Nelly y los Sueños


Hacía un par de horas que el sol se había alzado por el Este en el horizonte cuando las puertas del Comité Onírico de la Ciudad de los Cuentos se abrieron de par en par. Dado que eran reuniones discretas y secretas, -nadie sabía bien dónde se reunía el Comité-, sus integrantes dieron un salto cuando vieron a la Alcaldesa en el umbral, con una sonrisa tan amplia como la del gato de Cheshire.

- ¡¡Gracias, Gracias!!

Dijo acercándose a ellos.

- ¿Quién diseña aquí los sueños? -preguntó curiosa-, ¿quién es el jefe?
Los miembros del Comité se miraron unos a otros, alarmados. ¡Una humana allí, en su reunión! Eso no había pasado nunca....

- Bueno, ¿¿quién los diseña?? ¿Es el mensajero de la ciudad? 

- Lo hacemos entre todos -contestó su interlocutor más viejo.

- Bueno, pues, ¡¡muchísimas gracias!! ¿Por qué no lo repetimos todos los días? ¡Ya que habéis tenido una idea tan buena...! ¡Ha sido maravilloso!

Los miembros del Comité fruncieron el ceño.

- No se puede repetir.

- ¡Ah, ¿y por qué no?! ¡Por qué hoy sí he soñado algo tan fantástico y otros días me dais pesadillas...!

- ¡Yo te lo explico! -dijo una voz jovial.

Nelly miró a la izquierda y vio que Memphis, la científica de la Ciudad de los Cuentos, estaba allí sentada. 

- ¡Anda, ¿formas parte del Comité?! -le preguntó.

Ella negó con la cabeza. 

- No, sólo vengo hoy para explicarte lo que ha pasado.

Quitó un paño que cubría un objeto sobre una mesa auxiliar y descubrió una olla express, de las que se usan para cocinar alimentos más rápido. Le dio a un botón de un frontal de la mesa auxiliar y la olla empezó a pitar a medida que subía de temperatura lo que había dentro.

- Metafóricamente hablando podríamos decir que ésta -señaló la olla-, eras tú ayer.

El pitido se hizo más y más potente.

- ¡Va a explotar! -dijo Nelly protegiéndose con los brazos.

Memphis empujó el puente de sus gafas que se resbalaba constantemente sobre su nariz, en un gesto característico.

- No, tranquila. Explotar no explota, pero puede resultar contraproducente para el resto de tareas del cerebro el hecho de que tengas un nivel de energía tan alto. Recibíamos quejas de la parte encargada del "Análisis Racional", por no hablar de los neurotransmisores de las emociones, que tanto mandaban señales de felicidad como de tristeza, ¡y a veces ambas juntas!, al resto del cuerpo.

- Aaaah, ¿y por qué tenía semejante energía?

Feliz de que le hubieran hecho esta pregunta, Memphis destapó una pizarra que había junto a la olla y comenzó a anotar fórmulas mientras hablaba dándole la espalda a la Alcaldesa:

- ¿No lo sabes?: Tormenta + Luna llena + Factores X e Y que no vamos a desvelar = Super Energía.

- ¿Por la tormenta?

- Claaaro, si te pasa desde niña -contestó Memphis-, la energía del aire se multiplica, hay electricidad en las capas altas, ¡hielo en las nubes, lo que provoca los rayos! Y tú eres como una especie de receptor... ¿no lo sabías? Y si ha eso le añades un mes con dos lunas llenas, ya...

Nell se preguntó alarmada si con eso de "receptor", quería decir que corría el riesgo de que le cayera encima un rayo.

Memphis hizo una pausa y luego continuó:

- Échale la culpa a los Cúmulos... Por eso, los miembros del Comité, te han hecho soñar con lo que más deseas. Mira -señaló a su derecha-, ella es "Deseo". Y a su lado está "Miedo". Son los principales encargados del contenido de tus historias oníricas. Viendo como estaba ayer el patio, le dejaron a Deseo decidirlo todo... y de ahí lo que has soñado. 

- Aaaaah -dijo Nell- pues muchas gracias! ¿No podemos repetirlo todos los días?

Memphis negó con la cabeza. Y en ese momento entró en la sala del Comité el niño mensajero de la ciudad, pero no dijo nada, solo se sentó a escuchar mientras hablaba Memphis:

- Los sueños repetitivos tienen otra función.

- ¿Y no los diseña él? -preguntó Nelly mirando al niño.

Éste negó con la cabeza.

- Fíjate bien -continuó Memphis, abriendo dos ventanas de la sala que estaban muy juntas-, ¡esto es lo que pasa fuera!

Nelly vio el mundo cotidiano y las cosas cotidianas que le ocurrían a través de la ventana de la izquierda. 

- Y esto, ¡lo que percibes dentro!

La ventana de la derecha daba paso a un mundo muy diferente. de extrañas formas, remolinos, percepciones y sentimientos.

- No se parecen mucho... -comentó.

- Por eso el Comité decide y diseña los sueños. Puedes estar percibiendo una cosa fuera, y otra muy distinta dentro -aseguró Memphis.

- Me estoy liando.

El niño mensajero se echó a reír.

- Los sueños son mensajes que te dices a ti misma -dijo-, o mensajes que te llegan de otros lados.

En ese momento Nelly volvió a recordar su fabuloso sueño y sintió una gran felicidad.

- ¡Podíais preguntarme con qué quiero soñar! Y ya que estoy aquí, ¿puedo preguntar el significado de esos sueños que tenemos casi todos? Me refiero a los sueños que los seres humanos tenemos en general...

- Adelante -dijo un miembro del comité.

- ¿Por qué soñamos con que se nos caen los dientes?

- "Inseguridad" -dijo otro miembro.

- ¿Con qué volamos?

- "Ansias de libertad" -contestó otro-, a no ser que sea desagradable. Se asocia también al éxito.

- ¿Por qué soñamos que nos caemos?

- "Miedo".

- Eso es muy vago... -Nell siguió pensando, esta vez en los suyos propios.

- ¿Por qué pasé años soñando que me había dejado una asignatura olvidada en la Universidad?

Era un sueño bastante persistente y desagradable.

- Exceso de responsabilidad y sensación de que no puedes llegar a todo. 

- Y algo más -repuso el niño mensajero-, pero sería complicado de entender.

- Vale... ¿por qué sueño ahora con una casa que no acaba nunca? ¿o más bien que no acaba donde debería de acabar?

Los miembros del Comité se miraron algo desconcertados. No esperaban aquella pregunta.

- Sois bastante pesaditos con ese sueño, así que podíais darme una pista.

Ninguno habló. Memphis sólo escuchaba porque no entendía de contenidos oníricos, solo de ciencia. Nelly miró al niño mensajero, que parecía entender de todo. 

- ¿¿Y bien?? ¡Estoy esperando! -dijo la Alcaldesa dando golpecitos en el suelo, impaciente.

El niño mensajero colocó su bandolera y se puso en pie, como si fuera a marcharse de la sala, pero antes se acercó a Nelly.

- ¿Qué sientes respecto a ese sueño? 

- Al principio pánico -contestó Nell. Era una pesadilla terrible y oscura. 

- ¿Después?

-  Curiosidad.

- ¿Y ahora?

- ¡Ahora pienso que tengo dos casas! ¡Porque a base de repetirlo me lo tomo con resignación! ¡Me caéis todos fatal! -dijo mirando al Comité-,... bueno, excepto por el sueño de hoy.

Los miembros del comité suspiraron y miraron al techo. Nell era terriblemente obstinada.

- Ese sueño lo podríais borrar del repertorio. Mi casa no llega hasta el infinito. Es una casa!!! Y tiene un número determinado de cuartos, ¿¿vale?? 

Solo de recordarlo, se le ponía la piel de gallina. Tanto desconocimiento, tantas cosas que no deberían estar... desatendidas y ocultas. Y tanto miedo. 

- ¡Me voy! -contestó Nell.

El niño mensajero hizo una reverencia a los miembros del Comité Onírico y salió tras la Alcaldesa, quién había llegado muy feliz y se marchaba ligeramente molesta.

- ¿Sabes una cosa? podríamos diseñar nuestros propios sueños. Eso sería mucho más divertido.

Él no contestó. Tenía que irse al otro lado del mundo, donde hacía un par de horas que era de noche, para repartir mensajes a través de historias diseñadas por otros Comités Oníricos, de otras muchas personas.

- Si quieres -le dijo-, puedo entregar un mensaje de tu parte.

- ¿¿De verdad??

- Claro; elige a alguien, escribe una carta y yo se la daré cuando duerme. 

Nell se sentó en el suelo, abrió un cuaderno de notas y escribió cartas durante horas para todos sus seres queridos, conocidos, y para todos aquellos que quería conocer. Empezando, por qué no, por el Dalai Lama. Cuando había acabado de escribir mensajes a famosos, escritores, amigos en la distancia, lectores del blog, y hasta a las mismas estrellas que miraba por la noche, entregó todo el mazo al niño.

- ¡Voy a tardar cien años en entregarlas!

- Pues ale, ale... -dijo la Alcaldesa-, que no creo que dejemos de soñar.

Y sin más, el niño mensajero de la ciudad se alejó, rumbo a otros Comités Oníricos, porque bien cierto era que el ser humano jamás dejaría de soñar.

FIN.






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