Tal cual cierro la oficina virtual de mi otro trabajo, me voy a mi cuarto, me echo sobre la cama y me tapo la cara con las manos. No soy capaz de enfrentarme al manuscrito.

"Para que le eches un ojo", ha dicho. "Lo estamos maquetando, ¿qué te parece?"

No puedo, no puedo, no puedo.... No puedo leerlo.

"Estará mal", me digo, "acabo de mandar a mi jefe las cuentas del revés", "me conozco, estará mal". 

Mi yo interior contesta algo sobre repasar siempre en presente lo que me lleva al manuscrito en que trabajo ahora y en cómo trabajo. Por tanto, sé que lo he revisado cien veces. Yo lo reviso todo cien veces. Y más estos libros. Aún así... nadie es perfecto.

De repente el manuscrito actual cobra una importancia grande. Claro, el otro ya no tiene remedio.

"Trabajo, siempre trabajo" me digo mirando hacia la ventana "me paso la vida trabajando...."

"Sí, eso es"

"Es que no hago más que trabajar"

...si el Muso te viera ahora...

Me da la risa.

Si el Muso me viera ahora me diría algo sobre lo reprochable que es querer ver al actor.

Me llega un mensaje de texto en ese instante: Es del actor. ¡Jajaja! ^_^ Ignoro por completo la magia del asunto.

Me siento sobre mis rodillas (a lo japonés), en la cama. Tras un rato de mirar el infinito salto hacia mi libro electrónico y me pongo a leer sobre Roma. Lo que sea con tal de no abrir las galeradas. No es síndrome del impostor. Es que le he mandado a mi jefe las cuentas del revés. Yo me río y él se ríe. Pero como vea un solo fallo en ese manuscrito será una tragedia griega. Puedo equivocarme en matemáticas, me resulta gracioso, pero no en letras, me resulta inquietante... 

Me bebo las páginas sobre los fans de los libros mientras me echo a reír, la autora comenta quién fue la primera celebrity y lo que pasaba en los conciertos de un pianista victoriano de poses más que estudiadas. De repente me siento tan identificada con lo que estoy leyendo que me da la risa. Me imagino en ese concierto... y sigo leyendo sobre el confín del mundo romano (o sea, Cádiz, dice la autora) y un gaditano que caminó 40 días para ver a un escritor y regresó de Roma sin haberse atrevido más que a mirarlo de lejos y copiar la forma en que se colocaba la toga. Me río más. 

Y cuando llego al apartado de Pompeya de pronto se escucha un ruido. ¡PUM! Alzo la mirada y me encuentro de frente con una urraca posada en la ventana. Del susto casi me caigo de la cama. La urraca me mira y yo la miro. Se supone que no me puede ver. Pero juraría que me está mirando por la forma en que mantiene agachada la cabeza. Allí, quieta, me observa. Tras cinco segundos de mirar la una para la otra como dos idiotas ella echa a volar y el grifo del cuarto de baño se abre solo. Genial, fantasmas.

Durante todo este episodio había aguantado la respiración. 

Quiero leer más de Pompeya pero salta un aviso en la pantalla: "No tengo batería" ¡jajajja! Cielos. Estaba leyendo sobre dos amantes y una escultura...

Obligada a no leer, me quedo dormida soñando con el actor...

Abro los ojos cuarenta minutos después ya que de pronto en el sueño me doy cuenta de que estoy haciendo unas tostadas y no es la hora del desayuno. Al preguntarme ¿qué día es hoy? ¿Y qué hago preparando el desayuno? Una voz del sueño contesta "pues si no lo sabes tú..."  Lo que hace que me entre el pánico y me despierte con una sonrisa porque intentaba encontrar un reloj desesperadamente. "Nada como la lógica para romper un sueño" me digo, pregúntate dónde y cuádo estás y te despiertas. Me estiro, me levanto, enciendo el ordenador y ahora sí... voy a revisar esas galeradas.

El otro libro salió en otoño pero no lleva mi firma. No obstante, acabaré por sortear alguno a través de mi cuenta de Twitter. Y es probable que lo ponga en el blog. 

Salu2!!!