El cartero, la Alcaldesa y el Mundo de Norman - Cuentos del Niño Mensajero.

De vez en cuando a la Ciudad de los Cuentos había que llegar en canoa.  No ocurría mucho pero, cuando pasaba, no había dique que contuviera aquella presa de sentimientos rotos. 
La Alcaldesa estaba llorando. 
No unas cuantas lagrimillas, no, sino un mar entero de desesperanza que se vertía en forma de tsunami fuera de la casa consistorial, anegando calles y mercados. 
Tanto era así que los vecinos fueron a quejarse. Memphis navegaba sobre su pizarra de científica y el niño mensajero se había encaramado al tronco de un árbol que flotaba en medio de la plaza. 
Los artesanos, los panaderos, el músico, la de la tienda de joyas, y hasta el que encendía las farolas por la noche también se habían acercado hasta la plaza del ayuntamiento.
- ¡Socorro! -gritaban-, ¡nos vamos ahogar!
- Así no se puede -añadió otra vecina.
- Dile tú algo - dijo el niño mensajero a la científica.
- ¿Yo? -respondió Memphis-, ¿qué quieres que le diga? Lo único que puedo hacer es calcular la energía que llevamos gastada. ¡Menudo derroche de agua!
Un pato que nadaba en medio de ella tomó un sorbo y lo escupió acto seguido. ¡Puaj! estaba salada. Sabía a lágrimas de tristeza y desencanto. Y levantó el vuelo mientras protestaba y se alejaba de aquel lugar.
- Me recuerda un poco a un libro de Lewis Carroll -dijo el niño mensajero-, ese en el que Alicia se pone a llorar y lo inunda todo.
- Como sigamos así, vamos a tener un problema -añadió Memphis empujando el puente de sus gafas que se le resbalaban sobre la nariz-, esto se está complicando mucho...
Ayudándose de una mano, el cartero de la ciudad remó hasta la puerta del Ayuntamiento y luego la golpeó dos veces.
- ¡¡Déjame en paz!! -gritó Nelly desde dentro.
Pero como era muy insistente, volvió a llamar. Una y otra vez. Sin cansarse.
- ¡Te digo que me dejes sola! -repuso Nelly, abriendo al final ya que el dichoso niño no se marchaba.
Un montón de agua se precipitó fuera de la casa consistorial mientras el pequeño cartero remaba dentro contra corriente.
- ¿Quieres ver una pelí?
- No. Quiero estar sola -respondió Nell-. Porque ya lo estoy y además estoy muy triste.
- Vaya.

Comprendió entonces el muchacho a qué se refería Memphis. De seguir así la ciudad iba a tener problemas muy serios. El despacho consistorial estaba prácticamente anegado. Ya en cierto modo la ciudad se resentía por doquier. La temperatura se había vuelto loca. Hacía sol y las calles estaban inundadas. Todo era un completo desastre. La electricidad estaba fallando. Surgían grietas en todas partes.

- Venga, veamos una película. La podemos ver juntos.

- Estoy mala, tengo fiebre y estoy triste -repuso Nelly-, ¡¡déjame en paz!!

- Podemos ver una pelí juntos aunque estés mala, tengas fiebre y estés triste. 

A todas aquellas penurias había que añadir que volviendo a casa, Nell había sido testigo de un desafortunado accidente de moto, lo cuál la había entristecido aún más. Una furgoneta blanca golpeó a un joven porque no lo había visto al girar hacia un aparcamiento.
La Alcaldesa suspiró, rompió de nuevo en llanto y se tapó los ojos absolutamente desconsolada. Pese a llorar un mar entero, al dejar entrar al niño mucha agua se había ido fuera del ayuntamiento, así que no cubría lo suficiente como para ocultar un viejo sofá destartalado. Allí se sentaron los dos. Él como siempre, y ella con los hombros hundidos.

- De acuerdo, veamos una película -dijo cuando alcanzó a serenarse un poco.

Y así como por azar, así como quien no quiere la cosa, así como las extrañas y misteriosas casualidades que a veces pasaban, eligieron  El Alucinante Mundo de Norman. 

fuente: Internet, varias (almas oscuras, Phothbucket, etc.)

Empieza con un niño muy friki que quiere estar solo.

- Anda, mira qué bien -dijo Nelly- buen comienzo...

- Sí, no sé a quién me recuerda...

No sólo quiere estar solo, sino que el mundo entero se porta fatal con él. Le tratan mal, le hacen la burla, le dan de lado... el pobre hasta tiene un trapo en su taquilla para borrar los insultos que cada día le regalan sus compañeros.

- Qué pelí tan buena -dijo Nell con sorna-, creo que me estoy animando.

- Pues fíjate, también esta triste.. date cuenta, porque hoy te pareces a él.

Según iba avanzando la película, parapetada tras una manta, escondida bajo los libros que el agua iba depositando sobre el sofá, la alcaldesa descubrió porqué el muchacho era tan infeliz. Era diferente al resto, podía hablar con los muertos.

- Esto me recuerda a la película del Sexto Sentido -le dijo al niño mensajero-, ¿has elegido esta pelí porque debo renunciar a todo y hacerme super friki? ¡Eso está hecho! Viviré como Norman escondida en una habitación... es un plan fantástico. 

El niño mensajero miró al cielo con paciencia.

- Me parece un plan genial.

- Sigue mirando.

Los minutos fueron pasando y una vez establecido el escenario y el hilo argumental de la historia, Nelly comenzó a diseccionar los personajes:

- Ese ejemplo de fidelidad absoluta no existe -sentenció refiriéndose al amigo del protagonista.

- Salvo en los niños.

- ¡Bah! no sé porqué se empeñan en ponerlo en las novelas. No creo que haya gente así, de verdad que no. Es casi como el Sam de Frodo. ¿Dónde encuentras esa fidelidad? 

- Son niños. Los niños sí son así.

- Ya, pues luego creces y el mundo se vuelve un asco.

El agua de la ciudad ascendió un par de metros. La historia de Norman se desarrollaba sin sobresaltos: niño que ve fantasmas, pueblo embrujado, maldición de la bruja. Zombies que despiertan de sus tumbas.

- ¿Sabes? -dijo de pronto Nelly, avanzada la trama-, no creo que los zombies sean malos.

- ... pero no lo sabes -repuso el niño mensajero, divertido.

- ¿Cómo que no lo sé? Bueno.. no sé, sólo digo que es típico y tópico de los argumentos. Y, ya sabes, no corresponde que los zombies sean malos... es decir, como escritora, los zombies no deberían ser malos. Es lo que... se espera. Es como ese golpe típico de los argumentos. Que no sean malos al final.

- Pero lo parecen.

La alcaldesa miró la pantalla del televisor, vio correr a los protagonistas, vio reír a la bruja. Estudió detenidamente a los zombies. Francamente, estaba contrariada. Parecían malos. No era normal que tardara tanto en averiguar los argumentos de ese tipo de películas. Debía de ser por culpa de su constipado.

- ¿Serán malos o no lo serán? -preguntó mirando al niño mensajero. 

- "No son malos" -dijo de pronto Norman-, "sólo son estúpidos. Cometieron un terrible error en vida porque tenían miedo. Y ahora han renacido convertidos en eso".

A Nell le dio un vuelco el corazón.

- ¡Lo sabía, no eran malos!

- Solo necios -dijo el niño mensajero.

La alcaldesa miró al niño que a su vez miró a la alcaldesa y por un instante parecía que todo el Universo estuviera también allí, mirándolos, porque estaba a punto de ocurrir algo trascendente y fundamental. Algo como cambiar la tristeza en alegría. ¿Cómo puñetas podía ser tan casualmente extraña la elección de una película?, pensó Nell.

- "La gente" -dijo Norman en la pantalla-, "a veces comete errores o no sabe lo que hace, porque tienen miedo".

Oh, vaya. 

La ciudad se libró de la inundación de pronto. La alcaldesa carraspeó. 

- He adivinado medio argumento -dijo, mirando de soslayo al niño y cruzándose de brazos. Ya no estaba ni la mitad de triste que antes. Aunque seguía siendo muy triste.

En verdad lo había averiguado en la escena en la que acorralaban al protagonista, porque era una escena típica y tópica, y solo podía dar una salida. Sin embargo, lo que no se esperaba para nada, era el juicio. 

(no sigáis leyendo si queréis ver al película, porque la destripo)****

El niño mensajero miró fijamente a Nelly cuando ella se dio cuenta de a quién se juzgaba.

- Pues sí que están conectados -pensó refiriéndose a dos de los protagonitas. Esta vez no dijo nada. 

Afuera, el caudal del agua menguó. El sol comenzaba a ponerse sobre una ciudad cada vez más seca, para alivio de sus habitantes.

- Eso no te lo esperabas.

No, aquello Nelly no se lo esperaba. 
La bruja no era mala. 
No era mala en absoluto.

- Las apariencias engañan -dijo el niño mensajero.

Y allí, en medio del silencio de la alcaldía, Nelly dijo al muchacho, muy severamente:

- Ellos pueden ser necios (los zombies), pero esa niña encarna el odio. Y eso no tiene buen arreglo.

El niño mensajero no dijo nada. Era cierto. Fruto de las malas acciones de unos seres humanos que en la película habían cometido un acto salvaje... ahora teníamos a un fantasma cabreado. 

Pero por fortuna, el guionista o los guionistas no habían terminado de sorprender a la alcaldesa. Pues bien cuenta la película que aquello es sólo un círculo vicioso. "De nada sirve dormir a la bruja", dijo Norman, "lo único que conseguiremos es que todo se repita una y otra vez".

- ¡mira tú qué cosas! -dijo el niño mensajero-, si resulta que escondiéndose y durmiendo no logras nada...

Nell miró al niño con cara de: "es la última vez que te dejo elegir películas". Ya no había modo de estar triste. ¿Qué fue de los escritores de antaño que se recluían lejos del mundanal ruido para escribir tétricas historias románticas sobre la soledad del Hombre?

Con aquel dichoso niño no había manera. Una no podía deprimirse a gusto, pensó Nell. Mandar el mundo a la porra y volverse del "lado tenebroso".

- Ya me dirás tú como lo van a solucionar -refunfuñó-, porque no tiene arreglo. Ellos fueron malos, y ahora ella es un monstruo lleno de odio. ¿Cómo arreglas eso, eh? 

Cruzada de brazos aguantó hasta que Norman llega a la tumba de la niña. Parapetada tras un cojín se negó a escuchar al protagonista mientras decía: "¡oh, no estamos solos. Nunca estamos solos. Siempre hay alguien que nos quiere, aunque los necios nos hagan daño y el odio nos haga olvidarnos de las cosas buenas!". Y visiblemente emocionada fue testigo de la reconciliación de la niña, de los recuerdos de la pequeña y de la escena final que vuelve a ser prueba de que el ser humano miente y es complicado, manipulador y traicionero hasta la médula.

Perdón... que me había olvidado de que al final la alcaldesa ya no estaba triste. Sólo le hizo gracia ver cómo cada cuál contaba a los periodistas la versión de su papel en la película. Mintiendo, tergiversando y exagerando según sus intereses, como es, al parecer, natural. 

Acabado el film, y con el sol poniéndose, Nelly abrió las ventanas del despacho del ayuntamiento y suspiró. El aire fresco la reconfortaba. 

- ¿Te ha gustado la película? -preguntó el niño mensajero.

Nell se había agachado a recoger unos libros y se dio la vuelta para contestar pero descubrió con enorme sorpresa que ya no estaba allí. El pequeño cartero, simplemente, se evaporó. Como solía ser su costumbre sin que nadie supiera jamás a dónde iba, o dónde estaba antes de aparecer de nuevo.

FIN. 

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