La universidad...
En cuarto de carrera me apunté a un curso de conversación de inglés porque daba créditos.
La profesora era argentina.
Para llegar hasta la facultad de veterinaria, tenía que cruzar un puente. Pero antes de eso tenía que salir de mi edificio, copia (decían) de una cárcel de mujeres Michigan, para caminar hasta el Paraninfo. Nunca supe qué significaba esa palabra pero me encantaba: "Paraninfo".
Era una especie de parque. A la derecha estaba Biología, que me recordaba a una colmena de ladrillo visto. Yo siempre quise estudiar zoología, así que la miraba como si fuera "esa facultad a la que nunca fui". Para ir al curso, seguías hacia el oeste, dejando a un lado la Facultad de Derecho (cuyos rumores no voy a comentar en este blog), luego cruzabas la carretera nacional y llegabas al otro lado.
En aquella clase conocí a mi amiga parisina. Que no es de París, en realidad era del aula de Ciencias de la Información, de al lado de mi clase. Éramos compañeras de pasillo, sólo que ella estudiaba Comunicación Audiovisual, y yo Publicidad.
En aquella época, los periodistas y los publicistas nos odiábamos. Ellos nos llamaban vendidos y nosotros preguntábamos si tenían claro que no existía la libertad de prensa. ¡Qué buenos tiempos!
-¡Yo al menos sé para quién trabajo! -solíamos gritar por los pasillos.
Los de "comunicación audiovisual", eran neutros. La guerra estaba entre Publicidad y Periodismo.
Los de "comunicación audiovisual", eran neutros. La guerra estaba entre Publicidad y Periodismo.
Sé que pasé 5 años en ese lugar y viví muchas aventuras (por ejemplo, cuando nos colamos en la azotea de la Escuela de Caminos y jjajja! la Seguridad de Moncloa hizo una llamada para ver quiénes éramos) Estaba prohibido colarse ahí, pero... mi chico y yo queríamos ver la puesta de sol. Lo malo es que pasó un helicóptero y... la cosa se lió un poco.
No he bajado unas escaleras de incendios más deprisa en toda mi vida, jajaja, perseguida por la autoridad.
Y, por cierto, nos pillaron.
Lo más extraño es que no recuerdo cantidad de cosas de la Uni. Por ejemplo, de mi profe y mi asignatura de Medios de Comunicación sólo recuerdo esto: le llamábamos "Dani de Vito" y un día en mitad de una clase sin venir a cuento, soltó:
-¿Suspiráis, marquesa? "No, me quedo un poco más!"
Os prometo que levanté la cabeza del papel y pensé: "¿¿ein?? JAJAJAJAJA!" Y toda la clase hizo lo mismo. Qué momento tan absurdo... y es lo único que no he olvidado. No venía a cuento, para nada. ¡Dichosos profesores!
La de publicidad era aún mejor. Esa señora entró en clase, con su mini falda de cuero marrón, nos miró a todos (unos cien chavales de todas partes de España, auténticamente asilvestrados), se apoyó en la mesa, y dijo:
-¡SEXO!
La clase enmudeció.
¡Jajajaj!
-Muy bien, chicos, ahora que he conseguido vuestra atención, vamos a hablar de publicidad y muy especialmente de los mensajes que contienen los anuncios... Como veréis, hay una serie de valores...
Solo recuerdo eso, y el discurso final. Cuando volvió a apoyarse en la mesa y nos dijo:
-Sed vosotros mismos, siempre. Os va a sorprender que si tenéis esa valentía, la gente os va aceptar mucho más de lo os imagináis.
No entendí ni una palabra de lo que hablaba. Ahora sí. Ahora lo entiendo.
Dejando de lado al profesor de Fundamentos Psicosociales de la Publicidad, con quién mantuve relación años después, pues se acercó a nosotras tras dar la primera clase y dijo:
-Perdonen, ¿dirían ustedes que lo he hecho bien?
Ese profesor nos trataba de usted. Al día siguiente, sabiendo que lo tenía detrás, a punto de entrar en clase, dije en voz bien alta:
-¡Caramba, Bea! ¡Qué curioso! Es la clase de primera hora y no cabe un alfiler...¡Esta llena siempre!
¡JAJAJAJ! Soy una bruja.
El profe se estiró mucho de repente, y tenía una sonrisa de felicidad al entrar. Claro, debía de ser muy joven. Por aquel entonces, si pasabas los 20 eras un anciano al que no merecía la pena tener en cuenta....
Aquel profesor nos hacía callar con su respeto. Nos trataba con tantísimo respeto, que de algún modo te callabas y atendías.
En tercero pasé al turno de tarde (por temas en los que no voy a entrar), y tuvimos un profesor al que también recuerdo. Pero no la materia que impartía. Sí recuerdo lo que pasó en su clase. Ese profesor, al poco de entrar en nuestro programa lectivo, nos dijo:
-Voy a encargar o proponer una serie de trabajos. El que más trabajos entregue, no tendrá que hacer el examen. Pero todos los trabajos que sean entregados, caerán como materia.
El turno de tarde y el de la mañana en la Uni eran muy distintos. Un día llegué a clase a las tres y había montada una fenomenal bronca.
-¿Qué pasa? -pregunté.
Dos alumnos discutían, parecían a punto de llegar a las manos. Y además, había dos grupos alrededor. Unos respaldaban a un alumno, el otro era sólo un grupo reducido de mirones.
-Nada, que la gente se ha puesto a presentar trabajos como loca y tenemos esa pila para estudiar.
Señaló un montón de papeles. Eran los del turno de mañana. Una pila enorme.
-¿Cuántos trabajos se han presentado en el turno de tarde? -pregunté.
-Tres -contestó un compañero.
Nuestra pila de hojas eran tres folios.
Yo miré al profesor.
No recuerdo su materia, sólo recuerdo cómo miraba la clase en ese momento.
"Pero será capullo... " pensé.
¿Cómo se puede ser así? Estaba sonriendo. ¿Os dais cuenta? Ni siquiera hizo alarde de lo ocurrido, sonreía para sí mismo. Y allí, los de abajo de la tarima, peleando. Me dieron ganas de gritar: "¿no os dais cuenta de lo que ha hecho?".
Podría haberles hablado de la teoría de Nash aplicada a economía. Porque era justo lo que había pasado. La mañana competía. La tarde éramos gente que hacía otras cosas en su día a día, y nadie había presentado trabajos. Al no intentar ir ninguno de nosotros a por el escenario de mayor éxito, nadie sufría por un mayor fracaso. Dichoso profesor. Lo que más me enseñó fue algo que ni siquiera tenía intención de enseñarme. En ese momento aprendí algo sobre el ser humano que -a día de hoy, sinceramente-, no sé traducir a palabras.
De la clase de cuadrángulos rusos de la profesora de arte, mejor no hablamos. No me he reído tanto en la vida. La buena mujer hablaba del origen del universo en un folio en blanco. Una vez nos hizo ir a ver el Museo Reina Sofía. Concretamente, el cuadro de un hielo. Yo fui, lo miré (era una proyección, en realidad) esperé 8 minutos y pasados esos ocho minutos el hielo derretido fue sustituido en la cinta por otro hielo nuevo. Era un bucle sin más.
¿¿??
El resto de la visita la dediqué a subir y bajar en los ascensores de cristal, jajajaj! El arte moderno, para otro, gracias. Un hielo derritiéndose... ¿En serio? ¿Eso es arte? Jo, pues mi congelador está llena de obras maravillosas...
Mi Facultad se caracterizaba por ser gay y roja. Un día, antes de entrar en clase (mi mejor amigo era gay, y yo estaba muy-muy colada por él), dos chicos se estaban besando en el umbral, ocupando toda la puerta. Era imposible pasar, uno tenían el cuerpo apoyado, empujando el marco, y los dos se daban el lote de una manera desenfrenada. Me acuerdo que al dar las ocho de la mañana, mis amigas y yo intentamos entrar, pero nadie podía. Ellos estaba ahí, dale que te pego, hasta que ya, por fin, me acerqué y les dije:
-Perdona, ¿nos dejáis pasar, porfa?
El chico (uno de ellos) se giró, dejó un poco de espacio libre, y aún tapando el umbral, me dijo:
-¿Qué pasa que por que soy gay te molesto?
¡JAJAJAJAJJA!
¡JAJAJAJAJA!!
Fue mejor que lo de la marquesa y el suspirais...
-No, es que no puedo pasar. No dejáis pasar a nadie.
Fue la primera vez que me encontré con esa situación. Veréis, en mi mundo da igual si eres gay. Puedo tener reparos y miedos de muchas cosas, pero mis mejores amigos son gays. Y yo estaba colada por uno en ese momento. Así que ... el hecho de bloquear un acceso y decirme que si el problema era su tendencia sexual y no mi incapacidad para atravesar la materia, jajajajaj! me hizo un montón de gracia.
Finalmente, un alumno, haciendo sátira de la pancarta que colgaba de la planta cinco a la planta cero, donde ponía: "Rosa que te quiero rosa, ¿crees que eres el único gay de la universidad?", escribió en una mesa: "Pon una X si crees que eres el único hetero de este sitio" ¡jajaja! y había como diez o quince X debajo. Nos reímos mucho también con eso.
Ni tanto, ni tan poco. La historia es como un péndulo, el ser humano pasa de un extremo a otro. Cuando el punto mejor para todos es el equilibrio.
Nunca tuvimos problemas con eso. Al menos, yo. La gente era muy abierta en la Universidad. Era lo mejor que teníamos.
En aquella clase de inglés compartida con varias Facultades, conocí a mi amiga parisina, que se iría a vivir a París en poco tiempo y pasaría allí algo más de cinco años. Fui a verla 2 veces. Y eso que odio París. Sin embargo, es la única ciudad a la que he llegado a viajar sola, fuera de mi país. Pero es agobiante. Quitando Saint Germain y Montmartre, lo demás es como Madrid pero a lo bestia. Si no te mueves rápido, ¡te pisan! Las avenidas son gigantes, porque fue una medida que se implantó desde el Estado para evitar las barricadas. Todo el mundo tiene mucha prisa. Si hablas español, se ríen. "¡Eh, oye, que soy vuestra vecina!" te dan ganas de decir. Pero se ríen. Por eso no hablaré francés nunca.
Mi amiga parisina, a veces intercala palabras en francés, porque no las conoce en español. Ella es española pero trabaja en turismo, y es bilingüe. Cinco años allí, trabajando en una agencia, ya me diréis. Así que cuando ayer tomábamos un café y pasó media hora buscando algo que sí sabía decir en francés y no es español a mí me hizo mucha gracia.
En aquella clase de inglés yo entendí la lógica del lenguaje y tuve un ataque de pánico acto seguido. No sé como asocié el funcionamiento de una lengua a que éramos seres mortales e íbamos a morir todos. "Recuerdo que pensé: ¡oh, solo somos animales que no comparten ni el mismo idioma! ¡Oh, estamos condenados a morir!".
Se me puso el corazón a doscientos. Y todo, porque aprendí a hablar inglés.
Cosa que llevaba haciendo desde el colegio, sin enterarme de nada. Yo era mala en inglés, hasta que aquella profe sin libros nos enseñó lo que había detrás de la lengua.
-Pero entonces... ¿un inglés no sabe enfrentarse a una palabra nueva? -pregunté.
-No. No sabe su sonido. Ellos aprenden antes a hablar, pero tardan más en aprender a escribir. Nosotros leemos lo que escribimos. Tú conoces el código y puedes leer lo que sea que yo te escriba en un papel, aunque no entiendas su significado. Ellos no leen lo que escriben. De ahí los concursos de deletreo...
Yo recuerdo cuando aprendí a leer, y comprendí la lógica de mi lenguaje. A partir de ahí comencé a coleccionar palabras.
Lo que no sabía es que había otras lógicas.
Y lo curioso es que al final todas dicen lo mismo, pero con matices. Es como construir muchos tipos de casas diferentes.
A partir de ese instante... Viajar a lugares de habla inglesa se volvió extrañamente fácil. Y empecé a ver películas en versión original. Ayer mismo puse una serie en inglés y resulta que entendía casi todo sin subtítulos.
También recuerdo otra cosa (y con esto yo cierro ya la entrada) y es que había un chico con el que no me llevaba nada bien. Nos caíamos fatal, era algo... de alguna forma instintivo. Él era... lo que para mí sería poco ético. Tuvimos una movida durante una campaña de publicidad para el Banco de Alimentos de Madrid. El tiempo le daría la razón a él. En realidad yo soy un poco obsesiva y me interesaba más el dato exacto que maquillar el resultado de gran éxito. Ahora, os digo, ese chico estaba más preparado para desenvolverse en el mundo que yo. Desde el desencuentro de la campaña, prácticamente ni nos saludábamos.
Un día entró en clase (poco después de estrenar el nuevo aulario) con el periódico en alto de la universidad.
Se partía de risa con una carta.
La carta denunciaba la situación del nuevo aulario. Pero no la denunciaba al modo normal.
El chico se partía de risa y ponía al autor como un héroe. Nunca le había visto tan feliz porque alguien expresara en voz alta una crítica tan mordaz.
La carta empezaba con:
Sólo para alumnos intrépidos...
Me explayé a gusto.
-¡Qué bueno es este tío! -dijo-, ¿la has leído?
-Claro que la he leído, la carta la he escrito yo.
-¿QUÉ?
Tampoco me voy a olvidar nunca de esa mirada.
-¡No! ¡No es verdad!
-Mira la firma.
Pasó la página y llegó al final. Y sí, Eva, esa era yo.
-¡No! -repitió-, no... tú no puedes haber escrito esta carta.
Ay, señor, señor. No me ven.
Lo pensé. Y normal que no me vea. Muy poca gente me ve.
Es complicado que te vean cuando tienes doble personalidad. ¡Jajaj! o triple jajajaj!
No, es broma (supongo). En escrito y en persona no parezco la misma. Y no te digo nada ya, si me escondo. Pero, a eso me dedico, ¿no? He escrito para marcas, he escrito para editoriales...
Recuerdo cuando me senté a escribir esa carta y le dije a mi otro yo: "Adelante, con libertad..."
Y mira, arreglaron el aulario y tuvimos por fin persianas, jajajaj!
jajaja y calefacción! jajajajaj!
^_^ ¡¡el poder de la palabra!!!
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