"Este podría ser el comienzo..."

Si mi primer instituto encerraba a un montón de matones obligados por el sistema educativo a estar allí hasta los dieciséis, el segundo era un antiguo monasterio de Madrid, reconvertido en centro académico, con un ambiente totalmente distinto.
Por entonces decir Madrid, para mí, era como hablar de algún remoto lugar porque a esas edades las distancias son bastante subjetivas...
Lo primero que pensé al llegar fue que semejante escalinata de mármol, que unía la primera planta con la segunda, no podía ser de verdad. Aquello era un palacio. Los techos estaban a tres metros de altura. Había un aula magna. Los ventanales tenían contraventanas de madera y forma oval.
No tenía nada que ver con el lugar del que procedía yo.
Al empezar el período lectivo, el primer día, un montón de alumnos en corrillos se dirigieron a la que sería nuestra clase. Tener quince años en un instituto nuevo nunca ha sido fácil. 
En esto que me fijé en una chica, vestida con lo que yo llamo un traje de toalla (un paño extraño), con gafas y media melena oscura, husmeando el aire y mirando los techos con la misma expresión de extrañeza que yo.
Tras estudiar su lenguaje corporal un buen rato, me acerqué a ella y le pregunté:
- ¿Eres nueva?
Me miró con la misma cara con la que miraba a los techos. 
- Sí.
- ¿Puedo quedarme contigo? Yo también soy nueva...
No me pareció especialmente feliz por habérsele presentado una amistad en bandeja. Simplemente, me miró con el mismo aire de curiosidad ratonil con el que miraba el mobiliario.
- Vale.  
Ese fue el comienzo de una gran amistad.
Ella tenía otra amiga allí. Las dos se habían cambiado de instituto ese año porque el suyo... bueno, si el mío era de matones, en el suyo no aprobaba la Selectividad ni dios, así que se cambiaron.
No me malinterpretéis, el edificio era precioso. Me gustaba curiosearlo y mirar por los ventanales, pues enfrente había un edificio oficial con cámaras y policía. Una vez agarré un estuche metálico, lo pasé por la reja de las ventanas y me puse a gritar: "carceleeeeroooooooooo"
Ja,ja,ja,ja, a mis compañeros les hizo mucha gracia.
No obstante, el ambiente era demasiado extraño. La gente hablaba de moda. Se maquillaban en los lavabos. En fin, era otro mundo...
Y yo no encajaba.
Un día, de mortal aburrimiento, una compañera con lentillas, pelo de pega, rimel exagerado y voz de flauta, me estaba diciendo que ojalá tuviera el color de mis ojos, cuando ya no pude aguantarlo más. Me sentía muy sola. No tenía amigos de verdad, incluso esta chica de la que os hablé tenía sus propios amigos y aunque en el segundo curso formamos un grupo estupendo (con una tercera chica, que llegaría más tarde y que era realmente colosal), las diferencias eran tan grandes que no sabía bien... cómo comportarme.
En estas que a lo lejos, en el pasillo, veo a dos chicos que destacaban sobre el resto. Parecían mayores.
Uno de ellos vestía todo de negro y llevaba en la camiseta la imagen familiar de un personaje manga. 
Aquel dibujo familiar me llamó la atención a diez metros de distancia. Asuka. 
Tenía cuadernos repletos de ella. (Yo pintaba, pintaba y leía mucho).
- Voy a hacer una cosa...
Mi amiga me miró sin entenderme. 
¡Gente normal! pensé yo. Gente que "leeeeee"!!!!
- ¿Pero a dónde vas, tía? ¡Que son unos malotes!
Bueno, de normal los frikis no tenemos mucho. Pero yo me entiendo.
Me acerqué a ellos. 
- ¿Te gusta esta serie?
El chico con pinta de rapero (yo no sabía tampoco lo que era un rapero), camiseta de los patos y figura bastante gruesa, pelo largo, sonrisa pícara me miró de un modo ... diría socarrón. Yo me había dirigido al otro. Un joven barbilampiño, castaño y bastante alto (para entonces), que me miró...
Bueno.
No sé cómo me miró.
Su rostro era una máscara. Ojos castaños. Pelo corto. Camiseta friki. No varió su expresión ni un ápice, sin embargo, ... parecía tener un montón de cosas que decir, y que sentía, pero había un muro de hielo entre él y el mundo.
Tiempo después, él me escribió un cuento de este momento y ponía: "y de pronto veo a una chica que se acerca a dos a los que no quiere acercarse nadie..."
Hombre, tanto miedo no daban.
- Sí -contestó.
Un "sí" quedo. Sin más. Ni mirada fanfarrona, ni extrañeza. Nada.
- Pues esa serie es una porquería.
(No dije eso, dije algo peor)
Y sin más, me fui.
Hala.
Podría parecer un hecho absurdo y hasta una tontería, pero al día siguiente, el chico entró en mi clase. Era del bachillerato de ciencias (¡¡el enemigo!!) y lo suyo era la lógica, el contener las emociones, y las matemáticas.
La vida nos separó tres años después, y nos reencontró -por un cuento-, cuando yo tenía veintiséis o veintisiete.
- Sí, fue toda una sorpresa -me dijo, tiempo después-, pero dijiste algo como "oh, me alegro de verte. Pero vete".
jajajajaja.
Qué exagerado.
- Exagerado no -contestó-, qué nos conocemos, Nelly.
- Bueno, ...
Debe de conocerme. Al se le deben frases como:
- Si no fuera un acertijo envuelto en un misterio, rodeado de un enigma, tú no estarías todavía ahí...
JAJAJAJAJA...
Qué maldad.
- ¡¡Pero qué dices!!
- Que nos conocemos, Nelly.
Me tiene indignada.

El mundo da muchas vueltas. Pero la enseñanza de hoy es que es muy importante que busquéis y os rodeéis de buenos amigos y buenas amigas ^^
El cumplido más bonito que me ha podido decir es que, mientras estuvimos separados (yo con un cabreo bastante impresionante, por cierto), él no sólo no me guardaba rencor, sino que en momentos de bajón, saber que yo existía le animaba. Y mis cuentos también. Si os soy sincera, me dijo esa frase y no tardé en entenderla. Me cuesta creerlo.
Locura o no, nos conocimos por culpa de una camiseta.
¡Besazos y pásalo bien en tus viajes, amigo! 
Nelly.

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