Alice in Wonderland - Cuentos del niño mensajero.

Llegó la Alcaldesa muy agitada de la biblioteca municipal:
- ¡Lo tengo! -levantó las manos como si mostrara el trofeo de una gran victoria-. ¡Tengo el libro que me recomendó el Muso!
Muchos pares de ojos curiosos se aproximaron para observar. Pero no eran ojos humanos. Estaba el gato de la Alcaldesa, una araña (eso contaba ya cuatro pares), y algunas hormigas que no le prestaron demasiada atención.
También estaba el cartero. El pequeño mensajero de la ciudad, que aparecía y desaparecía misteriosamente.
- ¡Mira! -le dijo Nelly.
- Vaya, estoy va a ser interesante... -contestó el niño.
- ¿Por qué? ¿Qué sabes tú de libros que no he leído? ¡No puedes saber nada!
El cartero no contestó. Se sentó en el suelo y comenzó a inspeccionar el contenido de su bolsa bandolera, donde llevaba muchas cartas.
Al poco rato encendió una vela. Mientras la Alcaldesa acariciaba la portada y curioseaba los dibujos de aquella novela infantil.
- Te pareces un poco a ella.
- ¿En serio?
Nelly se sentó a su lado, en el suelo, y comenzó a leer.
Cuando Alicia cayó a través de la madriguera del conejo, se acordó de sus sueños. Había algo ilógico y a la vez intencionado e inteligente en la historia.
Continuó, con el mensajero a su lado, leyendo con las piernas cruzadas como un indio, en el suelo. En medio de un silencio apacible.
De repente, ¡cerró el libro de golpe!
- ¡Nunca me ha llamado la atención esta historia! -dijo-. Creo que es ilógica y absurda. Además, me da la sensación de que ella se enfada demasiado...
- ¿No me digas? -repuso el cartero.


- Pues sí...
- Sigue leyendo,...
La Alcaldesa continuó. Alicia crecía y menguaba. Cambiaba y no sabía quien era. 
- Todo el rato se hace grande y pequeña -le dijo al cartero-. ¿Qué tenía el escritor con eso de crecer y menguar? ¿Es que no sabe quién es?
- Sigue leyendo,...
A la luz de una vela que había encendido el cartero, Nelly continuó.
- ¿Has visto cómo se enfada? -dijo cuando las piernas le asomaban por la ventana de la casa del conejo- ¡Por eso no me gusta!
- ¿No te recuerda a nadie?
La Alcaldesa cerró el libro.
- Ya está bien -dijo-. Me voy a dormir. Ya veo las frases de las que hablaba el Muso y están muy bien, pero sigue "rechinándome" algo en esta historia... ¿Qué sentido tiene que cuando hable de su gata todos se marchen? ¡La pobre lo hace sin mala intención!...¡Ya sé! El autor es inglés y ... quizá por eso es raro. 
El niño mensajero sonrió.
- ¿De qué te ríes?
- No, de nada, de nada...
- De todos modos, tiene maestría... me gusta como enlaza las ideas esa chica en la cabeza. Está completamente loca y así en menos de lo que te das cuenta salta de un tema a otro. Como eso de no ser.. ¿Mabel? Esa parte está fenomenal. "No debo de ser Mabel..." no soportaría saber tan pocas cosas y no tener juguetes. Ya ves. ¡Comparándose en plan cruel! Eso no debería de estar permitido escribirlo... ¿o sí se puede?
El cartero solo la miró fijamente.
- Lo voy a dejar aquí -dijo Nelly.
Pero antes llegó hasta la oruga que pasaba de todo y ¡oh, sí! ahí se quedó enganchada...
Le costó dejar la lectura.
Y mientras, el niño mensajero, fingía estudiar unas cartas. No porque fingir estuviera entre sus actividades diarias o habituales, sino porque quería hacerle compañía a la Alcaldesa, mientras Alicia estuviera también en aquella habitación...

CONTINUARÁ...

Dos horas más tarde Nelly cerró el libro de golpe (cabía señalar que el tiempo pasaba diferente a cada instante, por lo que bien pudieron ser esas dos horas quince minutos, o dos días...)
Alzó las cejas y señaló al cartero con un dedo acusador.

- ¡¡Eres el gato de Cheshire!!

- Ya te dije que iba a ser interesante... -dijo el niño mensajero.

- ¡¡No, no no no!! ¡¡¡No puedo creerlo!!! ¿¿¿¿Ése Lewis Carroll ... ???? ¡¿Visitabas a Lewis Carroll?

- O él me visitaba a mí...

Nelly se echó a reír.

- O sea que eres el puñetero gato de Cheshire...

- Es uno de mis nombres...

"Qué fuerte", pensó Nelly. Entonces, si el cartero de la ciudad era el gato de Cheshire... ¿quién era el Muso, el sombrerero loco?
A la Alcaldesa le entró la risa. No, lo más probable es que el Muso tuviera un papel mucho más cuerdo. Pero no podía ser Alicia porque ésta se enfadaba demasiado...

- ¿Sabes que conozco la adivinanza de la página 106?  -preguntó de repente al joven cartero-. La usó otro escritor en una historia que leí de niña. "Las Aventuras de Sol". Decía: ¿en qué se parece un cuervo a un ordenador personal? Y la bruja contestó al protagonista que dejara pasar los años y repitiera la pregunta cuando fuera mayor...

- Y tú dejaste pasar los años....

- ¡Sí! y recuperé ese libro y lo leí de nuevo hasta el final. ¡Y me entró la risa! ¡Porqué descubrí la respuesta!

- ¿Y cuál es? -preguntó el cartero, interesado.

- ¡Pues que sólo la mente de un niño pensaría que puede tener solución! Un adulto jamás compararía un ordenador con un cuervo.

El cartero sonrió.

- Hay una nota a pie de página en la que el autor aclara que esa adivinanza no tenía respuesta. A lo mejor pensó lo mismo que tú....

- ¡A lo mejor la idea fue de un gato! -replicó Nelly con el ceño fruncido.

Hum. Aclarado aquel gran misterio (su cartero hacía de muso a Lewis Carroll...) decidió que Alicia era un libro bastante bonito. Y aunque le quedaba por leer la merienda de lunáticos (que empezaba de un modo muy divertido), decidió que lo haría después de desayunar...

CONTINUARÁ...

 - ¡¡Por fin ha llegado al jardín!! -exclamó Nelly muy alegre tras otras dos horas de lectura-. Menuda merienda de locos -añadió mirando al niño mensajero.
Tras unos instantes de silencio, la Alcaldesa añadió:
- Oye, ¿sabes una cosa? Esta muy bien construido... eso de volver a la sala del principio y decir "ahora lo voy a hacer bien"... está fenomenal.
- "Esta vez..."  -corrigió el niño.
- Ya, bueno. Lo que sea. Oye, ¿sabes qué? ¡Voy a leer la última frase...!
- ¡No! No lo hagas...con este no.
- ¿Por qué? Es una costumbre que tengo, cuando un libro me gusta mucho, empezarlo por el final. Leo la última frase. Sus últimas palabras.
- Con este, no. Deberías leerlo en orden.
- ¡¿Y por qué no?! -la alcaldesa estaba enfadada-. Lo haré si me da la gana...
Le dio la vuelta y lo abrió por el final.
- ¿Sabes? Eso es muy del sombrerero...
- ¿El qué?
- Empezar los libros por el final. 
Nelly se detuvo y se cruzó de brazos. Había leído la última palabra, o la penúltima: "verano"
- Mira, ¿sabes qué? Este libro parece un sueño. Y el sombrero está loco. Además de ser un borde.
Dijo esto pero cerró el pesado ejemplar de la biblioteca sin llevar a cabo su extraña costumbre.
Era una muestra de respeto que un autor le gustara tanto como para irse al final de sus páginas. Siempre lo hacía. Aunque no sabía el porqué. Sólo si el libro le gustaba.
De todos modos, ¿qué podía importar esperar unos instantes y acabarlo en orden?
- ¿Qué viene ahora?
- El jardín...
- ¿Y qué más?
El cartero se levantó con una gran sonrisa y exclamó:
- ¿No lo sabes? ¡¡¡¡Que le corten la cabeza... jajajajaj!!!

Nelly se volvió a sentar y continuó leyendo.

CONCLUIRÁ...



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