Hay una pequeña habitante...
- ¡Quiero que el mar se vuelva violeta!
Es tan cabezota y testaruda, que todo lo que hace es eso.
- ¡Quiero un mar violeta!
Sus amigos le invitaban a ir al cine, pero ella no se movía de la ventana, empeñada en lo mismo:
- ¡No, hasta que el mar sea violeta!
Y no había modo de persuadirla. Lo cierto era que, si por cualquier motivo, el poderoso mar hubiera concedido a la niña su deseo, ésta se lo habría quedado mirando maravillada "¡Oooh, qué bonito!", para, instantes más tarde, alzar el rostro y decir:
- ¡¡Quiero un cielo rojo-dorado!!
Y vuelta a empezar.
Pero como el mar no era tonto, y tampoco iba a cambiar de color, se pasaba los días contemplando la tristeza de la niña, preguntándose hasta que punto podía llegar su testarudez.
Tras largos meses de largas noches y largos días, sin comer apenas, sin moverse y sin pensar en ninguna otra cosa que no fuera el mar violeta, la niña se puso en pie y bajó a la playa.
- ¡Vuélvete violeta! -Le ordenó, dándole una patada.
Pero las olas seguían azules y la esquivaban.
Las lágrimas asomaron al rostro de la pequeña.
- ¡No me quieres, por eso no te vuelves violeta!
Un poco conmovido por la cabezonería de la niña, el poderoso mar hizo un esfuerzo y cambió de su acostumbrado azul a un lindo color turquesa. Maravillada por el cambio, la pequeña jugó entre las olas. Y el mar le dijo:
- No puedo volverme violeta a tu antojo, pero te prometo que cuando bajes hasta la orilla siempre estaré ahí. Y que podrás jugar con mis olas y tus pies descalzos.
La niña no sabía si creerle, porque el mar está aquí hoy y mañana en otro lado. Pero se lo pensó un rato y le dijo:
- Esta bien.
Prefería un mar turquesa,... a ningún mar en absoluto.
Es tan cabezota y testaruda, que todo lo que hace es eso.
- ¡Quiero un mar violeta!
Sus amigos le invitaban a ir al cine, pero ella no se movía de la ventana, empeñada en lo mismo:
- ¡No, hasta que el mar sea violeta!
Y no había modo de persuadirla. Lo cierto era que, si por cualquier motivo, el poderoso mar hubiera concedido a la niña su deseo, ésta se lo habría quedado mirando maravillada "¡Oooh, qué bonito!", para, instantes más tarde, alzar el rostro y decir:
- ¡¡Quiero un cielo rojo-dorado!!
Y vuelta a empezar.
Pero como el mar no era tonto, y tampoco iba a cambiar de color, se pasaba los días contemplando la tristeza de la niña, preguntándose hasta que punto podía llegar su testarudez.
Tras largos meses de largas noches y largos días, sin comer apenas, sin moverse y sin pensar en ninguna otra cosa que no fuera el mar violeta, la niña se puso en pie y bajó a la playa.
- ¡Vuélvete violeta! -Le ordenó, dándole una patada.
Pero las olas seguían azules y la esquivaban.
Las lágrimas asomaron al rostro de la pequeña.
- ¡No me quieres, por eso no te vuelves violeta!
Un poco conmovido por la cabezonería de la niña, el poderoso mar hizo un esfuerzo y cambió de su acostumbrado azul a un lindo color turquesa. Maravillada por el cambio, la pequeña jugó entre las olas. Y el mar le dijo:
- No puedo volverme violeta a tu antojo, pero te prometo que cuando bajes hasta la orilla siempre estaré ahí. Y que podrás jugar con mis olas y tus pies descalzos.
La niña no sabía si creerle, porque el mar está aquí hoy y mañana en otro lado. Pero se lo pensó un rato y le dijo:
- Esta bien.
Prefería un mar turquesa,... a ningún mar en absoluto.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
9 comentarios:
Mira que me gusta cuando escribes este tipo de entradas. A ver si un día coinciden los astros y comento contigo el proyecto de novela infantil que nunca logro echar a andar, que a lo mejor a cuatro manos... :P
Panta, me halagas.
Me halagas muchísimo.
Tu tienes un talento maravilloso para narrar y todo el mundo debería poder disfrutarlo.
Muchas gracias,
Nelly.
Es muy bonito!
Me maravilla como puedes escribir, de la nada, algo tan bonito, ¡es magia!
Lin
Magnifico Nelly
La niña, cabezona un rato, jajajaja...muy bonito. Creo que hay un guiño..literario, ¿verdad? :)
Hay un guiño, hay un guiño... :)
Gracias, Arturo.
Me agradó el cuento; todo iba bien hasta la línea final, que a mí gusto, rompe el cuadro. Cuando dices ninguno, la palabra ya implica una idea absoluta: no hay ni uno. Hasta donde vamos no hay ningunos 1/4 o 1/8 que ameriten la precisión de que en mi ninguno, de verdad, no hay ni uno. Ninguno en absoluto es como decir entra para adentro o sal para afuera.
Made in Nelly.
Eres una malabarista de las palabras...
Muy bonito tu mini-relato. Una delicia poder leer estas cosas de vez en cuendo en tu blog. A ver si te animas a publicas más mini-cuentos como este. Son todo un placer leerlos...
besos
Este mini-cuento es muy especial para mí, porque está dedicado a una persona que es muy importante en mi vida
:)
Sí es que soy más ñoña que Rapunzel,...
Publicar un comentario