí y luego nos abandona".

Cerré los ojos. Qué típico.

Pero los volví a abrir.

Yo llevaba una botella con agua (el agua parecía un bien preciado en este viaje), y si se la daba al viajero (calculé ¿cuánto beberá ese hombre?) me iba a quedar sin agua yo. Qué decisión. Al final abrí la bolsa (ya que el otro nos ha abandonado) y contemplé sorprendida que mi botella iba por la mitad.

¡Anda! ¿Y el agua que yo primorosamente había guardado? Miré alrededor enfurruñada, ¿alguien se bebió mi agua mientras dormía? ¡Será posib....! Bueno, ¿y qué más da?

-Eh, oye -susurré-, toma.

Le tendí la botella. El viajero sonrió.

-¿Qué haces? -me dijo.

Te doy mi agua. Qué otra cosa iba a hacer. Él tenía sed y yo podía aguantar.

-Toma... -insistí.

Agarró la botella y la sirvió... sin quitarle el tapón. Luego hizo como que bebía en su copa de cristal y me la devolvió.

-Gracias -dijo.

-¡Jajjaaj! En serio, si tienes sed...

-Tú tienes más sed -me dijo-, ¿te encuentras bien?

No mucho, tenía algo de fiebre.

-Creo que estoy enferma que es lo que pasa... ¡CUANDO VIAJAS CON HUMANOS! -grité.

Y me desperté.

Sé que puedo parecer una bruja piruja en este sueño, pero en realidad soy bastante "bizcocho". Simplemente estaba mohína porque veía ciertos... riesgos en un viaje en un mundo atestado de personas donde ocurren cosas que no dependen de nosotros.

Dicho lo cuál, y pasando por alto la ironía, me voy a coger el autobús. ¡jajajaj!

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