Poner límites

Aristóteles decía que hay tres tipos de amistad: la amistad más pura o idealizada, la amistad de utilidad y la amistad de placer.
La primera de ellas es la que tenemos en la niñez. A veces, se conserva toda una vida si tenemos la suerte de no movernos mucho de sitio y crecer con los mismos amigos. Esto no siempre es posible, habrá lectores que lo sepan y otros que no. Esa amistad de la bondad es la amistad verdadera. Se caracteriza porque deseas el bien al otro y yo creo que es la amistad a la que todos queremos aspirar. También considero, al menos por mi parte, que las otras dos amistades albergan igualmente deseos de felicidad para con el otro, pues al menos a mí, me alegra que los que estén alrededor sean felices. 
No obstante, en el mundo que nos rodea lo más habitual -sobre todo a ciertas edades-, es la amistad de utilidad y la de placer. Sobre todo si te has movido geográficamente y te has tenido que reinventar y adaptar en más de una ocasión. 
La amistad de utilidad es aquella, por ejemplo, de las redes sociales. Yo pongo "me gusta", tú tienes "contactos", yo publico esto, aquel retwitea lo otro. Yo eso lo veo más como un... "me conviene" a nivel social. ¡Ojo! No tiene nada de malo. Aquí el peligro es confundir las cosas.
La amistad del placer es, a día de hoy, la que más me rodea a mí. Son amigos con los que quedo para pasármelo bien. Y, cuando quedo, en ellos veo interés. Es decir, yo quedo si me va bien a mí, tú quedas si te va bien a ti.
Bien, ¿dónde está el problema?
Esta mañana iba a mandar unos libros al Liceo Francés de Bilbao y mientras lo hacía refunfuñaba para mis adentros. Hace pocos meses decidí que ser buena persona no era nada reprochable. Me costó aprenderlo 17 años (de 35 que tengo). No tiene nada de malo ser bueno, al revés, es una virtud. El ir por ahí con intención de "no molestar" a los demás o, cuanto menos, echar una mano, debería subirme la autoestima, no bajarla.
Pero la gente no es así. Y el problema de los muy "idealistas" es que confundimos a veces las amistades. 
Mientras iba hacia correos pensaba que no iba a volver a consentir (si no me daba la gana) ni una sola falta de respeto más. Por faltas de respeto entiendo lo siguiente: que la gente se dedique a contarte todas sus penurias (eso sí, cuando están alegres no te llaman), que la gente se quede dormida y no acuda a una cita o que la gente se crea con derecho a confundir "dar consejos" con juzgarte. 
De eso, estaba harta. 
El inicio del problema consiste en que al conocer a alguien, normalmente, tiendo a ver solo lo bueno de las personas. Tanto es así, que las subo en un pedestal y los huecos que mi imaginación no rellena con habilidades maravillosas o intenciones altruistas los suplo yo con preguntas echas en tono interesado y con aires de candor infantil.
Claro, se emocionan.
Al cabo de unos meses algo no me encaja, veo que las cosas no son ni remotamente como yo había pensado, cuando no tengo que pararles los pies con un grito de ¡¡eh!!
Y cuando gritas,... la gente se contraria. Te miran enfadados. Y yo me siento mal.
Bien, pues eso se acabó.
Entré en correos y me dirigí al mostrador. Había veinte personas esperando. Pude notar sus miradas clavadas en mí como cuchillos, como cada vez que alguien se acerca al mostrador cuando hay cola. Me dio igual. La diferencia era, lo sabía y ellos no, que tenía que rellenar la hoja de envíos certificados. Así que ignorando a todos los presentes y diciéndome a misma algo que no voy a repetir aquí sobre los demás, rellené la hoja. Y luego me senté.
Cuando me tocó, la funcionaria me miró con una enorme sonrisa.
- Ah, qué bien, ya lo tienes todo relleno.
- ¡Pues claro!
Hicimos la transacción y le dije:
- Le deseo que tenga usted un buen día.
- Muchas gracias -me contestó-. Eres muy amable. Te deseo lo mismo también.
Y salí de correos.
Había tardado 93 segundos. La gente que llamaron antes que yo seguía en la cola. Discutiendo, preguntando, rellenando.

"Caramba" -me dije al salir y ver que más de uno me sonreía- "si todos fueran tan eficientes como yo, ¡la cola no sería de media hora!"

Esto os va a sonar horrible. Pero es la verdad. Estoy harta, pero super-harta, de pasarme la vida agobiada por lo que van a pensar los demás cuando mi única intención es ayudarlos. 

Continué haciendo recados y preguntándome en qué punto estaba el error respecto a pedir a los demás que no se pasaran de la raya. Constate, que parte del error consiste en mi manía de ponerles por encima de mí. No lo están. Y la segunda parte puede tener que ver con mi lenguaje no verbal. Puede que llevara tanto tiempo procurando "no molestarles" que no me había parado a pensar en qué momento me empezaban a molestar ellos a mí.

Mi jefa me dijo una vez: "tienes una gran habilidad con las palabras... lo que pasa es que no la empleas siempre. A veces prefieres evitar el conflicto y te quedas callada".

Bien. Probé a dar mi opinión en facebook. Automáticamente, como respuesta a mi comentario, hubo dos con mala intención. Yo lo veía. En general, me habría puesto triste porque no entiendo a qué la gente tiene que ser así, pero en vez de eso, respondí. Y respondí de tal modo que la persona no podía volver a contestarme, porque mi respuesta era una cortina de humo.

Y recibí un mensaje de wasap que decía: "gracias".

No me gustan los abusones. No me gusta la gente que se la da de "guay". Y si se trata de enfrentarse con palabras que vayan buscando un diccionario porque sin lenguaje corporal de por medio soy bastante efectiva.

Total. Que seguía pensando eso con un cabreo monumental cuando llegué al portal. Y qué casualidad, salía una madre joven con un carrito de bebé y una gran caja.

- Espera -le dije (esto tiene gracia)-, espera que te ayudo.

Le sujeté la puerta y mientras pasaba, pensé: "¿cómo es posible que esté tan mega-enfadada y esté echándole una mano ya al segundo desconocido que me encuentro?" Y justo cuando pensaba eso, el bebé del carrito, me miró y se echó a reír. "Hooola" le dije, y se rió más.

- Caramba, le gustas -dijo la madre.

jajaja! ¡Ay, señor! 

- Anda, dame la caja -le dije, al ver que ella no podía.

- Muchas gracias. De verdad, muchas gracias por ser tan amable. ¿Puede hacerte una pregunta sobre el portal? Es que soy nueva.

La pregunta ya no es relevante.

Me ha hecho gracia, estar tan enfadada y encontrarme con tantas sonrisas. Pero todavía es más desconcertante estar tan enfadada y no rechazar ni una sola oportunidad de ayudar a las personas que me he encontrado en el camino.

Así que no sé qué pensar. He ayudado a desconocidos, y sin embargo, a toda la gente de mi entorno le he dicho: "¡Eh, cuidado!. Que yo no voy a tolerar más esto, esto y esto otro".

Es un camino más trabajoso (expresarse del modo adecuado). Lo tendré que investigar.

Saludos filosofales =) 

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