En el que elijo presentarme a un premio... Literario.
Esto del confinamiento es muy duro. Y he hablado con el actor (se me queda pequeña la etiqueta, os diría su nombre, pero no me atrevo), he hablado con él y va a trabajar en un proyecto literario que tiene que ver con algo que a mí me gusta mucho. Y al escucharle hablar... ufff!!!
Se nos ha cortado la llamada porque no había cobertura en el tren.
Y he pensado que tenía que hacer algo.
"¿Por qué?", diréis, "no lo entiendo". Es como si tu compañero de piso fuera Jhon Williams. O Shakespeare. ¡O yo que sé! Imagina que te vas a poner a escribir y a tu lado tienes a una persona que no es que lo haga "como hobby" (porque tiene miedo a dedicarse a ello), sino que de hecho se dedica a ello. Y ves toda esa energía y esa ilusión, y tú... sabes que puedes, porque lo sabes. Y piensas: ¿qué puñetas haces? Tienes que coger una hoja de papel y darle a la tecla. Porque lo sabes. Sabes que puedes. De hecho, ya lo has conseguido... pero no te centras. Y él sí.
Así que cuando se fue la cobertura, decidí. "Elige un concurso (ya me lo dijo la editora de Espasa, "ve a por lo concursos, publicarte ha sido como un soplo de aire fresco"), ... y te presentas". Y escribes.
¡Me han encerrado en 4 manzanas, me han separado de mis amigos!
¿¿¿¿Es que acaso puedo hacer otra cosa????
-Tienes que esperar -me ha dicho él.
Lo que tengo es que escribir.
Voy a coger todo lo que siento, lo voy a envolver, me voy a esconder (porque de eso se trata) y pienso mandarles una historia de cuatrocientas páginas. (No, tanto no..) y si les gusta bien, y si no, también.
¡Qué cabreada estoy!
jajaja!
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