Nelly y el Principito

Si yo tuviera un planeta como el del Principito, sería mediano. Ni muy grande, ni muy pequeño. Y estaría lleno de flores. Por las mañanas se cubrirían de rocío y por las noches temblarían con la brisa. ¡Brrrrr...! qué frío es mi planeta. Salvo en verano...
Un jardinero que sabe cuidarlas muy bien vive en lo alto de una colina. Tiene el pelo rubio y los ojos claros. Le canta a las flores y las flores crecen, cambian de color, y se mueven con la brisa con la llegada de la noche. Pero ocurre que, como es tan buen jardinero, los habitantes de todos los planetas (y de todo el planeta) quieren consultarlo.
Un buen día, al ir a preguntar si las hierbas que habían crecido junto a un camino eran margaritas o "hierbajos", me encuentro con que el jardinero está abatido y triste sobre su montículo de tierra.
- ¿Qué te pasa? -le pregunto.
Él me contesta que tiene tréboles, anémonas, hierbabuena y melisa en un semillero. En otro girasoles y rábanos. En otro tiene zanahorias, en un tercero azaleas y gardenias. En un cuarto claveles.
Pero todas necesitan agua y no hay recipientes suficientes. Además, una colonia de cigarras ha decidido instalarse en un jardín vecino, una plaga de saltamontes amenaza las plantas aromáticas de otra parcela y una tormenta de granizo se quiere colar en el jardín más cercano.
- No puedo atender ahora a tus flores -me dice el jardinero-, porque muchas otras se están secando.
Pero aún así, acude a ver las plantas.
- Estas, ya te lo he dicho más veces, son margaritas, ¡y estas de aquí hierbajos!
El jardinero se enfada y yo me siento muy triste. ¡Ojalá supiera ya ver la diferencia! Pero no puedo. Utilizo mi lupa especial y espacial para distinguir las flores de malas hierbas, y luego consulto la guía de jardineros siderales, pues no me atrevo a volver a molestarlo.
Un señor muy agradable se presenta en el planeta poco después. Mira las flores, esparce veneno para hierbas, y se marcha.
Al día siguiente las margaritas están medio muertas. 
- Vaya por Dios, se han equivocado de fertilizante -dice el jardinero de mi planeta al verlas.
Se pone a cantar y en un plis plas las margaritas lucen preciosas, los hierbajos desaparecen y los que no se han ido se han transforman en flores. ¡Cómo me gustaría que siempre luciera así mi jardín!
De pronto una vecina que está mirando mis plantas, apoyada en la valla blanca que delimita mi terreno, me dice:
- En verdad yo creo que sabes cuidarlas bien, pero no te atreves a hacerlo sola.
El jardinero asiente repetidamente.
- Bueno -contestó-, está bien, entonces las cuidaré yo sola..., a ver qué pasa...
El jardinero se marcha pero al poco de sembrar las plantas que más me gustan, un sinfín de otras intrusas invaden mi jardín. Echo un vistazo a la Guía Espacial de Jardineros y me empleo a fondo con todos los trucos que sé. Algunas plantas crecen muy bonitas, otras se han convertido en cactus y me pinchan enfadados.
Estoy por prenderle fuego al jardín y hacer uno Zen, que sólo tenga arena y piedras.
Cuando más triste estoy, pensando en el enfado del jardinero de mi planeta cuando regrese y vea este desastre, llega una nave espacial.
¡Es el principito! El de verdad. El que tenía una hermosa rosa en su planeta y un buen día se marchó en busca de aventuras...
Me echo a llorar y le cuento todas mis penas. El Principito mira el jardín. Ve rosales, claveles y dalias. Alguna que otra mala hierba. Me hace alzar la barbilla, coge el cuaderno con trucos de jardinería que he empezado y me dice:
- Creo que sabes hacer las cosas estupendamente bien, y que eres muy inteligente. Así que, ¡no tengas miedo! Pues claro que te equivocarás pero yo no aprendí sabiendo. Además, eres muy capaz de asumir tus equivocaciones y aprender de ellas.
Con estas palabras tan estupendas, me pongo a trabajar en mi jardín espacial. Algunas plantas se marchitan, pero otras crecen. En lugar de pensar qué podría haber hecho para que las plantas secas lucieran felices, me dedico a trabajar en aquellas que sé que van a dar unas flores preciosas. Y poco a poco mi jardín va tomando forma. 
La siguiente primavera el planeta se llena de tulipanes, edelweiss, unos cuantos don pedros y otras muchas pasifloras. Un viajero espacial se detiene al verlo tan lleno de flores y me pregunta cómo llegué a cultivar tantas y de tan variopintas especies. Le digo que es un secreto.
Y al pasar los años, un aprendiz de jardinero llega a mi planeta. A él le cuento mis trucos, le hablo del jardinero que una vez me ayudó a plantarlas, del Principito y de los cactus y las azaleas. Después le regalo un cuaderno en blanco. Para que poco a poco, él también aprenda a cultivar sus propias flores.

FIN.



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