El cuenco tibetano - Cuentos del niño mensajero.

Tenía Nelly un pequeño cuenco tibetano, regalo de un amigo, que muy de vez en cuando hacía sonar. Le cabía en la palma de la mano pero a pesar de ser pequeño, un experto en la materia le dijo que era un cuenco increíble ya que alcanzaba unas notas muy potentes y poderosas. Tenía un sonido muy especial. Muy agudo, y alto, sin llegar jamás a ser estridente. Un sonido muy elevado para su pequeño diámetro. 


Hacía meses que la alcaldesa no lo utilizaba para meditar, pero aquella tarde, terminada su labor y viendo que sus amigos se retrasaban (incluso, puede que no llegaran nunca), decidió encender una barrita de incienso y meditar.
Tomó el cuenco en una mano y tras dejarlo reposar en su palma comenzó a dar vueltas al instrumento con el que sacaba el sonido de manera que, en apenas unos instantes, la habitación se llenó de aquella vibración maravillosa. Entonces, Nelly, que había encendido el incienso y había propiciado un pacífico entorno en el que no se escuchaba nada, se concentró, escuchó el ambiente, y mentalmente, mientras daba vueltas al cuenco supo que iba a tener lugar una meditación maravillosa. Y en medio de aquel silencio expectante, con toda la conciencia de su mente, pensó para sí misma con melodramático tono:

- "AAAAAAAyyyyy qué solita me sientooOOOooooOOooooooo"

De inmediato, la presencia del niño mensajero se hizo notar en la habitación.

(¿¿¿Pero qué haces???)

- Pues meditar -contestó Nelly con los ojos cerrados

- ¡¿Tienes idea de la potencia que alcanza Eso?! -preguntó el mensajero de la ciudad.

El sonido invadía toda la habitación, pero no era alto. No había nada más, Nelly se sentía super-concentrada. Miro al cartero.
Y se encogió de hombros.

- Sí y ¿qué? Bueno, tampoco es tan malo empezar una meditación reconociendo algo... y es que me siento "solica" y...

Sonó el teléfono.
Era un mensaje de "whasap". El niño desapareció al instante.
"Creo que es el mensaje que esperaba" pensó Nelly.
(Pues claro que es el mensaje que esperabas) -contestó el niño, desde algún rincón de su mente- (sabes que es el mensaje que esperabas)

Nelly se levantó. ("¿Y la meditación?" preguntó con pena. El cartero no contestó). Se acercó al teléfono. Tres mensajes a la vez. Apenas lo levantó en la mano empezó a sonar una llamada.

- Jo, qué impaciencia.-se dijo Nelly.

- ¿Puedes quedar ya? -preguntó su interlocutor.

- Ah, sí... sí, claro.

- ¿Pero ya? ¿ya, eh? Porque yo ya estoy. ¿Puedes ya?

- Sí.

Aquello empezaba a ser raro. Justo colgó el teléfono y le llegó otro mensaje de otra persona: "Oye, que si habéis quedado yo voy".

A la alcaldesa le entró la risa.

Miró el cuenco. Apagó el incienso. Miro alrededor, convencida de que el cartero se escondía en algún rincón, en alguna sombra, de la casa consistorial, y dijo:

- Jo, qué eficiencia.

De nuevo miró al cuenco y pensó: "¿y si hubiera pedido que me tocara la lotería?"

De nuevo, miró a su alrededor.

¿Era ella... o había alguna relación entre ese cuenco y el mensajero? Hum. No podría descubrirlo. En vez de eso, se puso el abrigo, salió del Ayuntamiento y se dirigió al lugar acordado.

Mientras caminaba por el parque se dijo: "bah, ... sólo ha sido casualidad".

FIN.


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