"La Feria de Ideas y otros hechos" - Cuentos del Niño Mensajero


¡Por fin llegó a la ciudad la Feria de las Ideas!

Nelly estaba trabajando en la casa consistorial cuando una algarabía le llamó la atención. Tenía las puertas del consistorio abiertas y la luz entraba a raudales. Se acercó para contemplar la plaza y comprobó con alegría que ya había llegado la Feria de las Ideas. Un montón de casetas blancas con un montón de ideas traídas de todas partes del mundo.

"¡Qué interesante!" dijo una voz a sus espaldas.

Al volverse descubrió al cartero.

- ¿Cómo... por dónde has llegado?

- Ya estaba aquí -le contestó el niño.

Nelly tomó su bolso del perchero, metió algunas cosas y le dijo:

- ¡¡Vamos!!

Nada más salir a la plaza y mezclarse con el gentío, de pronto, se quedó maravillada con una criatura que alguien llevaba de una correa. Pero no fue tanto por la criatura en sí, sino por su contexto.

- ¡¡¡Eso es un lobo!!! -exclamó mirando al niño-, ¡¡¡mira, es un lobo!!! ¿Lo es, verdad? 

El cartero no contestó. Sólo escuchaba. 

- ¡Pero es un lobo, estoy segura! -dijo Nelly-, ¿puedo acariciarlo?

- Puedes -dijo el niño.

Nelly se acercó a la persona que lo llevaba de la correa.

- Es un lobo, ¿verdad? Tiene parte de lobo, ¿a que sí?

- Sí -respondió la chica-, es mitad pastor alemán, mitad lobo.



Casi de inmediato la alcaldesa preguntó:

- ¿¿¿¿¿¿Puedo tocarlo????????

El animal miró a Nelly, que a su vez miró a la "dueña", que a su vez (un tanto sin saber qué hacer) contestó: "Claro".

Entonces el que se acercó fue el niño mensajero.

- Hola, Lobo -le dijo, con toda la naturalidad el mundo.

- Hola -respondió el animal, fijando en el niño mensajero sus ojos de color amarillo.

Y luego el lobo añadió:

- ¿Qué le pasa a esta chica? -refiriéndose a la alcaldesa-, ¿a qué viene este revuelo?

Más de uno y de dos viandantes se acercaron también a sacarle fotos "al lobo".

- Es por lo que eres. Nunca te ha visto en este contexto. En una ciudad. Conviviendo con humanos.

Entretanto, Nelly acarició su cabeza suave y peluda, con una sonrisa inmensa en la cara. 



¡¡¡Es un lobo, es un lobo!!! le decía al niño mensajero. ¡Mira, es un lobo!

- Se alegra mucho de conocerte. 

- Ya, ya me doy cuenta -respondió el lobo, reculando y mirando a su dueña.

- ¡¡Pero es que es un lobo!! -seguía señalando Nelly al niño mensajero.

Al cabo de unos segundos, el niño le agarró de la mano, y entonces Nelly percibió muy clara en su cabeza, las sensaciones del animal. En aquel preciso instante, el perro-lobo le estaba diciendo a la persona que sujetaba la correa ("¿Nos vamos ya?")

Y la sonrisa de Nelly se apagó un poco.

- Está agobiado -señaló el niño cartero.

- ¿Le estamos poniendo nervioso, verdad?

La "dueña" del perro-lobo asintió. 

- Es que está llamando demasiado la atención.

Nelly se despidió con una sonrisa y una respetuosa inclinación de cabeza. Y siguieron su camino.

- ¿Has visto? -dijo, aún entusiasmada-, un lobo... en medio de una Feria de Ideas...

La alcaldesa reflexionó durante un rato en silencio, casi como si mantuviera una muda conversación con el cartero, en la que ella retenía en su mente la fortaleza, la fuerza del animal, y a su vez el cartero... la escuchaba.

Fue en ese momento en el que le pareció percibir una figura conocida entre el gentío.

- Aquel de allí no es.... -dijo, y dejó las palabras flotando en el aire.

La casaca azul, los andares muy rectos, el aire de personaje curioso.

- Es el Viajero.

- Sí que lo es -repuso el niño.

- ¡¡¡EEEEEEEHHHHHH!!!! -gritó Nelly-, ¡hola!

El cartero pensó que una persona más rencorosa habría saludado de otra manera al Viajero. Pero, a fin de cuentas, una persona más rencorosa no llamaría al Viajero, "Viajero". Sino algo muy diferente.

Nelly siguió sus pasos y salió del gentío; dobló la esquina en una calle menos abarrotada y le vio a lo lejos. No fue casualidad, el Viajero se había parado para hacer algo. Nelly fue a dar un paso en su dirección cuando llegó hasta sus oídos una curiosa melodía. Y como tantas veces atrás, esa melodía lo cambió todo.

La ciudad, hasta donde era ciudad, se desdibujó en un instante. Fue apenas una ráfaga difusa. Como un segundo de distorsión. Pero bastó para hacerla perder el apoyo.

- ¿Qué ha sido eso? -preguntó al cartero, llevándose una mano al pecho, y la otra a la pared más cercana. Una pared sólida, que segundos atrás no lo parecía tanto.

- Él.

- Vaya -respondió Nelly.

Intrigada, se quedó allí a escuchar la melodía. Y sentada en el suelo porque no quería marearse de nuevo. Fue entonces cuando el cartero señaló el cielo sobre su cabeza.

- Mira, Nelly.

Allá arriba, sobre los tejados, se abría un Universo infinito de nebulosas y estrellas. A pesar de ser de día, el cielo cambió de repente y la alcaldesa vio aparecer un firmamento sideral, antes invisible. Lo cuál, teniendo en cuenta lo extraña que estaba resultando la jornada, no contribuyó a clarificar sus ideas... 

- ¿Qué está pasando? 

Todo el cielo se movía y giraba igual que se mueven las imágenes de la Vía Láctea en los documentales de planetas. Todo cambiaba, todo era luz y color, y todo en un momento

- ¿Qué es eso?

- Eres tú.

Si antes estaba mareada, aquello todavía la mareó más. Nelly se llevó una mano al corazón y sintió que se estaba haciendo tan pequeña que iba a desaparecer en un instante. 

Fue en ese momento en el que el cartero decidió intervenir. Él también se estaba volviendo transparente. Mejor hacer algo, antes de que el Viajero lo disipara todo en una nebulosa de inconsistencia y vacuidad. Así que se acercó, como otras tantas veces, e interrumpió su música y sus hechizos, para, de nuevo, preguntarle:

- ¿Eres consciente de lo que haces?

Por toda respuesta el Viajero miró al niño de soslayo. Y luego volvió a concentrarse en sus hechizos, sus cánticos, su magia, su melodía...

El niño suspiró. 

Regresó junto a la alcaldesa y tomándola de la mano, le dijo: "Ven, te voy a regalar un lugar en el que nunca has estado". Y caminaron hacia la otra punta de la ciudad.

- ¿A dónde vamos?

El cartero bajó unas escaleras que acababan en un corredor tan oscuro, que resultaba impenetrable. Luego el corredor volvió a ascender y finalmente, a tientas, Nelly le siguió hasta un lugar sin nombre en el que sólo había una cosa: luz de color azul. 

- ¿Qué es esto? 

Era una estancia sin paredes, donde sólo había luz azul. Ni muebles, ni mesas de despacho, ni relojes, ni horarios, ni confines.  Nada. Sólo relajante luz azul. De esa tan clara y pura, que sólo puede existir en la mente de una persona cuando piensa en el concepto de la luz.

- Oye, ¿este sitio qué es?

De pronto, se dio cuenta de que estaba sola. El mensajero había desaparecido. Y aunque el lugar era reconfortante, no saber dónde estaba, ni como volver, le daba un poco de miedo.

- Si quieres volver sólo tienes que desearlo -escuchó hablar al niño-, y para llegar hasta aquí sólo tienes que querer llegar.

Y no dijo más, simplemente, desapareció.

- Ah, muy bien -contestó Nelly poco convencida-, en tal caso, si quiero volver a la Feria de las Ideas solo tengo que...

¡ZUMMM!

De pronto Nelly abrió los ojos y la algarabía, los puestos, los transeúntes y la plaza en la que se ubicaba la Feria de las Ideas estaban otra vez ante sus ojos. Vio pasear al lobo, vio muchos mercaderes queriendo vender sus ideas y muchos paseantes ansiosos por comprarlas. Con mucha más tranquilidad comprobó que todo volvía a tener el aspecto sólido y colorido de antes de la visita del Viajero. Todo era consistente, cotidiano, ¡normal!

Con gran alivio respiró hondo y se preparó para pasear y disfrutar del resto de la jornada, pero antes de echar a andar reparó en un sobre con su nombre que había en el suelo. Justo a sus pies. Se agachó, lo abrió, sacó la nota que había dentro y la leyó:

"Ten cuidado con lo que compras".

Nelly sonrió para sus adentros y luego se perdió entre la multitud, preguntándose qué nuevas sorpresas le traería el día y dónde estaría en ese instante el niño mensajero. 

FIN. 

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