Plantas.



La primera planta que tuve en casa fue un ciclamen. Es la flor de las celosas y/o celosos. Yo se lo dije a la planta "eres la flor de las celosas", porque cada flor tienen un significado. Se mandaban en cartas y significabas cosas. 
Y al poco tiempo el ciclamen estalló en un montón de flores rojas rabiosas que parecían mirarme como una muda confirmación. ¿Cómo no se me iba a dar bien el ciclamen... si yo soy la mujer más celosa del mundo?
Bueno, tanto no...
Los años siguientes, empezó a echar flores rosas.
Pero lo verdaderamente interesante, es su estrategia en verano. A mis plantas les atacan diferentes plagas con la llegada del buen tiempo. He probado de todo, productos químicos, lavar la hojas con una disolución de vinagre y agua, etc. etc. Pero nada funciona. Lo extraño es que el ciclamen se secó.

Y en otoño, cuando estaba a punto de tirarlo, de pronto sacó una hoja verde y enorme apuntando al techo, y se llenó de flores poco después. Ese ciclamen es muy listo. Encontró la manera de adaptarse a las plagas del verano. 

También tengo Aloes. Me regalaron alguno porque era medicinal pero al aloe le empezó a ocurrir algo curioso. No paraba de echar hijos. Alguien dijo: "Ah, es que tienes un aloe hembra". Ignoraba que los cactus tuvieran género, pero debe de ser que sí, porque cada vez que cortaba una hoja para hacer una mascarilla facial, el espacio era rápidamente ocupado por otros aloes y otros hijos. La maceta no daba más de sí, trasplanté un aloe y a los pocos días el trasplantado tenía otros seis hijos en una maceta pequeña. En cuanto a la maceta grande, su espacio fue ocupado rapidísimamente y ahora parece un pulpo. Si pusiera esa maceta boca abajo seguro que saldría por sus propios pies de casa.

Este año, el primero que no me molesté en resguardarlos del frío (un año en Madrid, se congelaron y todas las patas se esparramaron lánguidas por el suelo) abrí la ventana un día y con asombro contemplé dos varillas de un metro de altas con un montón de flores.

Ignoraba que los aloes florecían.

Mirando la maceta en conjunto, comprendí algo que la palmera me iba a confirmar en poco tiempo.

No sé qué o cómo hacen mis plantas, pero se invaden unas a otras. Al volver de unas vacaciones, comprobé asombrada que en la maceta de la palmera había crecido una planta que yo tengo fuera (sobre los aloes), una planta muy bonita, muy grande y con flores rosas. Y allí estaba. Unas hojas verdes enormes en un espacio ínfimo, y un ramillete de flores rosas que apuntaba hacia la ventana con una energía sorprendente (¿qué sostiene a la planta si ese ramillete pesa más que toda la planta en sí). Sorprendida, pensé: "Pues hija, vaya lugar has buscado para nacer". A la sombra de una palmera.

¿Sabéis qué le pasó a la palmera? A medida que la planta crecía, la palmera lo hacía más. Y ahí sí, empezó a resultarme gracioso. Si la planta echa otro tallo, la otra lanzaba tres hojas nuevas. De tal modo que ahora tengo una palmera con fruta (sí, otro gran misterio) con tres hojas nuevas por semana y una planta que de por sí ocuparía todo el tiesto, lanzado flores a diestro y siniestro. Las miras y piensas... ¿es una competición?

Lo es. Por el espacio. El poto o cuna de moisés, sube por la pared (literalmente) y se ha agarrado al paraguas con tanta fuerza que me da miedo cogerlo. Algunos días le echo agua con un pulverizador, porque sé que cuanto más húmedo es el ambiente, más grandes son las hojas. Hay hojas más grandes que mi mano abierta. 

Luego tengo menta. Pero por la menta estoy preocupada. A ver si ahora averiguo cómo evitar que le afecten las plagas. Crece buscando el sol y "en la maceta popurrí" hace... espirales. Si lo viera un botánico se llevaría las manos a la cabeza. Me da pena cortar la menta y corregir esa manera absurda de crecer... Pero es que en esa maceta ha crecido de todo (hay unas ocho plantas) y es mínima. Lo más extraño de todo es que ahora he visto un ciclamen pequeñito luchando por conseguir espacio.

Además de eso, en la maceta de la cuna de moisés ha crecido también otro ciclamen.

No sé vosotros... pero yo lo veo todo un poco fuera de control. No digo nada porque hay muchas flores pero... 

Y para acabar, os voy a contar una anécdota con el poto. Esta planta es corredera e invasiva. Muy resistente. Crece tanto, que la gente la poda y tira los restos. Largas lianas que tienen el poder de convertirse en nuevas plantas (les salen raíces fácilmente). 

Pero a mí cortar un poto y tirarlo me da pena. No puedo evitarlo. 
Un año estuve como tres semanas diciéndome a mí misma que la gente tira plantas sin que pase nada y al final, armada de valor y resolución (además de unas tijeras), podé el poto y lo tiré a la basura.
No sabéis que pena me dio.

Al día siguiente, sonó el timbre.
ding-dong!

Abrí. Era la vecina:

-Ay, Nelly, mira, te traigo un regalo. Es que he podado esta planta y no la quiero tirar, y como sé que a ti te gustan...

Allí estaba, delante de mí, con un trozo de poto de un metro de largo.

Había tardado un mes en decidirme a tirar lo que al día siguiente me aparecía como regalo en el umbral de la puerta.

-Mu-muchas gracias -dije, así con el gesto un poco rígido.

Y ese, queridos internautas, es el poto que se está comiendo mi terraza* en estos momentos. Es tan mono. Con esas hojas enormes tras las que está mi paraguas... 

(*más bien es un mirador)



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