Los pinta-estrellas

 - ¡Cómo me gusta el verano, es de día hasta altas horas de la noche! 
Nelly saltaba y brincaba en su despacho de la casa consistorial, muy alegre porque en la Ciudad de los Cuentos la puesta de sol parecía no tener fin. De repente llamaron a la puerta. Echó un vistazo rápido al reloj y se sorprendió pues eran casi las once de la noche. ¿Quién podría llamar a esas horas? 
Cazarecompensas –dijo una voz al otro lado. 
- ¿Quién? 
- Emile, el cazarecompensas –repitió la voz. 
Emile, Emile… Nelly conocía a un Emile pero era jardinero. Debía de tratarse de otro. Abrió la puerta con curiosidad y descubrió la figura delgada de un extraño. Era alto, más que el umbral incluso, y parecía una vara de junco, escuálido, con los ojos saltones, la barbilla afilada, manos grandes; vestía pantalón marrón ceñido y camiseta de cuadros. Portaba un objeto en una mano envuelto en lo que parecía ser la tela de un mantel, también con estampado de cuadros. 
- ¿Qué traes ahí? –preguntó la alcaldesa. 
- Lo que se pide en el anuncio –respondió su interlocutor. 
Sin esperar invitación se aventuró dentro del despacho y dejó su carga sobre la mesa del escritorio. Luego extendió el Cuentos Today sobre la misma y señaló un anuncio por palabras. 


Se busca Muso 
Etéreo, mágico, misterioso.  
Recompensa: mil doblones de oro y una piedra de luna.

Nelly pestañeó confusa… ¡Ah, el anuncio!, parecía que lo había puesto hace mil años en el periódico. Sí, recordó haberlo mandado a la redacción el mismo día en que el niño  mensajero abandonó la ciudad. Nelly tenía la esperanza de que el mensajero hubiera ido a buscar al Muso. Pero ni uno ni otro aparecían por aquel rincón virtual de los cuentos.  
- ¿Y mi recompensa? 
Con una mirada llena de avidez y la mano extendida, Emile apremió a Nelly para que fuera a buscar el pago por sus servicios. 
- Antes habrá que ver si es cierto que has capturado al Muso. 
Se acercó a la mesa y retiró el mantel. Sus ojos se abrieron con sorpresa. ¿Qué era aquello? Un frasco lleno de ojos que le devolvían una mirada interrogante apareció ante ella:

fuente de la imagen: facebook
(por el estilo diría que es de Ghibli, pero investigaré...)
  
- ¿Qué diablos es esto? –preguntó Nelly. 
Musos-respondió Emile. 
¿Musos? No sabía que hubiera más de uno, pensó la alcaldesa, rascándose la frente.
Una risa interrumpió aquella escena. Ambos, el cazarecompensas y Nelly, se miraron sorprendidos. Era una risa clara y diáfana como una campanilla. Ja ja ja por aquí, je je je por allá… el sonido se fue acercando hasta que se abrió la puerta.   
- ¡Tú! –gruño Nelly disgustada. 
El niño mensajero entró en ese instante en la casa consistorial, con una sonrisa pintada en el rostro.

CONTINUARÁ.... 

- ¿Dónde has estado todo este tiempo? -preguntó Nelly.
- Buscando las cosas que me pediste...
- ¡Esta sí que es buena! ¿Cuándo te he pedido algo? Te has ido sin mediar palabra y la ciudad sin servicio de mensajería... ¡Si vuelves a hacerlo contrataré una franquicia para que reparta las cartas!
Mudo testigo de esta discusión, el cazarrecompensas comenzaba a impacientarse. Daba golpecitos en el suelo con la planta del pie y torcía los labios en una mueca de creciente disgusto. Justo cuando iba a interrumpirles el mensajero de la ciudad desenrolló un pesado pergamino y lo lanzó al aire, ocupando buena parte del despacho consistorial.
- Con que no me has pedido nada, ¿verdad?: "Quiero un agente literario -leyó el niño-, quiero que el verano siga teniendo nubes y viento y esta temperatura tan estupenda, quiero una ocasión para ayudar a los demás, quiero una idea para una novela infantil, quiero una terracita con glamour donde sirvan cóceteles sin alcohol, quiero un parque para cobayas de segunda mano (¡antes del sábado y cerca del trabajo), quiero tiempo para..."
- ¡Basta! -gritó Nelly-, ¿cuándo he pedido yo esas cosas?
- Constantemente -repuso el mensajero-, no haces más que pedir y pedir y pedir... 
A Nelly le entro la risa.
- Eso no es verdad.
- No siempre lo pides con palabras, Nell -le recordó el mensajero-, y absolutamente todo ha aparecido, ¿verdad?
- Casualidades.... -replicó Nelly-. ¿Por eso has estado tan ocupado?
- Justamente. Lo del parque fue lo más difícil. Mira qué casualidad, en la calle Girasol, jajajjajajajaja...
Un carraspeo interrumpió el silencio apacible que se había formado tras la risa del niño. Era Emile que, harto de tanto esperar, se dirigió a la mesa y levantó su frasco de cosas negras con ojos saltones. El contenido se agitó en su interior, haciendo un ruidito extraño, como el de las hojas de los árboles frondosos al agitarse por el viento.
- ¡Me voy! -anunció-, si aquí no queréis los musos, en otra ciudad me pagarán lo que valen.
No había dado ni dos pasos hacia el umbral cuando el mensajero interrumpió su avance colocándose en el camino. 
- No puedes llevarte ese frasco.
Emile lo protegió con su cuerpo, temeroso de perder su tesoro.
- Son mis musos y me los llevo -dijo-, a menos que me paguéis lo que valen.
- Eso no son musos... -replicó el niño-, ya le dije a Nelly que los musos no pueden encerrarse en un frasco. Y jamás se dejarían atrapar por un cazador tan inepto.
- ¿A quién llamas inepto? ¡Aparta o te quitaré del umbral de una patada! -rugió.
- Esta bien -dijo el niño-, si crees que son musos, déjaselos a Nelly para ver si escribe algo con ellos. Ya que la labor de un muso es inspirar, pues está en su naturaleza, si quieres que te paguemos entrégale a Nelly una muestra de que has capturado lo que aseguras.
No viendo otra salida de aquella encerrona, el cazarrecompensas abrió el fasco con mucho cuidado, no si antes hacerle prometer a la alcaldesa que pagaría lo prometido si demostraba que había capturado, no uno, sino cientos de musos. Eso representaba miles de doblones de oro y piedras lunares. 
Una bolita negra con ojos, de aspecto tembloroso y cambiante, asomó tímidamente su cuerpo fuera del frasco y, al ver que tenía hueco por el que escabullirse, huyó de su prisión y fue a estrellarse contra una pared, a una considerable altura, volviendo negro todo lo que había en un radio de diez centímetros en el despacho.
- ¿Y bien?
Nelly se acercó a la pared y observó el manchón negro sin decir nada.
- ¿Algún poema, Nell? -preguntó el mensajero con sorna-, ¿un relato... un cuento... algo que inspire ese manchurrón negro de la pared?
La alcaldesa miró de hito en hito la mancha, sin sentir la más leve inspiración. Lo único que pensaba mientras analizaba la oscuridad de aquella pared antes colorida era que alguien tendría que limpiarlo. Se acercó y tocó la superficie para ver si manchaba también su mano. Pero no, no había rastro de nada pringoso ni que tiznara como el carbón, solo una marca negra en la pared.
- Sea lo que sea, esto no es un muso -dijo-, el mensajero tiene razón. No hay muso, no hay recompensa. 
- Y tampoco puedes llevártelos -añadió el niño.
- ¿Por qué no? -preguntó Emile.
El mensajero se volvió hacia la alcaldesa:
- ¿Sabes por qué no anochece?
Nelly se encogió de hombros. Ni idea. ¿Por qué era verano? ¿Por qué el sol estaba feliz en su sitio? Lo cierto es que casi daban las doce y no terminaba el crepúsculo.
- ¿No te falta algo en la ciudad, Nell? -preguntó el niño.
Ya que era difícil de explicar, el mensajero decidió ilustrarlo con un ejemplo. Quitó el frasco a Emile con un movimiento ágil y a pesar de sus protestas, logró acercarse a una ventana.
- Os voy a dar una pista -dijo.
Quitó la tapa y una docena de bolitas con ojos salieron volando hacia el cielo. De repente, ¡chof, chof! un trozo de bóveda celeste se oscureció y justo en el centro de aquella mancha apareció una brillante estrella.
- ¡Vaya, se ha hecho de noche en un trozo de cielo de repente! -gritó Nelly admirada.
- Lo que Emile ha capturado se llama "pinta-estrellas" -explicó el niño mensajero-, no son musos. Los pinta-estrellas trabajan durante el crepúsculo, oscureciendo el cielo para que puedan brillar esos puntitos rutilantes que normalmente alumbran de noche sobre la ciudad. ¡Pero claro, como aquí el cazarrecompensas se ha equivocado, llevamos dos días de amanecer y crepúsculo, sin noche! Estaba muy lejos de aquí cuando me llegó la noticia y vine rápido a ver qué pasaba...
Nelly miro a Emile con disgusto. Y este a su vez esbozó una sonrisa de disculpa que más bien era una mueca.
- Yo, yo... los musos -dijo-, no lo sabía...
- Ahora tengo un mensaje para ti, alcaldesa -interrumpió el mensajero-, ya que el sol lleva dos días trabajando sin descanso, van a mandar a un emisario. 
- ¿Un emisario?
- Claro, a ver qué pasa. Es normal. Las cosas llevan un orden natural siempre que no vengan cazadores a importunarlo,... tendremos que preparar la visita. Seguro que quiere discutir sobre tarifas de la energía, y horarios...
- ¿Y cuándo llegará? -preguntó Nelly.
- En menos de una semana.

http://www.argim.net/



Pero eso ya, claro, es otra historia..
SALUDOS!!



1 comentarios:

Jerom dijo...

Sin duda son las pelusas de "Mi vecino Totoro"

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