Uno de mis regalitos de Papá Noel (sí, yo también soy más de Reyes), ha sido este libro: Shogún - de James Clavell.

Cuando yo era más jovencita, no recuerdo la edad exacta pero hará ya como catorce o quince años, elegí un libro de la librería grande de la casa (vamos, la de mayores).
- ¿Shogún? ¿De qué trata?
- De Japón.
- ¿¿En serio??
Adoraba Japón.
- ¿Puedo leerlo?
- Claro.
Allá que me voy yo con mi libro (una edición bastante antigua, por cierto). Recuerdo que contaba la historia de un marinero holandés (si no me equivoco) que llega a Japón. Lo primero que me llamó la atención fue que, en una escena, se pone alguien malo y el médico occidental dice: "vale, tenerlo con las ventanas cerradas y que no le de la luz porque las enfermedades, como todo el mundo sabe, se transmiten por la luz solar".
Una que tuerce el gesto. Se levanta:
- Mamá... ¿este tío del libro es tonto o me lo parece a mí?
Risas.
- ¿Es que no sabes que los japoneses tenían medicina de verdad cuando los occidentales, en esa materia, eran un tanto... atrasados?
Vale, sigo leyendo.
Para mí los japoneses eran... un pueblo idealizado. Sólo sabía de ellos que peleaban con katana y me imaginaba que las chicas, de pelo perfecto y liso, arreglaban flores y vestían kimonos. Ah, qué bonito todo.
Y llegamos a la escena del acantilado.
El señor feudal en cuestión no veía a los hombres que intentaban rescatarlo. Miraba hacia el océano, había un ruido ensordecedor... Los hombres gritan. El señor feudal que no los oye y de pronto uno de los japoneses se inclina respuetuosamente, grita "¡banzai!" y se lanza al acantilado, espachurrándose a pocos metros del señor feudal, con lo cual, el señor feudal gira la cabeza y ve a sus rescatadores. Bueno, ve eso y al japonés ... "espachurrado" (tripitas y sangre de por medio).
Cierro el libro.
Me levantó.
- Oye, mamá, ¿este tío acaba de suicidarse para que el otro gire la cabeza?
- Sí.
- ¿¿¿¿Es que son tontos????
Risas y más risas.
- Sigue leyendo, Nelly, me parece que el libro te va a gustar mucho...
Pues así todo el rato. Tiene partes... asombrosas: "Oiga, jefe, me ha salido mal esto, ¿me deja suicidarme?"
¿¿¿????¿??¿???¿¿??¿?¿¿??¿??¿?¿?¿?¿?¿?¿¿?¿??¿?¿?¿¿?.
Es genial. Esta tan bien narrado, que les acabas entendiendo. Y lo que al principio te causa estupor al final resulta honorable. Me dejó de gustar la cultura japonesa, pero me empezó a fascinar. Es que son dos cosas distintas. No son como yo creía que eran. De hecho, estan locos. En el buen sentido de la palabra. Entre vida y ... servir u honor, gana el honor. Y no son dulces y delicados. No. Os remito a otro sabio oriental, chino, Sun Tzu. En El Arte de la Guerra hay una frase que dice: "Si tu enemigo es superior y pones a tu ejército a luchar en un lugar en el que hay salida, huirán. Enciérralos en un terreno del que no tengan escapatoria, y tus hombres lucharán valientemente hasta morir".
Hala, toma ya. Así que la culutra japonesa no me gusta, pero me fascina. No valoran la vida nada (al menos en comparación con otros valores). Me leí el libro de cabo a rabo, investigué un poco y años después hablé con una persona que trabaja con japoneses y me contó anécdotas de cómo negociaban, y me seguí interesando por ellos. De hecho, me encantaría ir a Kyoto.
Pero todo esto, sin que me gusten. (Y no me preguntés cómo puede darse tal contradicción).
Para terminar, si el libro es bueno, no os digo nada del final.
¡Qué final!
Entonces sí que tuve que leerlo varias veces, me levanté, y le dije a mi madre:
- Pero......pero..... pero....
Ella tenía una gran sonrisa.
- Pero entonces.....
- ¿Te ha gustado?
- Pero es que él no....
- Ya.
- Y durante todo el libro...
- Pues más bien sí.
- ¡¡¡¡¡Pero no es posible!!!! ¡Tengo que leerlo otra vez! ¡Será...!
Qué intrigas palaciegas.
Maravilloso.
No pude leerlo otra vez. Y después se estropeó. Y ya no está. Así que me pedí de Reyes ese libro. Imaginaros mi alegría al volver a verlo. ¡¡¡MMMmh, esta vez pienso pillar a ese astuto embaucador desde el principio!!!
Nell.