The kindest man in the world...





Esta mañana me ha topado con una inusual muestra de amabilidad en el supermercado. Al salir del gimnasio decidí hacer algo de compra. "No importa lo que elijas, pero que sea verde y que sea sano" pensaba. Al entrar en el super, saltó una alarma en tono bajo. La señora que iba detrás, otra señora más y yo, nos giramos con gesto indeciso. No sabíamos si alguna de nosotras lo había provocado.

Tras decidir con mucho criterio los productos que quería, me acerqué a la línea de cajas. Sólo había una abierta, lo que da una idea de lo tranquilo que estaba todo.

- No tengo absolutamente nada de prisa, así que por supuesto pase usted delante...

Esas fueron las palabras que me llamaron la atención. Las dijo un chico de mi edad, que estaba el último de la fila en la caja en funcionamiento. Al ceder el paso a la ancianita que se lo pedía, me obligaba a mí también a cederlo. Eso me hizo reflexionar.

"Absolutamente nada de prisa" repetí en mi mente... ¿estará de vacaciones?

"Y yo, ¿tengo prisa?"

Justo entonces la anciana se volvió con unos pasteles en la mano. 

- Mira, sólo llevo esto -dijo.

Y PUM! Se le cayeron al suelo.

El joven se agachó y los recogió al instante.

"Hum... pues sí que es amable este chico. Y la anciana es una señora entrañable".

La Cajera interrumpió mis reflexiones:

- Voy a llamar a una compañera... Pueden ponerse en la Caja 4.

"Esta agobiada" pensé.

La ancianita y el chico se volvieron. Fue entonces cuando vi sus ojos. Enormes. Y azules. Un poco más y no le caben en la cara de lo grandes que eran. En cuanto al tono, no era un azul claro, era un azul... oscuro. 

- Eh... no, yo... me quedo aquí -dije.

El chico y la anciana se movieron. Otra señora que estaba delante del chico, también.

Fue entonces cuando reparé en que nuestra cajera parecía tener una devolución. Sensatamente, lo mejor era trasladarse a la cuatro. Así que me moví y me encontré con la ancianita indecisa y el joven que ya había empezado a poner su compra sobre la cinta. La anciana no sabía dónde ponerse.

- Pase usted delante -le dije (es lo justo)-, pues estaba delante en la otra caja.

- ¿Sí?

- Pues claro.

El joven, como era de esperar, cedió el paso también. Y yo a su vez lo cedí a otra señora que se supone iba delante de todos nosotros.

El chico me miró y dijo algo sobre lo que podía tardar la caja 4 en abrir de verdad, y que a lo mejor no era conveniente estar allí. Y como no sabía qué responder, le dije: "Bueno, es que la otra cajera parece que tiene una devolución complicada".

- ¿Ah, sí?

- Sí.

Y entonces se dio la vuelta y continuó poniendo su compra en la cinta.
No pude evitarlo, me fijé en su cesta. Entre otras cosas, llevaba pinceles. Eso y fruta.

"... Pinceles, lo que faltaba. Un artista".

Podía decirle algo pero me dije a mi misma que de eso nada, porque una no puede ir por ahí diciendo: "¿Tú pintas? Porque yo escribo..." No es una buena idea. Y mientras me peleaba conmigo misma diciéndole a mi interior que no y no, oigo decir a la anciana:

- Pintor ¿eh?

Me puse roja yo. Por suerte, ninguno me observaba.

Y entonces el chico hizo algo todavía más extraño. Se gira y me dice:

- Mira, pongo el separador de la cinta para que tú puedas colocar tu compra ya, así te es más cómodo.

Vamos a ver, ¿qué clase de persona sobre la Tierra es tan tremendamente amable? Esas cosas (y no es por "tirarme el pisto" las suelo hacer yo por mera eficiencia, pero no estoy acostumbrada a que... ocurra al revés. Primero deja pasar a la anciana, segundo, como dijo "absolutamente nada de prisa" y tercero, ¿piensa en el que va detrás a la hora de poner su compra?)

"¿Por qué es tan amable?"

Le miré, me miró. Ojos enormes, azules, aire relajado, ropa informal. Cesta con fruta y pinturas. 
Y amable.
Me encaja todo, menos lo de amable, porque lo era de verdad. Ni estaba fingiendo, ni lo hacía por mera cuestión de "somos cien mil personas y cuanto menos molestes mejor". No. Estaba siendo amable por algo de él mismo .. ausencia de causas para no serlo. Digamos. Estaba como.. en su mundo.

Al recoger la compra me tuve que poner a su lado. En un alarde de audacia, le pregunté:

- Y... ¿por casualidad ilustras libros?

Era un buen pie a: "pues yo soy escritora, pues tengo amigos ilustradores... pues mira, ya que estamos, a lo mejor te interesan los contactos que yo tengo... o no. Porque eres así de amable y te mereces de verdad un éxito...".

Y entonces va y contesta:

- Oh, no, no...  es un hobby, que va. No, yo... pinto... un poco, por diversión. 

Ya. Pintas por diversión. Yo escribo por hobby también. 
Cada vez me intrigaba más.
Y justo entonces, me mira y dice:

- Por cierto, te deseo que tengas un maravilloso día.



¿¿¿?????¿¿¿????¿¿¿?????

Bueno, el chico se va. Yo me aparto de la caja porque, entre otras cosas, siempre me retiro para que el siguiente tenga espacio para guardar cosas. Hay muchos sitios donde revisar la cuenta y las cosas que llevas. Justo  entonces, oigo un estruendo detrás. A una señora se le han caído docenas de monedas.

La que se ha líado en un instante.

Espoleada por la amabilidad del dichoso chico pintor, me agacho y le ayudo a recogerlas.

- Muchísimas gracias -me responde la mujer.

De nada. Y, ya puestos termino con, "que tenga un maravilloso día."

Bien, al salir voy pensado... ¿qué hace que alguien sea tan amable? ¿es la falta de problemas... es... que Madrid tiene menos gente en verano?

No puedo vivir con esta intriga, ¡por favor, que vuelva el chico pintor, ajajajaj!
(Es broma) 

Fin! 

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