Trucos con la comida

 

El pasado viernes 30 de agosto salí tan estresada del trabajo que pensé en comprarme algún capricho. Y como soy muy, muy fan de HappyMots pensé en mirar su tienda. Allí encontré un organizador que contaba las frutas, verduras, vasos de agua, deportes, etc. que hacías al día. Y pensé en comprármelo, pero tuve que aplazar la compra (¡su agenda anual la compraré en cuanto salga!) y por unas cosas y otras, terminé haciendo yo "el contador".

Lo llamé Contador de Hábitos.

Aunque me parecía un nombre horrible, la verdad. Utilicé un folio, una moneda de un euro y luego muchos dibujos, pegatinas y bolígrafos de colores. Y tenía que hacer tres: uno para meditar, uno para el deporte y uno para la escritura.

Los 30 días del mes de septiembre.

Luego fui a por mi agenda Mr. Wonderfull, llena de pegatinas a las que no le daba utilidad y pensé: "Mira, por cada día que cumplas, te pones una pegatina..." Igual que los niños pequeños, añadí para mis adentros con retintín. Tiendo a ser muy dura conmigo misma algunas veces, así que al ensuciar así la motivación del asunto, algo en mi interior se rebeló o preguntó algo y me dije: "No, a ver... no se trata de recompensas, se trata de ver qué pasa y cuántos días practicas. Y ver si pasa algo o no".

No se trata de la "estrellita" en sí. De la pegatina, el corazón, el koala, la mariposa o el aguacate sonriente... No se trata de conseguir la pegatina, se trata de, acabado el mes, ver si ha cambiado algo.

Bien, como llevo  mucho meditando, ya había notado (gracias al reto de 21 días que hubo hace unos meses) que algunas meditaciones conectan mucho conmigo y otras, no. Una que conecta y que llevo usando toda mi vida sin saberlo es el sonido.

"Donde la música me lleve..." es lo que puse en: Ubicación en el Foro. Unos: Madrid. Otros: Barcelona. Otros: Yo vivo en Júpiter. Y yo puse eso... porque escuchaba música horas. NO por la música solo, sino que tiene algo de fascinante la cadencia entre instrumentos. No sé, de esto hablamos otro día.

Así que me di cuenta de que la práctica con el sonido y la meditación habitual del Templo, que casualmente es un concierto de cuencos pues... como que me resultaba sencilla. De hecho, el primer concierto fue algo increíble (era un profe que estudió en Nepal) porque hasta cantaba... Y aquello fue rarísimo. Yo sentí que me iban quitando capas como una cebolla, ¡jajajajaj! y al final era todo sonido. Era raro, raro, raro... ¡Jajajaja! Nunca volví a estar en un concierto igual. Los demás eran meras sesiones de música, pero aquello fue tremendo...

Como casualmente, septiembre empezaba con 7 días de meditar con sonido, pues todo genial.

Igual es casualidad pero meditar te  ayuda (propicia, quizás) que te des cuenta de otras cosas. Por ejemplo, me di cuenta de cuándo tenía hambre.

Resulta que tengo hambre mucho antes de "tener hambre". Soy una persona que podría perfectamente comer a las doce del mediodía... y luego, claro, quiere cenar a las 7. 

Eso choca con los hábitos alimenticios españoles, donde comemos a las 3 de la tarde (¡¡Yo no!!) y cenamos a las diez de la noche. 

Si yo hago eso, resulta que me doy dos atracones. ¡Jajajajaja!

Esto, amigos internautas, será diferente para cada uno de vosotros, pero no sabéis la importancia que tiene.

Descubrí que se le doy de comer a mi cuerpo a las 11 (por ejemplo) y luego como pronto. Porque me gusta comer pronto... y luego meriendo y ceno pronto... me evito los atracones. Y tras un atracón de comida te sientes pesada, así que te evitas el malestar posterior.

No se trata de no comer, más bien es lo contrario: se trata de comer.

También pensé que igual era sano comprar agua embotellada, pero ocurrió algo...

Descubrí, por casualidad, pues una señora completamente "fuera de lugar" se puso a explicar esto en la piscina (en los vestuarios) a voz en grito:

-¡No compres agua embotellada!

(Curioso, no dejaba de decirme a mi misma que tenía que comprarla)

-¡No compres agua embotellada...! -siguió la señora hablándole a otra-, ¡porque lleva conservantes! Y la sangre reacciona a los conservantes..

Bien, a estas alturas de la película todos pensaréis que era una "señora loca". Yo miré a la otra señora, a la que había parado en los vestuarios, con esa cara que ponemos cuando un desconocido se pone a gritar cosas sin sentido. La otra señora, asentía amablemente (no se conocían) y luego preguntaba algo sobre una fuente de Quintana de la que se puso a hablar la primera señora (yo pensé: "Qué fuentes habrá aquí en plena ciudad...") donde al parecer los ancestros (¿pastores?) de la primera iban a beber y todavía hoy largas colas de niños se formaban para disfrutar de dicho manantial.

Distraídamente, miré mi imagen en el espejo del vestuario mientras por el rabillo del ojo captaba esa información, poniéndola toda en duda.

-Los conservantes no son naturales -insistió la señora-, y tu sangre reacciona a ellos.

"Y dale con lo de tu sangre", pensé.  

???

Sonreí al pasar junto a ambas con cara de: "tralarí-tralarí-qué-locos-estamos-aquí..." y salí al césped pero esa semana no compré (dejé de hacerlo, y quería tomarlo por costumbre) agua mineral.

No por nada, es que ya no hay quién se acerque a algo envasado sin escuchar ese eco en tu mente de:


............................y tu sangre reacciona a los conservantes...............................


"Estupendo. Ya tengo frase de una lunática, patrocinada por esos momentos random del Universo, que me va a llevar a no tocar un solo alimento ultraprocesado en días... Ya verás".

Pues sí.

La sangre no debería reaccionar a nada, ¿vale? Y si reacciona, por favor, que sea para bien. Me puso la piel de gallina. Podía haber dicho: "Y el cuerpo no quiere conservantes" o "Y eso es malo", o "no bebas cosas con conservantes"... pero no. De todas las palabras del Cosmos, tuvo que soltar: "no son naturales, y tu sangre reacciona a ellos".

Gracias, señora, por darme un nuevo pánico saludable.

Toda esta historia, para contaros que me di cuenta de otra cosa. Si dejo de comer patatas ultraprocesadas, o darle cosas dañinas al cuerpo cuando noto que está hambriento tengo menos hambre que si le doy una porquería que no es alimento. Me explico. Si yo tengo hambre y me voy a la máquina expendedora y me compro unas patatas... no lo soluciono. Luego tengo más hambre y sed /y todo esto viene de meditar/ pero si yo me preparo una tortilla francesa con calabacín y espinacas y se la doy a mi cuerpo a la hora que considera que debe cenar (digamos, las siete, ocho,....) dejo de tener hambre y además me siento bien.

A veces me pregunto dónde está ese manantial del que hablaba la señora.

A veces pienso, también, que en lugar de estar "un poco loca"... quizás en verdad era un ángel.

Fin. 




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