"El Verdadero Nombre del Hechizo" (Desenlace)

El Mago Chihiro sobrevoló el reino rumbo al Castillo del Duque de Grifols, destino del conductor que tan cruelmente había tratado a Aelho.
Por el camino, divisó al pícaro Juan, que tocaba una flauta a los pies de una estatua, en el centro de un mercado, narrando entre nota y nota la obra que le haría un famoso compositor.
La arpía dejó al Mago en la terraza del aposento principal del Duque, quien al otro lado de unos cortinajes livianos, escribía sin parar su último libro de las Crónicas.
- ¡Mi querido Duque, viejo amigo, cuanto tiempo! -dijo Chihiro, estrechándole entre sus brazos.
El Duque correspondió a su gesto e inclinó ligeramente la cabeza, con una expresión adusta tan propia de él. Sus ojos castaños y brillantes apenas dejaban entrever sus emociones.

- ¿Qué os trae por aquí? -dijo, sin soltar la pluma.
- Vengo a haceros unas preguntas.
- ¡Ah! -El Duque levantó un dedo-, sabéis que sólo puedo contestar a cinco por cada vida mortal.
- Lo sé, lo sé, me consta -dijo el Mago.
- Y aún así venís hasta mí con el firme propósito de gastar esta baza -hizo una pausa-. Debe ser algo importante para vos.
- Tanto como el amor que está en juego.
- Perdonadme amigo, si mientras os atiendo escribo con la mano izquierda en mi volumen. Como sabéis, no puedo ni debo parar de hacerlo. Miles de hechos se perderían. Serían pero no-serían. Extraño, ¿verdad?
- Claro, claro...
El Mago, que no había entendido una palabra, se enderezó el sombrero de pico sobre la cabeza.
- ¿De qué queréis hablar?
El Duque estaba casado con una bella mujer, de mirada atemporal, llamada Mirtha. En ese momento entró en la estancia y dejó dos tazas de té sobre una mesita.

Mirtha tenía los cabellos pelirrojos y decían que cada vez que se cortaba un mechón, una nueva estrella brillaba en el firmamento. De ahí que los astrólogos no fueran capaces de ordenar un Zodíaco en condiciones. Cada vez había más constelaciones pujando por ocupar el techo de obsidiana del reino....
Si el Duque de Grifols era el narrador de todo cuanto acontecía y recordaba, su esposa Mirtha era la guardiana de todo aquello cuanto no se decía. El otro lado de la historia del reino. Si algún pasaje de la misma quedaba si narrar, ella lo atesoraba en otro tipo de libros, escritos con tinta invisible. O, como el Duque decía, no-tinta.
- Hace poco tiempo el malvado Pantacruel hizo acto de presencia en el palacio -empezó el Mago-, haciendose pasar por un humilde sirviente...
- Aja,... -respondió el Duque, sin levantar la vista de las páginas amarillas del pergamino.
- Y una noche se coló en el aposento de Janendra, dispuesto a asesinarla...
- Aja,...
- Pero no lo hizo.
- Aja,...
- Porque la ama.
El Duque levantó la cabeza. Intuía que se acercaba la primera cuestión de Chihiro.
- ¿Qué ocurrió cuando Badruslord se enteró de que no amaba a Lin, su hija mestiza?
- ¿Es vuestra primera pregunta?
- Sí.
El Duque señaló una estantería situada tras el Mago, y dentro de ella, el volumen número Siete de sus Crónicas recientes.
Chihiro lo cogió y buscó en sus páginas, hasta que dio con lo que quería.
- Así que se enfadó y le echó un terrible sortilegio.
- Aja,..
- Pero... -continuó Chihiro-, ¿Badruslord había perdido sus poderes?
El Duque volvió a levantar la cabeza.
- ¿Es vuestra segunda pregunta?
- Sí.
- La respuesta está en ese otro libro.
De nuevo, el mago tomó un volumen de la estantería y se puso a leer.
- Es cierto, los había entregado al espíritu de la noche a cambio de salvar al niño de la muerte. Luego en el momento de echarle el hechizo no tenía poder alguno. Lo cuál hace que me pregunte, ¿está o no está Pantacruel bajo el influjo de un sortilegio?
- ¿Es la tercera?
- Sí.
Esta vez el Duque contestó de viva voz:
- Hay sortilegios y sortilegios. Algunos requieren magia, otros obran a través de la sugestión. Basta creerlos para que se vuelvan realidad.
- Entiendo.
El Mago Chihiro caminó de un lado a otro de la habitación, pensando. Le quedaban sólo dos preguntas. Sólo dos. Y miles le rondaban por la cabeza. ¿Cuándo moriría? ¿lo mataría un dragón o el desgaste del tiempo? ¿Cómo sería el mundo dentro de mil años? ¿Qué pasa cuando uno muere? ¿Existe una Fuerza misteriosa que lo controla todo? ¿Hay vida en otros reinos?
De todas ellas, y consciente de que la última de sus preguntas ya la tenía pensada, realizó aquella que llevaba siglos rondándole la cabeza:
- ¿Dónde esta la Primera Reina: Nelly?
El Duque de Grifols dejó de escribir. Era la segunda vez que acontecía, en dos Eternidades y media. Eso hizo que se perdieran cientos de instantes de realidad. Ideas, decisiones, sugerencias y descubrimientos se abortaron en ese instante.

El Cronista miró al Mago, carraspeó, y luego señaló un volumen diferente a todos los demás situado bajo una urna transparente de cristal. El tomo era dorado.
Se llamaba "El Libro de la Vida".
El Mago lo manipuló con precaución pues parecía brillar con un áura fuera de lo común. Con cuidado, lo abrió por la última página, dándose cuenta, asombrado, que las letras se iban escribiendo a medida que leía:

"- ¡Hala! ¿Y estas fotos? ¿Has estado en la NASA?
- Pues claro, ¿qué esperabas?
- Eso empequeñce todos mis viajes. ¡Qué suerte tienes! -pausa- ¿Cómo puedes echarle tanto azucar al café?
- ¡No seas pesada, es que me gusta así! Entonces, ¿qué? ¿te gusta más el Kindle, o el Ipad?
- Pues..., no lo sé. Desde luego la imagen es muy buena"

Chihiro cerró el libro. ¿Kindle? ¿Ipad? ¿NASA?
Miró al Duque con gesto interrogante, pero éste sólo siguió con su labor. Estaba escrito que el Cronista contestaba a cinco preguntas por cada vida de mortal. Pero eso no implicaba que se entendieran las respuestas.
Y llegó el turno de la última del Mago.
- Decídme, pues, ¿cuál es el nombre del hechizo que sufre Pantacruel y en qué consiste?
El Duque le contestó:

- Badruslord le dijo que le había echado una maldición llamada "Él que siempre pierde". Consiste en renunciar a algo que quieres por mantener otro algo que también anhelas. Su amor o su reputación, que en sí es el medio de vida de Pantacruel. Pero -el cronista hizo una pausa para mojar la pluma en el tintero con su mano izquierda y luego seguir escribiendo sin mirar siquiera la hoja, pues sus ojos estaban fijos en Chihiro-, el verdadero nombre del hechizo no es ese. Y tampoco es mágico, es mera sugestión.
El Mago espero, crispado por la curiosidad.
- El verdadero nombre del hechizo es "Eres quien eres".
Silencio en la estancia.
- ¿Y ya está? -inquirió el Mago.
El Cronista asintió.
- Ya está.


CONTINUARÁ...


La arpía lo estaba esperando fuera. Confuso, regresó a al castillo de Janendra.
"Eres quien eres" ¿Y eso qué quería decir?
Al llegar se encontró con que Pantacruel estaba ayudando a Marta, la dama del séquito de Janendra, a ensillar un caballo. Aelho disfrutaba viendo como su supuesto sirviente la enseñaba a montar. Hacía días que la trovadora había decidido no denunciarle, pues en el fondo se sentía muy atraída por él. Pantacruel era honesto, elegante y se comportaba siempre como una buena persona. A pesar de sus continuas amenazas de muerte y promesas de asesinato.
Aquella noche, en el Castillo se celebró un acontecimiento importante. Acudieron magos y nobles de todo el reino, pues era el cumpleaños de Janendra, y la joven había organizado una fiesta de disfraces. Badruslord también acudió, con una máscara aviesa de zorro, el más astuto de los animales.
Había luna llena.
Mientras todos bailaban, Aelho interpretaba una bella pieza en el centro del patio de la guardia. El jefe de los Badrus se acercó al villano y le pasó una daga oculta por sus amplios ropajes.
- Matadla ahora o no habrá marcha atrás -siseó a su oído.
Pantacruel no tenía alternativa. Pero al contemplar a Janendra tan hermosa, con su disfraz de hada, no pudo menos que estremecerse.
Al final se acercó resignado, con el arma oculta en su manga.
- ¿Os divertís? -dijo la joven al ver al sirviente de la trovadora.
El disfraz de mercenario le sentaba muy bien, acentuaba su cuerpo bien torneado.
- Os noto algo preocupado y no sé los motivos -continuó entornando los ojos-. Me gustaría que lo pasarais bien esta noche.
Él no supo qué contestar pues, ¿era rubor lo que teñía las mejillas de la princesa?
La idea de matarla estremeció su alma atormentada. Pantacruel apretó el puñal con fuerza. Un certero tajo y se desangraría a sus pies. Nada tan sencillo. Estaría muerta antes de ver venir el puñal.
Desde lejos el Mago Chihiro, que contemplaba la operación sin hacer nada, se dispuso a intervenir. Recogió los faldones de su túnica y echó a correr en dirección a la pareja.
Sin embargo, no llego antes de que Pantacruel levantara el puñal, despacio. La princesa lo miró como hipnotizada. La hoja afilada reflejaba el brillo de la luna.
- Es hora de morir -dijo el villano.
Pero en ese momento ocurrió algo inesperado. Mientras Badruslord se frotaba las manos con regocijo y Aelho se recriminaba por no haber denunciado a su sirviente, Pantacruel se arrodilló en el suelo.
- Que sea rápido -dijo, poniendo el puñal en manos de Janendra.
Ella no supo que hacer. Miró a un lado y a otro como buscando respuesta.
- Matadme -insistió el villano-, porque derramaría mi sangre mil veces antes que desperdiciar así la vuestra.
Un grito de ultraje se escuchó a sus espaldas.
- ¡Traidor! -Gritó Badruslord-, ¡si queréis morir yo os daré el gusto! ¡Apartaos!
Pero antes de dar un sólo paso, sus pies se anclaron en el suelo, sus manos se cubrieron de pelo y su espalda se arqueó como la de un gato enfadado. El Mago Chihiro corría hacia él, barita en alto, recitando un poderoso hechizo que lo había dejado paralizado.
El antes Badrus se retorció de dolor mientras su cuerpo menguaba. Se encorvó y se agitó mientras su nariz se alargaba y poblaba de finos bigotes. Al poco rato se había convertido en un armiño del tamaño de un gran perro. Tenía los ojos amarillos y la mirada fiera, pero estaba petrificado por la impresión.
- ¡Marchaos de aquí! -Dijo Chihiro con voz poderosa-. Yo os destierro con el poder de mi magia. No recuperaréis vuestra forma hasta que no seáis capaz de reconocer a quién ama en verdad vuestra hija.
Nunca más en el Palacio se volvió a ver a Badruslord, aunque dicen que tiempo después acudió a la boda de Lin con un humilde soldado, ya recuperada su forma original.
Pero volvamos al palacio, donde la tormenta se desató.
- ¿Qué habéis hecho? -gritó Pantacruel, enfrentándose a Chihiro-, ¡su venganza será aún peor!
- No le temáis, pues vuestro tutor no tiene poderes.
- ¿Cómo estáis tan seguro?
- Simplemente, lo sé. Igual que sé que vos sois Pantacruel, el antaño terrible y ahora no tan malvado villano del reino.
Los presentes se taparon la boca con la mano para ocultar exclamaciones de asombro. ¿Aquel hombre tan gentil era el temido Pantacruel? ¿el monstruo?
Él cayó al suelo, de rodillas, y comenzó a sollozar.
-¡No sabéis lo que habéis hecho! -dijo, pensando en todos los que conocían su secreto-. Estoy condenado. Ahora toda mi vida tendré que llevar esta carga, ser este falso Pantacruel, honesto y educado con las damas. ¡Se acabaron los saqueos, las fiestas, las mujeres, la gloria...! Todos mis enemigos querrán atacarme ahora que estoy indefenso como un niño.
El Mago lo ayudó a incorporarse.
- Vamos, vamos...No me habéis escuchado -le dijo-, Badruslord no tenía poderes cuando os amenazó. No os hizo cambiar. Sois como sois, y ya está.
Se hizo un silencio que el hechicero aprovechó para continuar:
- Nada tiene que ver la gloria con ser temido. Os comportabais como creíais que el mundo esperaba de vos. Pero el mundo no espera nada, en verdad. Sois libre.
- No soportaré ser así -replicó Pantacruel.
- Yo creo que sí lo soportaréis, porque siempre lo habéis sido. Decidme, ¿disfrutabais saqueando? ¿Erais feliz sabiendo que todos os rehuían por temor? Lo único que hizo el hechizo es quitaros la máscara.
Janendra se acercó a él y le reconfortó posando su mano en su hombro.
- A mí me gustáis -dijo, dándole un beso.
El temido Pantacruel, al menos hasta esa noche, reflexionó unos instantes.
- Entonces,...siempre pude mataros... -miró el puñal otra vez y luego los ojos añiles de la princesa- ¿Es que no me teméis?
- Nunca. Ni aunque viva cien años.
Y por primera vez en su vida, Pantacruel sonrió de corazón.
Y desde entonces hasta ahora, Aelho cuenta esta historia de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, de aldea en aldea. Narrando la gran aventura de Pantacruel, el antaño malvado y ahora noble rey del reino de las Once Colinas.
No sólo lo hace porque estuvo directamente implicada, sino para evitar que los campesinos salgan huyendo cada vez que Panta hace acto de presencia. Pues todos conocían las historias que de él circulaban.
Gracias a Aelho, eso cambió y poco a poco la gente aprendió a conocer al verdadero rey.
Pantacruel y Janendra tuvieron seis hijos. Pero esa, claro, ya es otra historia...


FIN.

12 comentarios:

Aelo dijo...

¿Y nos dejas así? ¿ASÍ? después de esperar todo el fin de semana y acrecentar tus estadísticas de visitas. Tssss...

¡Y luego dirán que YO soy la arpía! JO

Nelly dijo...

jajajaja, pero si no falta nada... el jueves os pongo el desenlace...

Yo soy un angelote ^^....
Nelly.

RG Wittener dijo...

Pues.... qué puedo decir? Que me parece simplemente genial ese diálogo entre el mago y el cronista. Y lo del límite de preguntas, o las propiedades mágicas de los cabellos de Mirtha. Ya veo que exigir antes de que escribieras el relato sólo sirvió para meter a mi pobre personaje en estos barrizales..

Eso sí, ahora tendré que conocer a Janendra para saber de quién se ha enamorado mi alter-"eco"...

:-D

Anónimo dijo...

MALA MALA MALA!
Jueves 19:30 y no hay desenlace...
aisss
Mejor!!!
Mas emoción ...
Lin

Nelly dijo...

Mea culpa, tuve fiesta... lo siento, jajajaja

;)

Gracias y besos,
Nelly.

Jerom dijo...

:'(

Nelly dijo...

Lo sé.
En cuanto vi tu aviso de respuesta, Jerom, pensé... "ay, Dios... ¿cómo pudiste?!"

Sólo se me ocurre una cosa para compensar: darle un personaje a Jerom en el libro "grande" que estoy escribiendo. Además, Jerónimo ya tiene un nombre literario, puñetas...

Él que me cuida tanto....
Él que me ayuda cuando no está mi profe de fotos...
Él que me aconseja y dice cumplidos...


... Y VOY Y NO LO PONGO EN EL CUENTO.

:(

Saldrás en el grande. Y ése va a leerlo toda España. :)

besazos compungidos.
Eva-Nelly.

Anónimo dijo...

Muy bueno el cuento. Me ha gustado mucho... Quizás un desenlace algo más retorcido le hubiera venido que ni pintado. Pero está genial... Muchas gracias por tú regalo. Ha sido muy chulo...

Bad.

Aelo dijo...

Hmmm... *lee el final otra vez* hmmm... esta Nelly, esta Nelly y sus prisas al terminar.

Buen cuento, un honor pertenecer a él, creo que no has podido darnos, a tus lectores, un regalo mejor.

Un beso

Nelly dijo...

Lo sé, lo sé... el problema es que el cuento venía dando como para unas veinte o treinta páginas... y claro, no me da tiempo. Lo escribía a ratitos y no hacía más que pensar "llevo retraso, llevo retraso". Al final tuve que cerrarlo un poco precipitadamente... :P
Incluso tuve que aparcar del todo un proyecto de Bad, ¡y menos mal que ya no tengo curso!
Son demasiadas cosas a la vez... os pido disculpas, de corazón :)

Besis,
Nelly.

RG Wittener dijo...

:)

se me había escapado el final!!!

Bueno, creo que te debo una cerveza o un algo por este Pantacruel... que extrañamente tiene parecidos con un servidor.

Felicidades por esta obrita de arte!!

Nelly dijo...

Es un Pantacruel maravilloso, como su alter-eco, que decías tú, jajajajaj.
Me lo imagino como el actor que da vida a "Thor". "Igualico, igualico".
Pero no fuí a ver la pelí. Debería ir, seguro que nuestro Pantacruel mola más...je,je.
Besos
Nell.

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