De lo que aprendí leyendo...

Los libros son, sin duda, algo maravilloso.
 
Me pasé la mañana leyendo.
 
No lo tenía planeado... es sólo que empecé y ya no paré. Aunque sí hice una pausa, en realidad, para intentar meditar.
 
Usé un libro, el primero que encontré del tema, llamado Hacer Buda.
Es muy sencillo, es para niños, pero recuerdo que mi vida mejoró muchísimo simplemente haciendo las meditaciones que proponía: la de la sonrisa, la de la respiración del globo, la de cabeza-corazón-ombligo, la de ser invisible, etc. etc.
 
También pensaba: "Debería buscar un maestro para ser la mejor del mundo y entonces ese otro se iba a enterar"... pero pronto abandoné la idea y me reí. ¿Por qué? Fácil. Uno no decide ser altruista para fastidiar a otro. No es una motivación correcta.
 
Empecé con la página 1. La meditación de la sonrisa. Tuvo un efecto tremendo...  Pensad en alguien a quien queráis mucho e imaginadlo sonriendo. Vamos, es automático que sonríes tú.
 
Pero al poco rato me di cuenta de lo tristísima que estaba y eso echó por tierra todo lo demás, como un dique que se rompe. Intenté reprimir esos sentimientos pero me dije: "bueno, qué más da. Estás triste, pues estás triste, es lo que hay". Lo que me puso supertriste y dejé de meditar.
 
Seguí leyendo.
 
Alice y Mattia pasan "de puntillas" por el instituto. Se conocen y se hacen amigos. Con los años, pasan a la universidad. Bueno, ella no lo sé. Él, desde luego sí. Me interesa más Mattia que Alice.
Alice... bueno, al final conoce a un médico (cuando va a visitar a su madre enferma)  y vas viendo que evoluciona como una chica con anorexia pero... normal.
 
Mattia es otro rollo.
 
Hay algunos detalles en la construcción del personaje que merece la pena reseñar. Como su forma de mirar los reflejos de la gente o abstraerse cuando la situación le desagrada.
Es extremadamente inteligente.
Pero se escapa de todo.
Saca de quicio a un profesor que le envidia.
 
Dejé de leer, cuando sufre un ataque de ansiedad después de lograr todos sus objetivos.
 
Estamos ya en la vida adulta de Mattia.
Quiere ser normal, pero no puede.
Y, de nuevo, reaparece Alice.
A la altura de donde dejé de leer, Mattia le cuenta a Alice lo que le pasó cuando era niño. Pero toda esa parte me da a entender una cosa, y es que en este tipo de historias me pasa, aunque estén tristes, su mera experiencia de sentir ya es bella.
 
Ridículo, ¿verdad? Estas historias me atrapan mucho. Todas tienen en común la manera de sentir del personaje y lo detallistas que son (sienten presencias, acarician una hebilla, miran la luna, miran un reflejo, piensan en muchas cosas...)
 
Ver que Mattia estaba tan desconectado de sí mismo me dio que pensar y ver cómo Alice supera todo poco a poco me dio que pensar más, así que de repente me dije: "Qué bello es todo".
 
Y entonces - y esas son las cosas raras que yo trataba de comprender con el Muso/maestro/tipo al que caigo mal-, empezó a sonar una canción (en la vida real).
 
Never gonna give you up...
 
A todo volumen.
 
¿??¿?
 
Dejo de leer. Voy al baño. Me peino.
La canción cada vez más alta.
 
Y cuando voy a cerrar las persianas (vivo en un piso interior, algún día hablaré del porqué) me encuentro con que mi vecino es algo así como una versión de Gerad Butler en sus mejores películas.
 
"Eeeeh…." pienso.
 
Bueno, yo ya sabía que él vivía ahí. Tiende la ropa que es un verdadero desastre.
 
Pero, seamos francos, nunca miraba demasiado.
 
Bajé la persiana sin mover la cortina. Y entonces pensé: "qué gesto de mala educación". Podía pensar que yo estaba cotilleando y que bajaba la persiana, cuando no es eso en absoluto...
 
Al cerrar otro cuarto, bueno, pues ya quedó patente lo que estaba haciendo.
 
Y de repente:
 
- ¡Hola!
 
Va y me saluda.
 
Le miré.
Farfullé algo de manera aturullada mientras me escondía más rápido que una tortuga asustada en su caparazón. Él se echó a reír.
Desde detrás del visillo del cuarto en el que escribo (azul) le vi sonreír más y mover la cabeza como diciendo "qué alegre estoy". Y siguió tendiendo la ropa mientras silbaba (never gonna give you up...)
 
Sería gracioso sufrir tantos desamores cuando un soltero de mi edad lleva muchos años viviendo delante de mí.
Pero bueno, la vida es así.
Me pregunto quién será ese vecino.
 
Llegué al trabajo y me topé en un pasillo con la persona de la que os hablaba antes. Mientras conducía iba pensando en la madurez. Y en aprender cosas que por más que te empeñes las tienes que aprender tú mismo o tú misma, porque son experiencias personales.
Fue cruzar la mirada con esta persona y seguí pensando que... haga lo que haga, tiene algo... que por más que yo me empeñe, no voy a ver de otra manera.
No obstante lo cual, sigue siendo imposible aprender con él, y debo tener cuidado porque yo me hago daño. Como diga algo... yo me hundo muy fácilmente.
Pero no hay rencor.
Tengo el sentido del rencor de una pelota de tenis.
 
Un rato más tarde, alguien me deja una cosa que necesito para trabajar y me pregunta qué puñetas veo en él.
La respuesta que doy es: "No le veo. No importa lo que me digas... porque cuando yo le miro... no veo nada. Sé que debería verlo. Todos nos vemos y nos clasificamos. Pero a él no (seguramente, porque estoy empeñada en no hacerlo)."
 
A lo mejor es que adivina cosas. Yo adivino cosas y ni yo misma me lo explico. Pero cuando me asaltan estos pensamientos me digo a mi misma que ¿él? no me cree. Es decir: él no me cree. Y por tanto, no voy a aprender nada de eso.
 
Pero... haga lo que haga, brilla.
¡jajaj!
 
Dicho lo cual, la estrategia es: salir huyendo.
Y también pensar que todas esas casualidades a las que yo doy significado, no lo tienen. No con él. Es típico que cuando alguien te gusta (supongo que en el fondo es eso) todo te parece que lo hace por algo y en realidad... a él ni le gusto ni le caigo bien...
Con lo maja que soy yo de amiga. No lo entiendo.
Pero bueno, yo creo que con ambas premisas... lo tendré todo bajo control.
 
 
=)
Felices todos!
Meditar y leer! It´s wonderful.
 
 
 

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