Cuentos del niño mensajero: La Musedad.

La plaza octogonal de la Ciudad de los Cuentos estaba abarrotada. Un millar de pequeños "minions" se amontonaban dando saltos, lanzándose codazos y temblando como locos a la par que clamaban: "¡Muso-muso-muso-muso....!"

Nelly, desde la terraza del Ayuntamiento, resopló con fastidio ante la marea de pequeños seres temblones y agitadores. ¡Queremos al muso! ¡Ha vuelto el Muso! ¡Bieeennnn! gritaban aquellas criaturas amarillas.

- Me encanta como cumplo mis promesas -dijo Nell para sí misma.

Si recordáis, aseguró en un arrebato hiperbólico que no le hablaría durante cinco mil años.
Habían pasado tres días solamente. Y la ciudad estaba como loca con el regreso del Muso.

"¡Muso, muso, muso, muso!"

Nell se aferró a la barandilla y llamó al orden:

- ¡¡¡¡¡¡¡Ya estáaaaa bieeeeennnnn!!!!! -gritó-, ¡callaros de una vez!

Los minions enmudecieron. "¡Muso!" se le escapó a uno al fondo de la plaza.
https://www.flickr.com/photos/tricksware/16817818497
(CC)


 Nelly se dio la vuelta y caminó al interior del Ayuntamiento donde Memphis, con su inseparable bata blanca, su pizarra y un bolígrafo, la estaba esperando.
- Repasemos una vez más la imposibilidad del caso -señaló la científica empujando el puente de sus gafas-, "de por qué los seres humanos no tienen poderes"-afirmó- Episodio uno: las mariposas blancas. Pudo ser casualidad que el llamado "Muso" supiera dónde estaban.
Nelly se dejó caer en su confortable sillón de Alcaldesa. Casi al instante reparó en la presencia, a su lado, del niño mensajero, cartero de la Ciudad imaginada.
Iba a responder "casualidad" a las palabras de la científica, pero el niño lanzó a Nelly una mirada que bien podría juzgarse de advertencia y se contuvo.
- De acuerdo -dijo al cabo de un rato-, puede que las mariposas no fueran casualidad.
- ¿Que otras pruebas tienes de sus poderes?
- Lo de los "lunares" -dijo Nelly.
- Un error gramatical -respondió Memphis al instante-, tu cerebro asoció la palabra y le dio un significado diferente. Ocurren muchas casualidades cósmicas a tu alrededor, es solo que no les prestas atención.
- La falda de flores y el té -continuó Nelly.
- Precisamente ese es el punto menos relevante, -interrumpió el niño mensajero- ... vio como casi derramas el té sobre la falda.
- ¡¡Luego es mentira!! -exclamó la Alcaldesa-, pero un momento: ¿y tú cómo sabes que me vio?
El niño mensajero se encogió de hombros.
- No hay pruebas suficientes -dijo Memphis-. Necesitamos pruebas científicas. De lo contrario esto será una búsqueda infructuosa de respuestas.
De pronto al cartero de la Ciudad le entró la risa. Tanto se reía que Nell tuvo que acercarle una silla para que se sentara.
- ¿Se puede saber qué es tan gracioso?
- Crees que el Muso lee la mente...
Y venga a reírse más.
- Memphis dice que sólo deduce cosas con acierto ¿Tú sabes algo que yo no sepa? -inquirió Nell mirando al cartero.
El niño sonrió.
- ¿Quieres que te diga la verdad? ¿Sobre quién preguntas realmente?
La Alcaldesa palideció hasta que su cara se quedó del color de las velas que sostenía un candelabro de bronce a su derecha. Se cruzó de brazos. Enfadada. Con aquel dichoso niño no había manera de dialogar.
- ¡Vamos a cambiar de tema!
- ¿Por qué? -protestó Memphis-, ¡ya que estamos hay que saber quién tiene razón!
- La razón nos dice que el ser humano es un ser corriente y moliente -respondió Nelly-, y que los poderes mágicos no existen.
El niño mensajero recogió su bolsa bandolera y se dispuso a marcharse, como si aquella respuesta le invitara a abandonar el ayuntamiento.
Abrió las puertas ante una marea rugiente de minions clamorosos, que le recibieron con sonrisa bobalicona. 
"¡Muso-muso-muso-muso!" gritaban.
- ¡Por favor, esto es terrible! -exclamó Nell, llevándose las manos a la cabeza-, ¿de donde salen todos estos bichos amarillos?
- Creo que son una bella imagen de la reacción que te provoca su presencia.
- Esto es un desastre. Me van a colapsar la ciudad entera. El Muso se va... el Muso vuelve, echo al Muso, me enfado, me desenfado... lo persigo, no lo persigo. ¡Y mira, mira cómo está la ciudad! ¡Un caos!
- No diría tanto... es una Ciudad muy alegre. Rebosa energía. 
Los Minions daban saltitos y corrían como locos.
- Dime una cosa, Nelly, durante su ausencia, (la del Muso, me refiero), ¿qué te dije yo?
La Alcaldesa dejó de contemplar a los minios y se rascó la barbilla, pensativa. Cierto era que al faltar el Muso, quedaba sólo el niño mensajero para ir a preguntar las cosas importantes. De esas cosas que pueden cambiarle a uno la vida. 
- Me dijiste que tenía trabajo suficiente como para centrarme en mí misma y no preocuparme tanto del resto de la gente -contestó Nelly-, me dijiste que tenía trabajo suficiente para entretenerme una vida entera.
- Eso es. Y ahora que el Muso ha vuelto, ¿qué pregunta te hice ayer por la noche y hoy por la mañana? 
- Me preguntaste cómo me resultaba más fácil vivir.
Nell recapacitó un instante. En aquellos tres días habían cambiado muchas cosas. Había aplicado con esmero muchas enseñanzas, ... porque pensaba que no iba aprender nada más. De manera que, sin ser consciente de ello, había avanzado mucho. De estresarse por pequeñas cosas a aprender a hacerlas con calma y enfrentarse a terribles miedos para luego responder a la pregunta: ¿cómo te resulta más fácil vivir? Y todo eso lo había hecho sola.

- Ahora ya te has dado cuenta de por qué se fue el Muso.

Al Alcaldesa frunció el ceño, miró a los expectantes Minions y de nuevo al cartero. Después, gritó a la audiencia:

- ¡¡Volved al trabajo!!

El niño bajó las escaleras de la casa consistorial y cruzó la plaza mientras cientos de cabecitas amarillas y sonrientes se apartaban para dejarle pasar. 

FIN.  



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