La Motera - Cuentos del niño mensajero.

Estaba Nelly tumbada en su casa, mirando al techo con una cara de absoluta desolación, tras haberse pasado la noche en vela. Su tristeza era tan grande como el océano y su corazón estaba tan hundido como el Titanic.
En estas que alguien llamó a la puerta de la casa consistorial y sin darle tiempo a incorporarse, la abrió de un sonoro golpe.
Nelly vio en el umbral a una chica joven, con una cazadora de cuero, el pelo rizado, corto, alborotado y rubio, y un casco de moto bajo el brazo.

- Así que este es el lugar...-comenzó la joven.

Entró en el Ayuntamiento como si fuera su propia casa, y comenzó pasear la mirada por todas partes.

- ¿Quién eres? -preguntó Nelly, colocándose el pelo detrás de las orejas.

- Me llamo Martha -repuso la motera.

- ¿Eres amiga del niño mensajero?

Los ojos de Martha brillaron con maldad al contestar:

- No exactamente.

Se sentó junto a Nelly, en la cama y le dijo:

- Vengo a aclararte algunas cosas, muchacha, porque de lo contrario vas a terminar muy mal. 

El entendimiento de la alcaldesa estaba aún secuestrado por los efectos de la falta de sueño y los desajustes alimenticios (ahora no como un día entero, ahora me zampo una pizza de noche). 

- Algunos dirían que estoy aquí para activar "el modo supervivencia" -continuó Martha.

- ¿El qué? -preguntó Nelly.

- ¡A establecer tus prioridades, chica! -respondió mientras se acercaba a una librería y comenzaba a cotillear los libros-. Vamos a ver, ¿qué te pide el cuerpo? -se giró para mirarla un segundo y añadió:- Bueno,... qué te pide el cuerpo que puedas darle ahora...

- Yo que sé -respondió Nelly-, ¡eh, cuidado con esos libros!

Vio como Martha arrojaba fuera de la librería un montón de volúmenes.

- Crecimiento espiritual... ¿eh? ¿No te pusieron en duda tu motivación hace poco? ¡Duele, ¿verdad?! ¡Pues de estos no leas ninguno!

Los tiró al suelo. Nelly se incorporó a medias.

- ¡Oye! -protestó.

- ¿A que no dijiste nada cuando te pusieron en duda y te cuestionaron? ¡No, claro, porque la gente te importa! Pues para eso estoy aquí. Para que dejen de importarte...

- ¿Seguro que no eres amiga del cartero? -insistió Nelly.

Martha sonrió:

- Ese estúpido niño y yo no somos amigos en absoluto.

- Pues... no sé -contestó Nelly sintiendo algo extraño en el corazón-. Yo tengo la sensación de que él.... es más...fuerte que tú.

La motera se volvió hacia la alcaldesa:

- ¿Le ves por alguna parte? -preguntó abriendo los brazos como si quisiera abarcar la habitaciòn-. ¿Acaso está aquí, ayudándote? ¿Quieres echar un vistazo al mundo? ¿Ves que ayude a alguien? Pongamos las noticias a ver...

- Oye -repuso Nelly sentándose en la cama-, ¿a qué has venido?

- ¡A establecer unas cuantas verdades evidentes! -respondió Martha sentándose junto a Nelly-. Verdad número uno: la gente está fuera y tú estas aquí, Nell. ¿Es correcto?

Nelly se encogió de hombros.

- ¡No me digas lo que esperan otros! ¡Dime lo que ves!

- Sí, es correcto.

- Bien -respondió Martha-. Verdad número dos: a la gente no le importa...digamos, no le importan los demás, porque todos buscan su propia felicidad. Y tú cuando estas bien haces lo mismo, y te parece correcto, ¿es verdad o no?

- Es verdad -respondió Nelly.

- ¡Fantástico! -dijo Martha-. Y ahora levántate y vístete que nos vamos.

- ¿A donde?

- ¡Hazme caso, niña! ¡Que menudo aspecto tienes!

Nelly se puso los pantalones vaqueros y un jersey.

- De acuerdo... si ellos están fuera y tú dentro, ¿me puedes explicar qué más nos dan?

- Eeeh...-llegados a este punto Nelly levantó una mano para contestar pero la motera la silenció cruzando el índice sobre sus labios.

- Ellos no importan, Nell -dijo-. Importas tú. Siempre, importas tú. Están fuera, ¿recuerdas?

La alcaldesa se quedó callada.

- Estupendo -prosiguió Martha-. Ahora que hemos aclarado este punto vamos al siguiente: rodeate siempre de cosas bonitas. Cada uno de vosotros tiene una idea de lo que son cosas bonitas. Para ti - Martha la miró de arriba abajo y puso los ojos en blanco con una sonrisa burlona-, parece ser que son los libros. ¡Muy bien, querida! Toma, empieza por Verne. Ese siempre supo lo que podía llegar en el futuro, y además es muy de tu estilo. Luego te recomendaré otros -sonrió-, más interesantes.

- Pues, gracias. Supongo.

- No hay de qué.

- Ah... y eso de "las condiciones son lo más importante", es cierto. Déjate de filosofías. Cada personaje en los libros avanza o retrocede según lo que le pasa, ¿correcto?

- Sí, correcto.

- Pues ahí está. Ya lo tienes. 

- Oye, ¿seguro que el cartero y tú no sois... ? bueno, no sé... O a lo mejor conoces Memphis.

Martha se echó a reír. Su risa inundó la habitación.

- ¿Quieres saber el origen del Universo? ¿verdad? ¡jajaja! No, querida. Yo no tengo nada que ver con tu científica desentraña misterios. A mí me interesa más la humanidad. 

- Ah, pues yo... yo también la estudio. ¿Qué aspecto te interesa más a ti de la Humanidad?

De nuevo, aquel brillo malévolo y divertido en sus ojos:

- La supervivencia. Soy especialista en vuestra supervivencia. -se acercó a Nelly en dos zancadas-. Por ejemplo a ti,... podría bajarte los niveles de empatía hasta límites que ahora mismo no puedes ni imaginar... ¡Pero no voy a hacerlo! -dio media vuelta muy resolutiva- De momento tendré que conformarme con esto. Anda, ¡sal! que el mundo está lleno de cosas bonitas.

Lo cierto era que Nelly se había vestido, peinado, y volvía a parecer una alcaldesa. Una un poco triste, pero al menos ya no estaba encerrada en casa.

- Y ahora toma lo que quieras -dijo Martha-, que todo es tuyo.

Había algo en la motera que le puso los pelos de punta. 

- ¿Vas a venir más veces? -le preguntó.

Martha miro al cielo. Luego giró la cabeza hacia la alcaldesa.

- Depende de ese niño entrometido y sabelotodo.

- ¿El cartero?

- ¡Oh, sí, el cartero! El cartero y su plan... -dijo Martha poniéndose el casco de moto-. El cartero y su sabiduría, el cartero y su forma de actuar... él y vosotros, vosotros y él.

Arrancó la moto.

- ¡Nos vemos, chica! -dijo echando un último vistazo a la alcaldesa-, y recuerda, ¡sé más egoísta! Si a ellos les da igual, a ti también. ¡Qué digan lo que quieran, que hagan lo que quieran! ¡Respóndeles mal! ¡Ríete de ellos! ¡Venga, de joven eras más divertida y no se atrevían! Recupera un poco ese: "yo soy la mejor y los demás me importan un carajo!"

Y acelerando, se fue de la plaza del ayuntamiento.

Dejando a Nelly patidifusa.
¡Pero más alegre!



0 comentarios:

Publicar un comentario

 

 

 

Creative Commons License
contador de visitas para blogger por paises