En el que quizás es Dios
He tenido un sueño peculiar. Tenéis que entender una cosa, antes de leerlo, a veces mi compañero de trabajo era Eso con lo que hablo (lo llamo "Yo interior", otras veces Coso pues no es una "cosa" es alguien, pero no es persona, así que no sé qué es) y a veces, en el sueño, no lo era.
Dicho esto y, si os atrevéis, aquí va la historia:
Básicamente, el sueño era una historia en la que yo vivía una serie de cosas y las narraba, pero a su vez, esas cosas formaban parte de una atracción. Ya sabéis, una de esas exposiciones temáticas que a veces ocurren en las ciudades. Concretamente, era una atracción/exposición de Harry Potter. Así que yo la recorría y pasaban cosas y yo se las contaba todas a mi compañero:
"Y entonces esto... y entonces lo otro, y entonces... "
Pero acabando el sueño, me di cuenta de algo. Veréis, para mí era "magia", pero a su vez, la historia no era más que una atracción. Y me di cuenta de algo.
"Espera" pensé, "¿de qué me sirve contárselo? ¡Él no va a ver lo que yo!"
De eso iba esta historia, finalmente, de que yo vivía algo que para mí (usuario/sujeto/viviente) era magia y para otro era una atracción. Estaba hecho así, ¿me entendéis? Una cosa es como lo vemos desde fuera y otra como lo vemos al vivirlo. Por tanto, si mi compañero de trabajo NO era yo misma, jamás entendería mi visión del mundo. Por más que yo se la cuente.
Coso, ante tal afirmación, dijo algo. Me dijo que (no siempre es fácil traducirlo) me preguntó que por qué me preocupaba por eso. Y yo, claro, me puse un poco "enojada":
"¿¿¿No lo ves???? ¡Son ambas cosas a la vez! ¡No es justo!"
Con "ambas cosas a la vez" me refería a magia y no-magia. Vida y no-vida. Experiencia y truco. A la vez. Qué injusto. ¿De qué me servía contarle ochocientas mil cosas a mi compañero si todas esas cosas estaban atrapadas en una experiencia vital única?
"¡Son pantallas! ¿Entiendes?!"
Coso no entendía nada. No veía nada por lo que asombrarse o quejarse en esto.
"¡¡¡La vida humana es una pantalla!! ¡Una pantalla! ¡no puedo meter al otro en mi pantalla!"
Uff, que enfado.
Y Coso, -trato de explicároslo lo mejor que sé-, preguntó qué problema había con eso. El agua moja y la experiencia humana es así.
Muchos problemas habría con eso, y le habría podido explicar. Pero, en lugar de eso, le dije:
-¿Y sabes qué? ¡A partir de ahora me voy a comunicar con Él (el compañero) en otro idioma!
Eso dije. Eso, más bien, pensé con enojo.
Coso contestó. Y yo contesté:
-¡Sí! ¡Sí porque Él (Coso/Compañero) sabe que tú y yo entendemos inglés! ¡Lo sabe!
Es verdad, mi compañero de curro me hace bromas y a veces habla en inglés. Él entiende francés y yo no. Pero él sabe que Coso y yo entendemos el inglés. Seguro.
-A partir de ahora... le voy a hablar (A Coso/Al compañero) en Japonés.
Mi yo interior señala algo. Yo estoy siendo desafiante e irreverente, aunque desde la simpatía. Mi yo interior señala que ... vamos a ver cómo lo digo. Vendría siendo: "no eres quién para decidir el lenguaje"
Que, en estas cosas, no era yo la que decidía el idioma. No era yo.
Y, claro, enfadada como estaba con lo de las realidades que son y no son a la vez, solté:
-¡Pues lo voy a decidir! A partir de ahora con el compañero de curro y contigo hablaré en japonés: suri-suri-kato-kato.
Me puse a cantar.
-Suri-kata-kata-suri.
Mi yo interior, Coso, pregunta si sé lo que significan esas palabras que canto.
-¡No! ¡Pero son japonés! Y decido yo. ¡Suri-suri! ¡Kata-kata! ¡Yo elijo el lenguaje! YO DECIDO LA MANERA DE HABL...
Un sonido similar, equiparable, a las trompetas del infierno irrumpe esta escena. Yo estaba caminando por mi sueño, hablando mentalmente con Coso. Hablando a ratos como si él y mi compañero fueran lo mismo. Otras, como si fuéramos tres. (Él/yo/El compañero). Pero estaba paseando... no sabía que soñaba.
El ruido fue como si estás caminando felizmente por un prado y de pronto pisas un agujero cósmico y caes en el... universo paralelo. Fue... terrible. Fue como una alarma de incendios. Desperté con el corazón a 100 y normalmente va a 54.... imaginaos.
-¿Qué? ¡¡¿Qué pasa?!! ¿Qué?
El teléfono.
Pero no el mío, no. Es decir, no es el móvil. El móvil no suena como si nos estuvieran invadiendo las tropas de Napoleón.
Mi primer pensamiento fue: "Estaba soñando..."
El segundo fue: "El teléfono... Habrá pasado algo"
Así que mi corazón se aceleró de cien a ciento veinte mientras me acercaba. ¿Quién es? ¿Quién puede llamar a este número? Nadie.
Nadie lo tiene, nadie lo hace. Miré la pantalla y vi que era un desconocido.
Mi tercer pensamiento fue: "Publicidad".
Y el cuarto: "¡Anda, leche, menos mal que ha sonado! ¡¡¡La piscina!!!"
Sí, internautas, si no llega a sonar... pierdo la entrada a la piscina. Y ahora, sigamos avanzando que esta bella historia no ha terminado aquí. Un familiar me preguntó ayer si le acompañaba a la piscina a cierta hora. Yo, en un alarde de mi personalidad más titubeante, dije que sí y luego que no y se desató un tormentón interior, porque, claro, no hay que hacer siempre lo que otros quieren. Si acompañaba a este familiar, a su hora, yo tendría que esperar 20 minutos fuera, a que me dejaran pasar. Mentalmente, tuve un debate grande conmigo misma. Y venció el: "¡Sé más egoísta! ¿Qué vas a hacer? ¡Esperar allí media hora!"
Convencida de que debo ser tan egoísta como los demás, y que eso no es egoísmo (ojo, no lo es) opté por elegir yo a qué hora iría a nadar. Así que salí de casa a toda velocidad y gracias a que el teléfono, misteriosamente, me había despertado, no perdí la opción de ir a mi hora elegida.
Llegué a la piscina y me colé. Avergonzada, mil veces le dije al señor que pensé que ya había terminado y él, muy amable, dijo: "Señorita, ni se preocupe, pase, pase". Y pensé: "La verdad, llego un poco tarde así que...." Y aquí viene la segunda rareza del día:
-¿Quieres para esta hora?
-Sí, sí. Para esta hora... sé que es un pelín tarde pero, ¿aún puedo entrar, no?
-Claro -contestó el señor que daba las entradas-, ¡puedes! Espera, voy a sacar la entrada...
De pronto el señor frunció el ceño.
-Qué raro.
-¿Qué ocurre?
-No me deja -me miró y miró el ordenador-. Espera, lo hago de nuevo.
Aún sin entender todo lo sutil del asunto, le dije:
-Bueno... no pasa nada. Será que es tarde.
Hasta aquí, yo pienso: "casualidad". El teléfono, "casualidad". Llegar por los pelos a la piscina, "casualidad". El sueño, "casualidad". La vida es una casualidad.
-A esta hora me deja sacar ticket para la sesión actual -me dijo el señor, muy serio-, ayer me dejó. Y anteayer. No tiene sentido que ahora no deje.
Y yo seguía pensando: "nada raro bajo el sol que nos alumbra".
El señor, sin embargo, si parecía notar algo incongruente.
-¡Pues no deja! ¿Cómo puede ser?
Y yo dije:
-¡No pasa nada! Deme para la siguiente sesión y ya está... no pasa nada porque.... tenga que esperar veinte minutos fuera. Me tomaré un café.
Es al sentarme en la cafetería, feliz como una perdiz, cuando caigo en lo irónico:
"Espera, ayer montaste un pollo porque no querías esperar fuera de la piscina... ¿¿¿¿y hoy lo haces siendo la mar de feliz???? ¿¿¿Pero qué...??"
Si sigues sin creer en Dios... espera que avanza la entrada.
Esto que os narro a continuación es lo que me ha hecho escribirla:
Finalmente, entré en la piscina en la siguiente sesión. Nadé, hablé, conecté con otras personas que andaban por allí, nos reímos. Y al salir de la piscina, casi una hora después, me fui al vestuario. Yo ya había visto dos chicas jóvenes hablando y nadando, pero al entrar en el vestuario y verme con la toalla verde en la cabeza, el jersey de peluchito rosa y los botes de crema se me quedaron mirando. No es el primer ser humano que se me queda mirando esta mañana. Un conductor con su familia lo hizo en el semáforo mientras yo iba a por el café. El semáforo se puso verde pero el chico, de mi edad, me seguía mirando. Sonreí. Otro coche venía detrás. El semáforo verde y el conductor mirándome. Sé que me miraba porque yo soy muy transparente y le llamé la atención. Yo estaba pensando en cosas y tenía cara de valorar profundas reflexiones. Finalmente, se dio cuenta del semáforo y se puso rojo y yo le sonreí.
Volvamos a la piscina, las chicas me miraron ya en el agua, pero ahora, me miraron con esa cara que "no es de censura, pero algo no les cuadra del todo". Es igual que cuando yo vi a mi compi meditar. Son cosas que no crees que existen. Te chocan. Y yo, coqueta, le dije a mi yo interior:
"¿Sabes por qué te miran? Porque eres una señora que se cuida. Les saco un montón de años. Así que, si quiero llevar una toalla turquesa en el pelo y un jersey rosa de peluchito con un pantalón de yoga, pues lo hago, ¿¿¿y sabes por qué??? Porque soy una señora"
(Señora. Rae. Nelly-diccionario: dícese de mujer de cuarenta o más de cuarenta años, que se cuida)
Al cumplir los cuarenta me convertí en una señora y es lo que soy. Ellas tienen dieciséis años. Sé que el encuentro parece poco importante, pero me miran como parte del mundo y que yo esté aquí (y me lo he ganado, pues soy una señora) en cierto modo, cambia sus vidas.
Solo con verme.
Las chicas, efectivamente, me miran. Sé que aparento menos edad. Esta semana me han echado tres veces menos edad.
Orgullosa, pienso: "Pues verás ahora cuando saque el secador de pelo".
No solo llevo un pantalón de yoga y un jersey, llevo CREMAS y un secador de pelo. Me pongo en plan: "El diablo viste de Prada", cuidado, que voy... dejen paso.
Me arreglo el pelo con un peine rojo. Alzo el mentón, orgullosamente me acerco al lavabo.
"Es que eres tan guapa..." me digo, "con esta edad, y ya verás lo estupenda que vas a quedar ahora, con tu secador de pelo. Vas a ser la más guay del gimnasio".
Nadie lo lleva. Todos usan un secador de manos cutre que hay allí. No entiendo por qué, la verdad, pero para mí es una ventaja.
Me miro en el espejo. Aparto mi melena. Me digo a mi misma lo guapa que soy. Saco el secador.
Y en ese instante se va la luz.
Cuando acerco la mano al enchufe, os lo prometo, se va la luz.
Una señora que está a mi lado, y yo, nos reímos.
-¿Pero qué?
-¡JAJAJAJAJAJJA! -la señora.
-¡Jajajajajja! -yo.
¿¿¿Lo habéis visto??? ¿¿¿Veis con lo que tengo que lidiar????
La señora sonríe con gran simpatía.
-Qué casualidad -me dice.
¡NO, CLARO! ¡CASUALIDAD!
La gente mira al techo. Doy varias veces al secador de mano.
"Noooo, nooooo....."
La señora se ríe más.
Mi plan de ser la más fashion, a la porra.
Dos chicas jóvenes se acercan al espejo. Una es preciosa.
Como yo oscilo de "no me miréis, que soy horrible" al momento secador bajo la vista y pienso: "Si es que tienen 16 años". Miro atrás. Una lleva una melena que es el doble que la mía. Y les pasa lo que a mí. Atascadas todas en un mundo sin secador.
"No se puede salir con el pelo mojado".
-Menudo frío hace hoy -dice otra señora-, ya es mala suerte, ¿no? Nunca ha pasado esto de que se fuera la luz...
Hay cinco grados en la calle. Le digo a mi yo interior que agarraré una pulmonía.
Mi yo interior señala (¿seguro que no puedes salir y volver a casa?).
Veo a las chicas, al igual que yo... sin luz. Se arreglan el pelo, charlan un poco y salen con el pelo mojado a la calle.
Ains.
Cuánto mejor era ser la reina del vestuario con secador de pelo profesional.
En fin, no queda otra.
Salgo a la calle y una mujer del gimnasio se cruza conmigo.
-Que tengas buen día, guapa -saluda.
¿Guapa? ¿Yo¿? ¿con estos pelos?
El sol radiante calienta el patio del gim. Casi hasta se va bien con el pelo mojado.
Las chicas de dieciséis van delante, una me mira, son guapísimas. Me sonríe. Lleva el pelo tan mojado como yo. Y pienso:
"Sabes, al final piensas que te pasan cosas solo a ti, o crees que por llevar cremas eres especial, y no eres tan diferente, todos en ese vestuario han compartido lo mismo".
Así que, ¿casualidad?
Einstein solía decir que Dios no juega a los dados. Yo creo que Dios se esconde en las casualidades.
Igual mi compañero de trabajo sabe más.
Saludos!
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