La isla de Mathilda (Tercera Parte)

Sara se ha lanzado al mar en busca de la isla de Mathilda. Por el camino encuentra a Rigoberto Donoso, un marinero astuto que bajo el pretexto de ofrecerle su ayuda desinteresada, le roba su balsa y la deja abandonada en su barco para morir.... ¿se salvará Sara? ¿llegará a la isla de Mathilda?






Encontré la vía de agua en una esquina del diminto camarote del barco de Donoso. Para mi desesperación, descubrí que resultaba imposible de arreglar, al menos con los medios de los que yo disponía.

Me afané en buscar algo con que taparla. El bueno de Donoso sólo la había disimulado con unas tablas y un poco de arena. Lo justito para dar la imagen que quería dar,...

La vía se agrandó de pronto y el mar entró por doquier, anegando lo poco que quedaba de camarote.

Iba a morir allí.

Lo supe incluso antes de que la proa se inclinara peligrosamente, haciéndome perder el equilibrio. Y no era el océano el que me mataba, sino Rigoberto Donoso, con su traición. De haber seguido yo en mi balsa, aquello jamás habría ocurrido.

Intenté abrir la puerta para salir al exterior.

- ¡Vamos, ábrete de una vez!
Pero no me obedecía.

Estaba encallada con algo, o quizá el agua que había fuera y dentro era la responsable de que la hoja no cediera bajo mis desesperados intentos.
Justo cuando quedaba menos de un palmo de aire entre mi cuerpo y el techo, escuché un ruido extraño.

- ¿Qué son esos golpes?

Me sumergí para echar un vistazo y entonces lo ví. Al principio me pareció un tiburón y a causa del pánico grité y dejé escapar todo el aire debajo del agua. Al salir de nuevo a respirar me di con la cabeza en el techo del camarote.

- ¡Socorro, socorro! -Gritaba-, ¡Donoso un día me las pagarás! ¡¡Traidor, asqueroso bucanero, serpiente marina! ¡Rata de agua!

El océano se tragó el barco.

Decidí que si moría me reencarnaría en mosquito o tarantula y me dedicaría a perseguirle y morderle cada vez que se sintiera tranquilo. Pero, en seguida cambié de idea. Si debía pensar qué ser en mi próxima vida, ¿por qué no elegir un ave de esas que son fieles a su pareja toda la vida, o....?

- ¡Un delfín! -Dije.

Claro que, debajo del agua no quedó tan comprensible.

¡Pero no era un tiburón, sino un delfín lo que golpeaba el agujero por donde entraba el agua! Su morro picudo era inconfundible.

Buceé hacia él, a la par que el mamifero marino golpeaba una y otra vez la vía en la quilla, hasta hacerla del tamaño suficiente como para dejarme salir.

¡Milagro, estaba salvada!


CONTINUARÁ...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Que suerte ha tenido!
Bendito delfin...quizas, sea amigo de Marina, ¿quien sabe...?

Espero que al menos le pique una medusa a Robaberto.
Lin

Nelly dijo...

En la historia no lo cuento pero Rigoberto acaba lamentando mucho lo que le hace a Sara. Consigue llegar hasta un mercante con la balsa de Sara. El barco, que transporta mercancías peligrosas, lo recoge y allí Rigoberto intenta hacerse el jefe, pero una segunda de abordo muy mala le tiende una trampa, y Rigoberto termina el resto de sus días en la Sala de Máquinas, haciendo labores de limpieza.
Rodeado de marineros rudos y mentirosos.
Muchos años después desembarca en una isla remota y se encuentra a Sara, pero para entonces ella no querrá ser su amiga, pues ha visto que no se puede confiar en él.

:)

Besos,
Nell.

Anónimo dijo...

JAJAJJA
vaya vida le espera a Robaberto!!!
Eso le pasa por mala persona!!

Lin

Publicar un comentario

 

 

 

Creative Commons License
contador de visitas para blogger por paises