Un cuento de meditación

Érase una vez que Nelly le prometió a un Muso que meditaría todos los días. Pero resultó que se enfadó tanto, tanto, tanto, que hizo una lista de cosas que detestaba y apenas meditó dos minutos.
Al día siguiente, mientras refunfuñaba encerrada en la Casa Consistorial de la Ciudad de los Cuentos, se puso a llover. 
El aire olía a lluvia. La luz era tenue y agradable y las cortinas tenía, se dijo mientras se sentaba en su cojín naranja favorito, flores hechas de hilo.... solo que hasta la fecha nunca se había dado cuenta.
"Lo voy a mandar todo a la porra", pensó, "y no pienso meditar porque para qué... ¿eh?"
Un pergamino se deslizó desde el techo y cayó entre sus manos.
Podrías buscar una Escuela...
A lo que Nelly en voz alta respondió (pensando que sin duda era una de las bromas del cartero de la ciudad):
- ¡¡No pienso buscar una escuela!! ¡Nunca, ¿me oyes?! ¡Nunca!
Porque las Escuelas están repletas de humanos. Y los humanos lo complican todo. Y porque ya había buscado una y no le gustó lo que vivió.
Entonces cayó otro papel desde el cielo:

"Thomas Edison descubrió cien formas de no hacer una bombilla..."



A Nelly le entró la risa. Puñetero niño mensajero tramposo. Cerró los ojos y se puso a meditar concentrándose en su lista de "enfados". Oh, sí, tenía una lista. Qué fortuna haberla escrito para el Muso. Ahora tenía un montón de párrafos de las cosas que le enfadaban. Era una lista consistente, era una lista lógica, era una lista innega....

De pronto, sin saber cómo, tuvo una terrible revelación. 

Nelly abrió los ojos sorprendida. El cartero de la ciudad estaba sentado sobre su mesa de escritorio repleta de papeles de Alcaldesa. Tenía las piernas cruzadas como un indio. Y entonces Nelly le dijo:

- Estoy estresada en el trabajo.

Sus cejas se alzaron muchísimo y se sintió de lo más desconcertada. 

- Pero ¿¿qué...??

La lista de enfados se había evaporado. Perdía toda la consistencia, se desvanecía.

- Vaya -dijo el niño.

- ¿Cómo es que me he dado cuenta meditando? ¡Pero si no tiene nada que ver con mi lista de enfados! Aquí no pone nada del estrés. ¿Y cómo es que me doy cuenta ahora? ¿qué pasa que al sentarte así te das cuenta de las cosas o qué?

- O puede que sea magia....

Nelly le lanzó un borrador.

- No tiene gracia. ¡Vete a tomar por saco! -estaba muy enfadada con según qué temas.

El niño mensajero bajó de un salto del escritorio. Se acercó a la Alcaldesa, que se había quitado las gafas de "muy-muy trabajadora" y le dijo:

- Estas trabajando mal.

Así. Sin más. De haber sido otro le habría mandado aún más lejos que a la quinta puñeta pero siendo aquel pequeñajo niño cartero, ¿qué podía decirle? Se quedó callada. 

- ¿Te das cuenta de que te pones a trabajar delante del ordenador a las 7 de la mañana y de que no te levantas, ni siquiera para ir al baño, hasta las once? 

Nelly abrió la boca para decir algo pero se calló. Era cierto. Traducido a cuando trabajaba en sus libros eran 4 horas seguidas sin descanso; ella misma se detenía para descansar porque sabía que no era sano.  Pero en el trabajo no. 

- Y de hecho te enfadas si otros se levantan o ves que hacen una pausa....

Nelly toqueteó las patillas de sus gafas. "Ay, qué bonitas son..." pensó jajajajaj!!!, sin mirar al niño. Hasta que de repente se encaró con él:

- ¡Bueno! -explotó-, ¡pues si tú me dijeras cuándo quieres descansar...! Si me avisaras de cuándo debo hacer una pausa yo...

- Ayer te lo dije, ... ¿qué contestaste?

Ups. Eso Nelly lo recordaba. Estaba sentada en su silla y notó como un toquecito de "para un momento que tengo que ir al baño..." Pero no fue. En vez de eso, la Alcaldesa pensó:

- Aguanta hasta las once. 

- ¡Claro! No nos íbamos a levantar a las diez y media y luego a las once. ¿Qué podrían pensar los demás? Y son cinco horas seguidas de trabajo, Nelly. No lo estas haciendo bien. En esas circunstancias, hasta el más leve soplo de viento levantado por una hoja de otoño al caer,... te enfada.

Jopetas. Y todo esto por sentarse a meditar. Con lo apasionante que era la programación matinal de la tele. 

Así que era estrés, se dijo. La Alcaldesa miró al niño con los labios fruncidos y el ceño arrugado. No hizo falta que hablara, el cartero ya sabía lo que le iba a decir a continuación. Y le dio réplica:

- Por supuesto, quieres que haga 3 informes que nunca he visto más 7 tareas distintas, una de las cuales está compuesta por 93 correos electrónicos; sin desatender a tu Equipo en menos de 8 horas y todo ello sin descansar. 

Nelly se cruzó de brazos.

- Bueno, se supone que tú puedes... -dijo con un mohín- se supone que puedes hacerlo todo. 

- Así, no, Nell. Tienes que aprender a hacer pausas.

Recordó entonces Nelly que el Muso había dicho algo de "priorizar". P-R-I-O-R-I-Z-A-R.
Establecer un orden de importancia para las cosas.
Pero la prioridad la ponía ella. No se la ponía nadie, era su elección. 
Hum.
Nelly abrió los ojos en su cojín de meditación naranja, en el centro de su Casa Consistorial, de espaldas a la ventana por la que entraba el aire con olor a lluvia y se dijo: "Bueno, ya tengo la respuesta".

Ahora falta sólo la práctica. 


fin. 

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