Y de repente hizo frío.

 

Ayer salí para el aeropuerto casi cuatro horas antes del vuelo.

Iba asustada, lo que no es una novedad. Pero organicé muy bien el día, lo que en cierto modo fue un éxito. Si vas asustada sin tiempo, es un problema. Pero si vas asustada con mucho tiempo las tareas complicadas se convierten en pequeñas tareas menos complicadas. Como revisar las cosas o llamar a un taxi.

Suelo perderme en la T4. ("Me voy a perder en la T4" pensé).

Refunfuñaba para mis adentros que si eligiera la opción de uber, seguramente pagaría menos. Pero como no sé pedir un uber... allá van 30 euros de taxi y sólo por no ser capaz de hacer cosas que hace todo el mundo. Me paré mientras reflexionaba en la acera correcta de la avenida más cercana a mi casa. Realmente, hasta podría ir en bus. Pero claro, ... eso también me da miedo. Iba un poco enfadada conmigo misma, la verdad.

Desde allí podía ver como tres kilómetros de calle. Estaba vacía. Apenas había tráfico. Esperé y no vi pasar ningún taxi en la dirección que yo necesitaba. Mientras que por la acera contraria pasaban muchos. Otros cruzaban la avenida de manera perpendicular. "Necesito que uno venga para acá".

Por un instante pensé que en menos de tres minutos tenía que pasar necesariamente este servicio público, pero entonces caí en la cuenta de mi tremendo egoísmo, "¿los días que no necesito taxi también han de pasar coches cada tres minutos por cada punto de la ciudad?". ¡Jajajaj! "¿Imaginas la cantidad de taxis que tendría que haber sólo porque tú usas uno al año?", me dije. ¡Jajaja!

La idea era bastante absurda. Pero mientras lo pensaba, el tiempo transcurría y todos los taxis bajaban por el otro lado de la calle. Miré el reloj. Empezaba a ser raro. ¿Y si iba a la parada de la calle principal? Eso sería una pérdida mayor de tiempo...

"Bueno, está bien", me dije, y crucé. "No es ese sentido el que yo necesito pero estar aquí de pie mientras todos los taxis van por el otro lado es absurdo".

¿Sabéis lo que pasó al cruzar?

-No puedo creerlo.

Tal cuál llegué al otro lado y me puse a buscar taxi paso uno justo por donde yo estaba antes de cruzar.

¡Jajajaj! "¡Pero será posible!" 

Es lo que trato de explicarle al que me enseña budismo. Hay una extraña ironía en el ambiente. Os lo aseguro. Ocho minutos esperando un taxi en aquella acera, y nada. Cruzo, y justo pasa uno. 

En vez de enfadarme, me dije otra cosa: "Esto ha salido así porque tenía que salir así. Y ya está".

Volví a cruzar y entonces vi llegar una mujer-taxista.

Fue un viaje muy ameno.

-¿Al aeropuerto? ¡Pues cuando te he visto... te aseguro que no esperaba que me pidieras eso!

(Ya... pues si le cuento yo lo de los taxis....)

-Está todo tan vacío, y hay tan poco trabajo -prosiguió-, llevo meses sin un servicio al aeropuerto. Te lo vas a encontrar vacío. Me parece sorprendente que vayas al aeropuerto... Si no llevas maleta.

Sonreí y no contesté.

A Japón viajé con una que mi amigo al verla me dijo: "¿en serio? ¿Vas a Japón con una maleta de ése tamaño?" Luego allí tuve que comprar otra. Una preciosa, por cierto. Muy sencilla y práctica.  

Charlamos un rato. Es difícil encontrar una mujer-taxista. Me dejó delante de la puerta de Iberia. Me cobró menos de lo esperado. Entré.

Vacío.

Creo que ya he dicho que me pierdo en la T4. Nunca he ido sola. 

No había cola frente al mostrador pero me reí haciendo zig-zag por el pasillo para alcanzar al trabajador de Iberia. Es decir, no había cola pero habían montado un corredor en zig-zag, como el que hay delante de las atracciones o en cualquier lugar en el que se aglomera mucha gente. Ahora era ridículo no poder ir en línea recta. Pasé como tres minutos caminando de manera ridícula. Contra la lógica. Pero me dijeron que es lo que tenía que hacer.

Llegué al mostrador. Supongo que con cara de pánico.

-¿Quieres facturar? Es gratis -me dijo el empleado.

Sonó a "es gratis porque la bodega va vacía".

Había más empleados en aquellos mostradores que viajeros en cien metros a la redonda.

Me encogí de hombros.

-No llevo equipaje.

Mi mochila era mínima. De hecho, sólo llevaba un bañador y un netbook. 

Le pregunté por el control de seguridad y recordé, de mi viaje a Florencia, la puerta por la que había pasado con un amigo en noviembre. Reconocí el lugar y eso me tranquilizó mucho.

Luego de pasar el control (donde sólo había una viajera y le tuvieron que llamar la atención) bajé a la zona de embarque (ahí es donde me perdí la primera vez, bajé demasiado y no terminé en la planta correcta. Luego en realidad he ido sola a la T4 más veces. Creo que fue un viaje a Barcelona por trabajo o algo así...), y aparecí en medio de una tienda. Lo que no me puso menos nerviosa, sino más. Entiendo la idea de meter al viajero en una tienda nada más cruzar el control, pero me cabrea. Caminé lo que a mi me pareció "un poco" para conocer el entorno y al final fueron unos 3000 pasos. Y es que el aeropuerto es grande. Y mi forma de asustarme menos es conocer. 

Y de repente sentí la necesidad de buscar o bien una cafetería, o un McDonalds.

"Busca un lugar donde sentarte y pensar un rato tranquila", me decía mi yo interior. Así que consulté el mapa y llegué al McDonalds. El mismo en el que comí con un amigo antes de ir a Florencia.

Me empezaba a encajar todo. "Aquí los restaurantes", "allí las puertas". Mosquea que las puertas de embarque no se vean, pero están allí, no es tan complicado. Pedí un menú, caminé otros seis mil pasos (¡jajaja, menos mal que hay que estarse quieta!) y llegué a un punto de conexión ocupado por mucha gente, así que acabé donde al principio, pero sentada en el suelo (es decir, a la salida de la tienda, en un rincón en el que nadie me veía a mí, ni yo a nadie. Bueno, miento, yo sí los veía a todos, jajajaj).

"Y a esperar", me dije.

Vi en final de Evangelion. En Netflix. Y lo juzgué con dureza. Es una "rayada" tremenda sobre la identidad, y si merece la pena o no ser corazones separados. Shinji me caía mal entonces y me cae mal ahora. No es necesario tanto desnudo de personajes. Pasé muchas cosas deprisa porque no me interesan.

Y entre ida y vuelta al panel de información, escribí al actor.

Soy bastante impulsiva, pero es que además, estaba nerviosa. Y eso hace que piense cosas muy negativas, y entonces... me llamó.

Hablamos un buen rato. Tuve que colgar al embarcar, y luego desde el avión, le llamé yo.

Es genial porque... estaba tan distraída que apenas me di cuenta del despegue. Me dan miedo los aviones. Me encanta volar, es maravilloso, pero ... el avión no. Es la falta de posibilidades lo que me asusta. Parece que, en un coche, si algo va mal (y digo parece), hay posibilidades. En un avión, no las hay.

-Buenas tardes, les habla el comandante del vuelo.... -empezó a hablar quien iba a los mandos-, parece que hoy tenemos una atmósfera un poco complicada, como pueden ver...

Mire por la ventanilla del 8A. Qué curioso, ventanilla y mi número favorito. En fin.

-No se preocupen por las turbulencias, que las habrá. Es normal, dado como está hoy el cielo.

Había cúmulos. Me encantan. Esas nubes blancas enormes que parecen una coliflor por arriba. 

-... y de las tormentas, tranquilos, que esas ya las voy esquivando yo...

¡Jajajaja!

... ¿pero este capitán?....

Contó varias cosas sobre el aire en el avión, el coronavirus y la temperatura en destino.

Me puse los cascos pensando que no sabía que a veintitresmil pies de altura los "bichitos" como dijo él, se morían, y los que quedaban vivos ya se encargaba el sistema del avión de matarlos (me pregunto cómo calientan ese aire a 200 grados antes de mezclarlo con el de la cabina. Supongo que es cosa de la turbina o motor). Era muy interesante. Tampoco conocía la equivalencia de pies a metros, lo que nos dijo que eran unos 8500 metros, lo que viene siendo 8 kilómetros, lo que viene siendo la distancia que tenía yo marcada en pasos en mi móvil. 

"Así que estoy volando ocho kilómetros de altura... ¿que verán los astronautas que suben más?" me pregunté. A mí no me gustaría verlo, lo bonito está ahí, a unos kilómetros de la Tierra. No hace falta salir al espacio.

Y me puse a mirar las nubes. Me encantan. Existe una hora para los fotógrafos que se llama "la hora mágica" por la luz. Y volar en ese momento, es ... un espectáculo, de verdad. Y efectivamente, tal y como dijo, el piloto iba esquivando las tormentas, ¡jajajaj! 

Puse una canción que mandó un amigo a un grupo de whasap, muy romántica, que traducida dice: "Fuera hace frío para que los ángeles vuelen". No sé el título, el estribillo es ese. La puse dos veces, luego puse la escena de Crazy, Stupid, Love, en la que Ryan Gosling se lleva de compras al chico casado. Ya sabéis, la de la cartera. ¡Jajajaj!

Y me dije: "Bueno, me voy a comer esas patatas que llevo en el bolso".

Abrí el bolso, desplegué la mesita, saqué el bote de pringels y cuando lo voy a abrir notó: POM!

La inercia me echó hacia delante y tuve que poner las manos para no clavarme la mesita (y aún así me hice daño), a la par que miraba por la ventanilla. "¿Pero qué...?" 

Tierra.

El avión se estaba posando en el suelo.

¿Qué?????? ¿Tan pronto?

¿¿Dos canciones mirando nubes y una escena de tres minutos y... aterrizo???

El viaje en tren son 7 horas.

Miré el reloj. El piloto dijo que llegaríamos quince minutos antes pero...¡Si tardo más en bajar a Gran Vía en metro!, pensé.

Y yo con la mesita desplegada, sacando patatas fritas y sin cinturón de seguridad.

Salimos del avión todos deprisa, salimos al exterior, y me reencontré con mi familia.

Nada de abrazos.

Más tarde, mientras cenábamos, noté que me miraban "raro".

"Debo de tener un aspecto horrible" pensé. 

Hum. Esta entrada me permite descubrir algunas cosas. Me pongo siempre en lo peor.

"¿Qué estarán mirando?" me dije. "¿Estoy fea y horrorosa?"

-Te has quedado muy delgada.

-¡Estás hecha un fideo!

Sonreí. Y quién me miraba sonrió también. Las dos sabíamos por qué sonreíamos pero no hizo falta decir nada.

Creo que ya os conté que perdí peso de un tiempo a esta parte, y que peso lo que pesaba en la Universidad. Creo que también os conté por qué he perdido peso.

Cuando dejé mi mochila en mi cuarto reparé en que la cama tenía una funda nórdica.

Me dio la risa. ¡Jajaja! En la ciudad hay 35 grados a la sombra, por la noche.

Me puse unos pantalones muy cortos, una camiseta muy ancha de Supermán y me pegué un rato con el televisor tratando de pasar Netflix a la pantalla grande. No hubo forma. Así que tras un rato de ver la televisión, me retiré a leer un libro de mitología. Hablaba de Baco. Aunque tiene cientos de historias.

Luego me metí bajo la funda (ligera) y me dormí pensando: "esta funda me va a sobrar".

Amanecí tapada con ella. ¡Jajajaj!

Levanté la persiana. 

Niebla.

Unos agradables 23 o 24 grados, no creo que haya más. Y si abres la ventana entra un aire frío que te da ganas de tomarte un té o algo caliente.

Y todo esto a "dos canciones" de avión. 


 

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