Trabajo y casualidades.


Ayer por la mañana hice una meditación que encontré por casualidad en mi móvil. No era budista, trataba de observar y dejar ir los pensamientos. A pesar del escaso éxito que había tenido en Internet a mí me gustó y casi estuve 45 minutos de sesión con ella. Fue una meditación realmente buena, concentrada, silencio, y con aprendizaje pues... resulta que no somos lo que pensamos. La frase no es algo nuevo para mí, pero sí que vi en esta ocasión cómo me arrastran los pensamientos, se te pegan o te enrredan,  y te conducen a lugares en los que realmente no estás. Y no me pareció malo. Simplemente, pasa. Pero eso no significa que lo que piensas sea cierto, es más como una parte de ti. 

Llegué al trabajo, me voy a saltar algunas cosas, tuve una felicitación y un error. Del error casi me muero de la vergüenza. Dejé en copia oculta a quien no debía, porque jajaj! buscaba su dirección en la libreta del correo. Y no sabía el apellido, al final lo encontré pero ya no estaba "conectada". Lo malo es que era ya tarde y me olvidé de borrar su nombre de la barra de correo. Bueno, de todos modos, propició una reunión hoy que sirve para aclarar una duda que a su vez afecta al destino de otros. Dentro de lo malo, fue un error que trae algo bueno. 

Me bajé a trabajar con un portátil a una sala. Nuestra salas tienen frases y gente... que ha significado algo para la Historia humana. Tengo la manía de creer que la Tesla es mi favorita, aunque realmente me siento mejor en la Albert Einstein. Ayer entré en una llamada Copérnico, pero ni me fijé.

Metí 446 líneas de información en un Excell.
446 líneas que previamente tuve que buscar, gracias a la ayuda de mis compis, al menos las tenía.
Línea a línea. 

A las diez menos viente me dije: "Cuidado, que ahora viene cuando estás cansada y te equivocas".

Ya os dije que tengo un problemilla con cuando parar o conocer mis límites. Claro que podía intentar llegar a las 500 líneas de información. Pero, ¿debía? Llegaría cansada, con ojos rojos, dolor de cabeza... me confundiría y en vez de ayudar... a saber el resultado.

Cogí el teléfono móvil y puse música de fondo.

Elegí un mantra de "Tara" que os va a sonar a chino, pero justo cuando sonaba la canción, me llamaron. Eso hizo que me preguntara si alguien descubriría ese secreto (¿sonaría el mantra mientras hablo?) y diría: "¿Esta tía tan rara qué escucha?",  pero deseché el pensamiento. Atendí el teléfono. Era alguien que me cae muy bien.

Usó la palabra decepción.

Y le entendí. A lo largo de la tarde, había entendido muchas palabras, muchas preocupaciones, muchas tristezas. En vez de negarlas, era como: "Sí, y que lo digas". Pero me chocó que sintiera lo mismo que yo. 

Y observé cómo lo sobrellevaba.

Colgó. Siguió sonando el mantra. Y yo seguí con mis líneas (a pesar de las advertencias interiores). De lo que no me di cuenta es de que la canción pasó de un mantra a otro, y a otro, y a otro... y a otro. Levanté la cabeza del ordenador. Quedaban 10 minutos para acabar la jornada y un programa se estaba ejecutando. Uno que me impide hacer otra cosa, no tenía más que esperar.

Cerré los ojos, me pasé las manos por el rostro, me centré en mi respiración y escuché.

"¿Por qué me siento tan bien?" pensé. Y era la música. Que la música me afecta bastante ya lo sé (imagino que a todos), pero que me gustaba escuchar mantras, no. A ver, si me dices: "Mira, Nelly, una lista de reproducción de sonidos zen, naturales, mantras de no se qué" Yo contesto: PFFFFFFFFFFFFF!! ¿No tienes algo de Shakira?

Sin embargo, allí estaba, y allí estaba esa sensación.

"Bueno, vale, me gustan los mantras, qué le vamos a hacer. Me los pondré en casa, en silencio, para hacer super-sesiones de relax." -me dije a misma.

Mirad que los mantras son bien raros, ¿eh?. Pero... es que esos sonaban como un río y ... no sé era genial, era música muy suave y los cantaba una chica... no sé, no tengo ni puñetera idea de qué decían. Pero era muy relajante, y quitaba todo el estrés, toda la ansiedad y me centraba en el aquí y ahora. 

Al levantar la cabeza me quedé mirando la cercana pared.

Saber que sabemos lo que sabemos y que no sabemos lo que no sabemos, es el verdadero conocimiento.

Mira que escribirlo en cursivas, pensé, con lo fan que soy yo de la cursiva. Leí la frase como seis veces en la pared blanca y pensé: "qué bonito". Me encanta que decoren así. Sólo que de repente me pregunté o una parte de mi cerebro me preguntó si realmente entendía la frase. Así que me fijé en cada palabra detenidamente.. y de repente.

"...AaaaaaAh!!"

Ahora sí!! Ya, jajajaja. Muy bueno. Saber que sabemos lo que sabemos. Y que no sabemos lo que no sabemos. Conocimiento. AAAh, ya jajajaj! Básicamente, tu puedes ser un ignorante que sólo sabe de (no sé, pensad en algo limitado) y sabe que desconoce las matemáticas. Pero si sabe que sabe lo que sabe y que no sabe lo que no, entonces tiene conocimiento. Muy bueno! Aplicadlo a toda la raza humana. Lo apliqué a mí. 

Ya es la hora de irse. Quito los mantras, apago el ordenador, cierro todo, cojo el portatil, echó a andar por el pasillo (tarde, siempre tarde, siempre la última, pienso) y al doblar la esquina me topo de frente con aquel del que yo intentaba aprender cosas. Especialmente de Dharma (camino del budismo).

Y del salto casi llego al techo.

Fuera de hora. Porque él se va antes. Y nos vamos a cruzar -con todo el cuidado que he puesto yo en no tener que verlo nunca (jajajaj!) - en un pasillo, en el minuto de cierre de la oficina, SIN NADIE MÁS, subiendo las escaleras.

Claro, saludé. ¿Qué otra cosa se puede hacer?
Me saludó, y me dio la sensación -como siempre-, de que lo hizo igual que lo saludaba yo.

Salí por patas en la primera planta, devolví el portatil, me paró un compañero para preguntarme por el archivo (¡a buenas horas, mangas verdes!), un poco nerviosa, aún di mil vueltas devolviendo herramientas a los lugares de las que procedían y al final, presa del cargo de conciencia, volví a mi compañero y le dije: "oye, ya está todo, he metido 446 líneas... mañana más. Pero no hace falta que hagas otro archivo, ni puedo venir antes mañana, ni me voy a quedar ahora..." (¡pues menudo se pone el barrio de noche, como para llegar tarde!!).

Cogí el coche, música a todo trapo, me puse a conducir... y a los dos kilómetros me volvió a la mente el extraño encuentro en el pasillo, viniendo yo de escuchar mantras -que esa es la casualidad-, y voy un me lo encuentro.

Antes, me habría parecido que hay algo más -me dije-, como un destino místico y todo eso... Pero ya no.

A esto, una parte de mi mente se sonríe. Como diciendo: Claro, meditas una hora, pones mantras en el trabajo y te encuentras al muso fuera de su hora. Los dos decidís salir a la vez a ese pasillo. Qué tremenda casualidad. Más teniendo en cuenta que tú ibas a salir antes pero te has quedado porque el programa se ralentizó.

Uno metros más adelante me digo: "Vale, de acuerdo. Puede haber algo, no digo que no. Pero sí sé lo que no es bueno para mí y no sé lo que puede haber o no haber. Por tanto, querido cerebro... JAJAJA, TENGO CONOCIMIENTO."

jajaja!
¡Es lo que decía Copernico, no?! Saber que sabes lo que sabes, y que no sabes lo que no sabes. Que una parte de mi estómago decide (a saber si es el estómago) que cree que hay algo más en el mundo. Vale, puede ser. No digo que no. A lo mejor el encuentro significa algo más que el mero azar, tiene un propósito que yo desconozco, obedece a una causalidad con significado. Pero eso yo no lo sé. Luego tengo otra parte que sabe cosas. 

Seguí conduciendo, y no volví a pensar en el asunto. Creo que a mi cerebro la respuesta le había gustado. Al final, lo que le decía era: "No tengo ni idea pero no me voy a volver loca intentado averiguarlo".

Le estoy cogiendo el truco a ser yo. 
^_^ 

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