Cuentos del niño mensajero: La Bondad


Cuando regresó de su paseo matutino la alcaldesa de la Ciudad Imaginada descubrió al cartero sentado tranquilamente en una silla, en el despacho de la casa consistorial. Aquello resultaba inusual, pero era siempre una sorpresa grata, por lo que Nelly no dijo nada y se puso a ordenar la compra. En un momento dado vio su rostro reflejado en un espejo. Se sorprendió un poco, luego se giró hacia el cartero y preguntó algo que le había dicho el Muso esa semana:

- ¿Crees que la verdadera naturaleza del hombre es la "bondad"?

Tras un silencio breve, el niño mensajero contestó:

- No ves el mundo en el que vives.... -en un tono que no era exactamente de pregunta. Pero que podía serlo. 

Nelly ladeó la cabeza, gesto que hacía cuando intentaba comprender algo. ¿Le había hecho una pregunta o era una afirmación? No había manera de saberlo. Pero recordó las noticias que ofrecía el televisor a diario y se entristeció.

- Supongo que no es la bondad nuestra naturaleza.... pero entonces.. ¿por qué lo diría?

No contestó el cartero mientras ella sacaba un tarro de arándanos y se sentaba en el sofá. ¡Qué ricos estaban los arándanos! Cuando era niña, oía hablar de esa fruta pero a su ciudad imaginada no llegaba. ¿Qué sería un arándano? Hasta que por fin comenzaron a comercializarse y pudo comprender a qué se refería Willy Wonka con el color de aquellos frutos. Uno de los libros favoritos de la alcaldesa era Charlie y la Fábrica de chocolate, pues Nelly aún recordaba con estupor como siendo muy niña, empezó a leerlo y se llevó una enorme sorpresa con el autor. Roal Dalh había matado un personaje. Algo... impensable, algo que rompía las normas. Nelly tuvo que dar la vuelta a la hoja dos o tres veces, pues aquel gran escritor travieso le estaba tomando el pelo, le hacía un guiño a través del tiempo. "¡No puedes hacer eso, te has saltado una norma!" pensó.

Claro que al final no murieron. Sólo estaba dando una lección.

Mientras saboreaba los arándanos, dijo:

-  Si el Muso jamás miente... entonces... ¿cómo puede él decir una cosa y ser la realidad otra?

Esta vez giró la cabeza para mirar directamente al cartero. 

- ¿Tú qué opinas?

- Es un método.

De nuevo, ladeo de cabeza. "No te entiendo" parecía decir Nelly con la mirada. 

- ¿Qué pasaría si todos los seres humanos creyerais que la naturaleza de este mundo, vuestra naturaleza, es la bondad?

Nelly se quedó pensando. Imaginó la situación. Tenía una poderosa imaginación visual, cuando pensaba en algo, su mente la trasladaba a ese escenario con imágenes muy claras. A veces era una ventaja... otras, una desventaja. Especialmente cuando imaginaba catástrofes. De lo que no se había dado cuenta todavía era de cómo podía controlar su mente.

- Pues... que el mundo sería un lugar maravilloso -se rascó la cabeza.

- El mundo puede ser tan maravilloso o tan espantoso como vosotros queráis que sea.

- ¿Y entonces? -El cartero no dijo nada. Ella continuó tras unos instantes de reflexión sobre la palabra "método"-, ¿entonces, es un maestro? 

- Para ti, sí.

 Quizá en este punto era importante definir la palabra "maestro". Un maestro, en el contexto que lo estaba utilizando Nelly, era alguien que lleva a los demás desde un punto de falta de conocimiento o pericia en algo, hasta otro punto en el que ya son duchos en una materia. La palabra "maestro" implica cierto compromiso que a Nelly le asustaba. Un maestro en mecánica sólo te va a enseñar a reparar coches. Un maestro en educación te enseñará diferentes materias. Pero un "maestro-maestro", un maestro de la forma de pensar... eso puede ser peligroso.

- ¿Es el maestro que te pedí?

- Sí.

- ¡Jo, sí que eres bueno trayendo cosas!

- Ni te imaginas -respondió el mensajero.

No hizo falta que la alcaldesa pronunciara en voz alta su siguiente pregunta. Su pensamiento iba rápido como el viento, pero el del cartero parecía viajar todavía más veloz. De hecho, parecía estar ya esperándola cuando ella llegaba. Se puso en pie y contestó:

- No he dicho que vaya a ser tu único maestro.

La gran inquietud de Nelly era aprender sólo de una cosa en esta vida, perdiéndose otras que también le llamaban la atención. El mensajero no dijo nada, pero la alcaldesa supo que había llegado la hora de su partida. Tenía otras cosas que hacer, no estaba bien acapararlo, por muy interesante que fuera su conversación. O por muy misteriosa que resultara su presencia. Le sonrió pues siempre era una alegría que le visitara, y le dijo que al final no había quedado claro si la naturaleza humana era la bondad o no. El niño no parecía dispuesto a darle una respuesta categórica, en todo caso, dejaba que ella decidiera. Nelly pensó que el cartero creía que todo era neutro, ya que había dicho que el mundo podía ser maravilloso o terrible. Pero entonces, ¿estaba aprendiendo bien? ¿A qué se refería el Muso?

Como despedida, el cartero le dijo:

- Estas de acuerdo con que hay acciones que traen resultados buenos y hay cosas que traen resultados dañinos, ¿verdad?. Sin querer ya comprender o juzgar y etiquetar todo lo que hay detrás. 

- Sí -contestó Nelly.

- Pues en ese punto estás de tu educación.

Y sin más, abrió la puerta y se marchó.

"¡Qué pillo! ¡Yo no he formulado esa pregunta en voz alta!". Rápidamente, Nelly encendió el ordenador, y buscó todo lo que se le ocurrió que pudiera darle un valor numérico de sus avances. Pero no encontró nada. 

"Sinceramente", pensó, "ver que hay cosas que traen cosas buenas y otras que traen cosas malas no parece un avance muy significativo. ¡Hasta un niño podría verlo!"

Apagó el ordenador, se estiró pasando los brazos por detrás de la cabeza y salió al espléndido día de otoño en busca de otro maravilloso tarro de arándanos.

FIN. 






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