La Boutique de los Aromas - Cuentos del niño mensajero


El calor era sofocante y apretaba por igual a todos los ciudadanos. Pasaban las cuatro de la tarde cuando la Alcaldesa, visiblemente malhumorada, regresó al consistorio. Por fortuna, había parado en casa de una buena amiga para desahogarse. Después de verter en un torrente de quejas los hechos acaecidos, hilvanando una brillante exposición narrativa, Nelly, había escuchado atenta los consejos de su amiga. 

La Alcaldesa le había contado todas las cosas "que no marchaban bien". Todo aquello que le había molestado, no escatimando en detalles sobre reacciones y conclusiones extraídas durante su experiencia. Notando ciertamente cuáles habían sido sus errores, había escuchado después los consejos que su amiga le había querido dar. Consejos muy valiosos. De tal modo que en el transcurso de unos cuarenta minutos el "¡¡No es justo!!" inicial de Nelly (y su explosión de mal humor) había dado paso al entendimiento de una serie de causas lógicas que, aparentemente, resolvían todo con una simple ecuación de causa-efecto, cuyas pruebas empíricas había podido observar la alcaldesa en otros antes de sentir ella misma el experimento.

- ¡¡Aaaah!! -dijo Nelly a su amiga.

- Pues ahora que ya lo sabes...  

Nelly regresó a casa muy contenta. Contenta y algo preocupada porque sabía que su reacción natural al estrés era trabajar más deprisa. Mientras le daba vueltas a la idea de "como desacelerarse en situaciones de presión sin convertirse en un sargento" (¡jajaja!) llamaron a la puerta. 

- ¡Ah, qué bien que estás aquí! -dijo Nelly abriendo.

Era el mensajero de la ciudad. Le había llamado. No por aquel tema en particular, sino para pedirle otra cosa. 

- Dime, ¿en qué puedo ayudarte esta vez?

- Necesito encargarte algo. 

Era habitual pedirle cosas al mensajero, así que este, de pie en el umbral, esperó pacientemente sus próximas palabras.

- ¡¡Quiero una aventura!! -exclamó Nelly.

Levantó los brazos al cielo y sonrió con entusiasmo.

- ¿Qué tipo de aventura?

En eso la alcaldesa no había pensado. 

- Bueno, una con paisajes.... quizá. No lo sé. ¿Qué tipo de aventura quiero?

- Hum...

- ¿Qué? ¿Qué pasa?

El niño entró en el consistorio y se dirigió derecho hacia una librería. Extrajo un libro de los estantes y lo abrió sobre la mesa.

- ¿Te refieres a una aventura-aventura... o a lo qué llamarías abordar algún riesgo?

Nelly se rascó la cabeza.

- No sé lo que quieres decir -dijo.

- Las aventuras no están escritas (y planificadas), Nell. Por eso se llaman aventuras.. sin embargo, déjame echar un vistazo a las tuyas... sí, aquí, mira: "7 de diciembre de 2009"

Nelly se inclinó sobre el libro.

"Decido irme a la cama sin lavarme los dientes", leyó el niño.

- ¿¿De verdad pone eso??

El niño mensajero sonrió a modo de disculpa.

 - Es tu idea de riesgo.

- ¡Jajajaja! ¡que tontería!  -rió la alcaldesa-, ¡oye, eso es una estupidez! -ahora estaba enfadada.

- Tienes razón, veamos... aquí hay otra: "5 de mayo de 2005."

Nelly se inclinó sobre la hoja:

"He decidido probar en esa peluquería nueva. Sólo he tardado tres meses en decidirme a entrar".

- ¿Estas de broma? ¿¿Eso es una aventura??

El cartero se encogió de hombros.

- Por eso te lo preguntaba...¿qué tipo de aventura quieres?

Nelly se puso a pensar. Bien cierto era que las aventuras "peligrosas" no tenían nada de divertido. Caerse a un río en una noche de tormenta era una aventura. Sufrir una avería en la carretera era otra. De pronto Nelly se puso pálida. ¡Le daban miedo las aventuras!

- ¡Soy la mujer más aburrida del mundo! -exclamó y dejándose caer en el sillón rompió a llorar.

- Ya, ya...  -dijo el niño, consolándola-, vamos, vamos, sabes que no es cierto. Has estado en el desierto del Sáhara... y has cruzado puentes en Praga. Te bañaste en un cenote en México..

- ¡¡Soy una sosa!! -gritó Nelly llorando desconsolada. 

- Ay, lo que hace el estrés ...-contestó el niño- y todo esto por no trabajar más despacio.

- ¡¡Mi vida es un rollo!!

- Pero Nell... eso no es cierto. Venga, ¿qué es lo que quieres?

No había forma de razonar con ella porque la alcaldesa no hacía más que llorar y llorar. Estaba triste. Tanto, que al final el niño decidió compartir con ella un secreto:

"Al norte de la ciudad existe una calle estrecha. En la esquina hay una tienda donde siempre hay mucha gente. Madres con sus hijas que disfrutan tocando vestidos y acariciando la cabeza de las marionetas que hay expuestas. No todos pueden comprarlas, pues son caras. Solo la gente rica de la ciudad puede obtener productos allí. Junto a esa tienda existe otra más pequeña llamada La Boutique de los Aromas. Ve allí y dile al que la regenta que vas de mi parte. Él sabrá lo que hay que hacer".

Tras sorberse los mocos como una niña pequeña, restregarse las lágrimas con la manga de su camiseta y asentir un par de veces en mudo gesto, Nelly se puso en camino. Alcanzó la calle, descubrió la tienda de vestidos y marionetas y detrás halló La Boutique de los Aromas, tal y como había dicho el niño. Al entrar la campanilla con forma de estrella repiqueteó y un hombre salió a recibirla. Cada vez que Nelly se movía para acercarse a los estantes con perfumes, el hombre la observaba sin apartar sus enormes ojos claros de los de ella. Daba un poco de repelús. No porque fuera un hombre de aspecto desagradable sino porque sus ojos, muy claros, parecían canicas.

- ¿En qué puedo servirte? -preguntó con voz amable.

- Vengo de parte del cartero...

A juzgar por la expresión del dueño de la tienda de fragancias, no conocía a ningún cartero.

- Ya sabes, un niño de pelo revuelto y rizado. De esta altura, más o menos -movió la mano en un ademán indicativo-, de unos diez años. Ojos marrones, mirada franca... siempre va con una bandolera, llevando mensajes de un lado a otro.. Sonríe mucho. Nunca se enfada. 

- Ah...! -dijo el perfumista-. Entiendo.

- Él me dijo que viniera. Creo que porque estoy triste.

- ¿Quieres viajar? -dijo el dueño de la tienda mientras ordenaba unos papeles sobre el mostrador.

- No sé qué es lo que quiero, francamente...

Ante su mudo asombro, el perfumista se echó a reír.

- ¡¡Humanos!! -exclamó y añadió con un gesto como si le quitara importancia:-, ¡es tan habitual! No sabéis lo que queréis, y cuando lo conseguís, tampoco sabéis qué hacer con ello... 

Nelly no supo qué contestar a eso. 

- Acércate -dijo el perfumista.

Nelly avanzó unos pasos hacia el mostrador. No recordaba haber visto nunca un género tan bonito. Las botellas que se alineaban en él parecían contener valiosos perfumes encerrados en cápsulas únicas. Cubiertas de filigrana y grabados de lujo.

- ¡Ooooh! -dijo admirada-, ¿son todo colonias o también hay perfumes? 

- De todo un poco. 

- Me gustaría probarlas todas -dijo Nelly entusiasmada.

- Créeme que no. -respondió el perfumista clavando en ella sus ojos que parecían canicas transparentes-, no te gustaría.

Hizo una pausa para observarla detenidamente, después levantó la muñeca de Nelly tras pedirle permiso y estudió su pulso en silencio. Al cabo de unos instantes dejó caer su muñeca y entró en la trastienda. 

- Tengo algo perfecto para ti. 

Regresó con un objeto entre las manos. Un pequeño frasco azul, con una mariposa pintada.

- ¡¡Qué bonito!!

- Se llama "Traveller", es una fragancia afrutada con un suave toque de almizcle. 

- A ver, a ver...

- Es difícil que lo veas, niña, es un perfume -respondió el dueño de la tienda, un tanto seco-. Tendrás que echártelo para saber lo que se siente. Y ahora, ¡vete! tengo trabajo que hacer. Me has dado una idea para una nueva fragancia, quiero ponerme a trabajar en ella ahora mismo... antes de que pierda la esencia...

"Pues sí que es borde el vendedor este", pensó la alcaldesa. 

Se sintió tentada de decirle que era la dueña de la ciudad de los cuentos y que si no era cortés le mandaría encerrar pero entonces recordó que no tenía cárcel en toda la ciudad imaginada. Y se fue sin más. Quiso emprender la vuelta a casa cuanto antes, aunque no pudo resistir la tentación de abrir el frasco con la mariposa y echarse un poquito de la fragancia que le había regalado el perfumista.

De pronto todo el horizonte se desdibujó y Nelly sintió un mareo. 

- ¡¡OOOOOOOOHHH!!! -exclamó cuando su vista volvió a aclararse.

Estaba en un globo.




La ciudad entera había desaparecido. ¿Sería una ilusión? Sus ojos se encontraron con la inmensidad del océano y la luna que brillaba en el horizonte. Transcurrieron unos segundos hasta que se convenció de que estaba verdaderamente allí. 

- ¡¡Caramba, es precioso!! -exclamó Nelly al viento.

"Pero seguro que me he desmayado me he dado un golpe en la cabeza y estoy soñando todo esto".

Sin embargo, por más que se frotó los ojos el globo no desaparecía. Contempló el paisaje perpleja, y feliz al mismo tiempo. Feliz porque aquel globo ingrávido la llevó alrededor del mundo, en una noche estrellada en la que el mar estaba en calma y una brisa suave reconfortaba sus pensamientos.

Una idea disparatada asaltó su mente. Quizás había perdido de todo el juicio. Asustada, pensó en llamar al niño mensajero pero ¿de qué iba a servirle? ¡Estaba en medio del océano! El globo voló alto durante toda la noche, hasta que al amanecer Nelly avistó tierra. ¡Era la ciudad de los cuentos!

Poco a poco se fue acercando como una sombra silenciosa mientras la luz del solo coloreaba el paisaje con tonos vivos, hasta que voló bajo los aleros de los edificios más altos y se fue a posar, con un suave toque, en el centro de la plaza consistorial.

- ¿Qué tal ha ido? - oyó preguntar al niño mensajero. 

Nelly parpadeó y del globo ya no había ni rastro.

- ¿Qué ha pasado?

- En otros tiempos, ya lejanos, cuando los seres se entendían más fácilmente, las cápsulas del perfumista eran una buena manera de viajar...hacía milenios que no visitaba la tienda ningún humano. Por eso te pregunto: ¿qué tal ha ido?

La alcaldesa no respondió. Sorprendida, sus miradas se encontraron, y no había rastro de tristeza en la de ella.

- ¡¡Es alucinante!! -dijo-, ¡¡otra vez, otra vez!!

No veía el momento de regresar a la tienda.

- Por hoy ya está bien...- respondió el niño- habrá más oportunidades

Nelly le dio las gracias una y otra vez. Al sentirla tan contenta, el cartero sonrió y después se marchó con el ánimo ligero, a cumplir otros encargos. Pues eran muchos, muchos, los seres que le necesitaban en otros mundos...

FIN. 

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