Historia de un actor...
Como no puedo vivir sin meter las cosas en cajas, voy a contaros la historia del actor.
Hace algunos meses, en mi familia surgió la feliz iniciativa de hacer planes, todos juntos. Huelga decir que a mí la idea me pareció maravillosa. Así que, mi hermano mayor, se ofreció a organizar el primer plan, que era ir al teatro.
Teatro y cine = felicidad, así que me pareció perfecto. ¿Qué obra? Ah, es secreto. ¿Pero dónde es? Ah, lo sabrás cuando llegues allí.
Vale.
Y llegamos allí. Y era una de los cientos de miles de obras que hay en Madrid, ni más, ni menos. Compramos las entradas y nos sentamos en primerísima fila. Bien. Veréis, cuando salió ese señor al escenario, algo interior me dijo algo (lo que es normal, ya os he dicho muchas veces que ese algo habla sin palabras, salvo situaciones verdaderamente importantes). No recuerdo qué me dijo mi mente, pero sí que yo me contesté: "¡Pues es un tío normal!" A lo que mi pensamiento contestó algo, y yo repliqué: "Pues me daría igual... si ni siquiera es guapo. No es más que un ser humano que hace lo que tú, se levanta, desayuna,... sólo que luego sube a un escenario. Es lo mismo tener al lado alguien así que cualquier otra persona"
Y empezó la función.
Él nos pidió colaborar, pues al parecer la obra se basaba en interactuar con el público. No podía seguir su relato si nosotros, su público, no le daba los ingredientes. Contó varios cuentos (y sudaba, un tipo entregado y la mar de humano, sin nada de particular) y me sorprendió que alguno fuera de religión.
Creo que empezó a captar mi atención cuando habló del Paraíso, de Lilith (por cierto, yo estaba al lado de Lili sentada) y de Eva (que es mi otro nombre). Casualidad. Nos reímos mucho, pues tenía una Lili y una Eva delante, y él hablaba del amor (del amor humano) y de cómo el pobre Adán, tuvo que aprenderlo.
Lo aprendió con frutas. El público se reía mientras Adán aprendí a amar con melones, fresas... etc. etc. Cada día una fruta nueva. Y el actor siempre empezaba: "Al día siguiente al despertar había...."
Y como nos dejaba interrumpir, e incluso intentaba que lo hiciéramos, empecé a urdir algo con mi yo interior.
-Al día siguiente al despertar, Adan vio...
Y grité:
-¡Un plátano!
Pasaron dos cosas. La primera se formó un silencio de dos segundos tras los cuales TODO EL PÚBLICO rompió en carcajadas. Claro, a ver... todo eran frutas femeninas. Miré al actor y pensé "nos mata", pero se rehízo. Casi... pude ver cómo ordenaba todos sus pensamientos en una nueva corriente o dirección, y se acercó y me contestó:
-Eso en la versión de Chueca,.... esta es la heterosexual...
Me reí mucho para mis adentros, porque estaba orgullosa de haber hecho reír al público. Me gustó... de hecho, me encantó. Habían visualizado toda una escena, gracias a una simple palabra.
Al terminar, el actor dio opción a que el público pidiera una historia OOOOOH, (decídlo así, en modo "ñoño") o una historia AAAAAH! (en plan pasional)
De nuevo, hablé conmigo misma, pues... puestos a ser yo, me apetecía una romántica, claro. Una historia OOOH!. Pero corría el riesgo de... llamar la atención.
De nuevo mi yo interior, me contestó que adelante.
-¡Una historia OOOOOH!
Sólo se me oyó a mí. El resto de la sala quería una historia AAAAH!.
Aquí el actor se acercó y la cosa cambió un poco. "Primero voy a contar una historia AAAAh, para ellos. Y luego te voy a contar una historia OOOOOH, para ti".
Bueno, los cuentos y yo... ya sabéis.
La historia Oh! era una historia de una princesa (semidiosa) India que no encontraba pareja, así que baja al planeta Tierra, se enamora de un fornido leñador, y luego es tan pesada... que ni la muerte puede llevárselo. Porque es una tía pesada de narices.
Si alguno está viendo paralelismos, por favor que se ahorre comentarlos.
Al acabar la función, ese coso interior me dijo que sí, que le diera el e-mail. Como el resto del público. Allí quedaron anotados cientos de e-mails. Y chis pum!
Volví a mi vida.
El primer correo que me llegó no lo leí.
Temí que fuera un virus.
Varias semanas después, mandó otro. El mail se titulaba "Cerezas" o "Granadas" o "Ciruelas" o yo que sé qué. Miré ese mail como una eternidad (en el ascensor) hasta que me atreví a hacer clic, con el dedo. Se abrió y era un cuento.
"aaaah! pero si es el actor!"
Ya me había olvidado.
Respondí.
Que yo soy escritora, que muy curioso lo de los cuentos, patatín patatán. Rollo escritoril. Ese mismo día, sentada junto al Muso, hubo un momento en que se levantó y se fue, pero antes de hacerlo, me dijo:
- ¿Ya te han llegado las cerezas?
¿¿?? No esperaba mi reacción. Eso lo sé. Porque no es que me quedara blanca, es que la Tierra subió dos metros de dónde estaba yo, o sea, hubo movimiento cósmico. ¡JAJAJA! Imaginad que bajáis de repente, un par de metros, que la tierra se hunde sin más. Ese vértigo, es lo que sentí yo cuando dijo lo de las cerezas.
No por el mail del actor. Sino porque no había cerezas, más cerezas, en esa época del año. Era casi invierno. ¿De dónde se sacaba el Muso lo de las cerezas?
Luego me preguntan que por qué le considero un maestro.... en fin.
Ahí quedó la cosa. Yo mandaba e-mails, él contestaba e-mails. Nadie habló jamás de darse el teléfono.
Unas cuantas semanas después, justamente el día de la cena de Supervisores, decidimos tomar un café.
Y mientras caminaba hacia la cafetería (bajo un bar Irlandés) me entró pánico. "¿Para qué quedas con él?" Veréis, ya llevo muchos años de cafés a mis espaldas. La cafetería es como mi entorno natural. Y cuando quedas con un extraño, la cosa acaba derivando en una especie de entrevista de trabajo en la que mi posicionamiento es habla de cosas neutras, haz que el otro se sienta cómodo, y lárgate deprisa.
Son momentos muy tensos para mí, lo que hace que sean reuniones de ... como mucho, dos horas. Porque son dos horas de hacerle creer al otro que el espacio es suyo (y lo es). En realidad todos estamos incómodos en esos cafés. Sólo que a menudo yo estoy un poco más incómoda que el otro.
Caminando hacia el Irlandés, pensé: "bueno, mira, estás un rato... tienes la cena de Supervisores, hablas de cuentos, y libros y a correr... venga, que tampoco es para tanto".
Este era mi planteamiento inicial.
Lo que pasó desde luego no se parecía a mi planteamiento.
Puede que fuera que resultó que estaba becado en la sociedad científica de Suecia que otorga los premios Nobel. Puede que fuera que empezara hablando de ciencia y lo dejara todo por los cuentos. Más o menos a la misma edad que yo dejé la publicidad. A partir de ahí, no podría haber dos vidas más diferentes.
Lo mío es el cine, las bibliotecas y la cafetería.
Él, viaja.
Lo mío es "dámelo todo por adelantado, y que yo pueda planificarme".
Él, me llaman y surge un trabajo...
Lo que unido a su lenguaje corporal (no estaba incómodo en absoluto, o por lo menos sabía lo que transmitía con el cuerpo) hizo que yo... cambiara mi posición. Ahí ya me di cuenta de que algo estaba resultando diferente.
La segunda cosa, es que me hizo reír.
Mucho.
La tercera es que empecé a hablarle de mis amigos. Y le pregunté por sus finanzas.
Luego, llegando a casa, pensé: "¿¿pero cómo le preguntas a un tío que acabas de conocer cómo se organiza la vida y su plan de jubilación??" jajajaj!
No me pasó por alto que ninguno habló de pedirse el teléfono al despedirnos.
Ergo no le intereso.
Me voy a saltar las 4 semanas de "hoy te mando diez mails" y "durante cuatro días no te mando ninguno".
Vamos a ser esa elípsis, solo para llegar al momento en que yo le bloqueé, borré el teléfono y me aseguré así de imposibilidad de contacto.
Ya está, lo tengo todo resuelto.
O eso creía.
Mi familia conocía al actor, mis amigos conocían al actor... esto era igual que "el efecto Muso" (obsesión) pero con un simple actor que NO ES GUAPO. Me repetí cientos de argumentos lógicos. ¿Creéis que funcionaron? ¡No! Esa cosa interior quería saber más. Sólo porque el tipo es mejor que yo con las palabras.
Al final mi hermano mayor me abrió un poco los ojos. Y se reía de mi desfasado romanticismo. Pero luego me mandaron una película muy bonita de dos actores españoles y me pareció preciosa la historia romántica.
Traté de escribir, no podía, no me concentraba. Pasé a meditar, lo mismo.
Me conozco lo suficiente para saber que esto era "una mala idea". Pero no por él, por mí. Así que tras 4 horas de dar vueltas, le mandé un e-mail.
"Así no puedo concentrarme, no hago más que pensar en ti".
Tras lo que exponía posibles finales de la historia, ninguno bueno, desde "yo me asusto y tú no lo entiendes" a "eres un asesino en serie y me entierras en el jardín". Todo eran dramas, le dije. ¡Obesión, drama y celos! ¿Quién querría eso en su vida? Yo no, él seguro que tampoco.
Motivo por el cuál tenía que no escribirle más, argumenté. No por él, por mí.
La respuesta fue un "¿quieres ir al cine?"
¡Oh, venga ya!
Hum.
Al cine no, no puedo. Mi agenda se cierra con días de antelación.
¿Un café?
"Sí, pero esta vez vienes a mi zona"
(¿Vallecas? pensé, ¿una zona lejana y tenebrosa que da mucho susto donde viven actores de vida bohemia que son malvados y poco adecuados... ?)
"Tribunal!"
Ah.
Consulté mi plano de metro.
Pues no está lejos, no.
En fin. Sólo es un café.
Temí que fuera un virus.
Varias semanas después, mandó otro. El mail se titulaba "Cerezas" o "Granadas" o "Ciruelas" o yo que sé qué. Miré ese mail como una eternidad (en el ascensor) hasta que me atreví a hacer clic, con el dedo. Se abrió y era un cuento.
"aaaah! pero si es el actor!"
Ya me había olvidado.
Respondí.
Que yo soy escritora, que muy curioso lo de los cuentos, patatín patatán. Rollo escritoril. Ese mismo día, sentada junto al Muso, hubo un momento en que se levantó y se fue, pero antes de hacerlo, me dijo:
- ¿Ya te han llegado las cerezas?
¿¿?? No esperaba mi reacción. Eso lo sé. Porque no es que me quedara blanca, es que la Tierra subió dos metros de dónde estaba yo, o sea, hubo movimiento cósmico. ¡JAJAJA! Imaginad que bajáis de repente, un par de metros, que la tierra se hunde sin más. Ese vértigo, es lo que sentí yo cuando dijo lo de las cerezas.
No por el mail del actor. Sino porque no había cerezas, más cerezas, en esa época del año. Era casi invierno. ¿De dónde se sacaba el Muso lo de las cerezas?
Luego me preguntan que por qué le considero un maestro.... en fin.
Ahí quedó la cosa. Yo mandaba e-mails, él contestaba e-mails. Nadie habló jamás de darse el teléfono.
Unas cuantas semanas después, justamente el día de la cena de Supervisores, decidimos tomar un café.
Y mientras caminaba hacia la cafetería (bajo un bar Irlandés) me entró pánico. "¿Para qué quedas con él?" Veréis, ya llevo muchos años de cafés a mis espaldas. La cafetería es como mi entorno natural. Y cuando quedas con un extraño, la cosa acaba derivando en una especie de entrevista de trabajo en la que mi posicionamiento es habla de cosas neutras, haz que el otro se sienta cómodo, y lárgate deprisa.
Son momentos muy tensos para mí, lo que hace que sean reuniones de ... como mucho, dos horas. Porque son dos horas de hacerle creer al otro que el espacio es suyo (y lo es). En realidad todos estamos incómodos en esos cafés. Sólo que a menudo yo estoy un poco más incómoda que el otro.
Caminando hacia el Irlandés, pensé: "bueno, mira, estás un rato... tienes la cena de Supervisores, hablas de cuentos, y libros y a correr... venga, que tampoco es para tanto".
Este era mi planteamiento inicial.
Lo que pasó desde luego no se parecía a mi planteamiento.
Puede que fuera que resultó que estaba becado en la sociedad científica de Suecia que otorga los premios Nobel. Puede que fuera que empezara hablando de ciencia y lo dejara todo por los cuentos. Más o menos a la misma edad que yo dejé la publicidad. A partir de ahí, no podría haber dos vidas más diferentes.
Lo mío es el cine, las bibliotecas y la cafetería.
Él, viaja.
Lo mío es "dámelo todo por adelantado, y que yo pueda planificarme".
Él, me llaman y surge un trabajo...
Lo que unido a su lenguaje corporal (no estaba incómodo en absoluto, o por lo menos sabía lo que transmitía con el cuerpo) hizo que yo... cambiara mi posición. Ahí ya me di cuenta de que algo estaba resultando diferente.
La segunda cosa, es que me hizo reír.
Mucho.
La tercera es que empecé a hablarle de mis amigos. Y le pregunté por sus finanzas.
Luego, llegando a casa, pensé: "¿¿pero cómo le preguntas a un tío que acabas de conocer cómo se organiza la vida y su plan de jubilación??" jajajaj!
No me pasó por alto que ninguno habló de pedirse el teléfono al despedirnos.
Ergo no le intereso.
Me voy a saltar las 4 semanas de "hoy te mando diez mails" y "durante cuatro días no te mando ninguno".
Vamos a ser esa elípsis, solo para llegar al momento en que yo le bloqueé, borré el teléfono y me aseguré así de imposibilidad de contacto.
Ya está, lo tengo todo resuelto.
O eso creía.
Mi familia conocía al actor, mis amigos conocían al actor... esto era igual que "el efecto Muso" (obsesión) pero con un simple actor que NO ES GUAPO. Me repetí cientos de argumentos lógicos. ¿Creéis que funcionaron? ¡No! Esa cosa interior quería saber más. Sólo porque el tipo es mejor que yo con las palabras.
Al final mi hermano mayor me abrió un poco los ojos. Y se reía de mi desfasado romanticismo. Pero luego me mandaron una película muy bonita de dos actores españoles y me pareció preciosa la historia romántica.
Traté de escribir, no podía, no me concentraba. Pasé a meditar, lo mismo.
Me conozco lo suficiente para saber que esto era "una mala idea". Pero no por él, por mí. Así que tras 4 horas de dar vueltas, le mandé un e-mail.
"Así no puedo concentrarme, no hago más que pensar en ti".
Tras lo que exponía posibles finales de la historia, ninguno bueno, desde "yo me asusto y tú no lo entiendes" a "eres un asesino en serie y me entierras en el jardín". Todo eran dramas, le dije. ¡Obesión, drama y celos! ¿Quién querría eso en su vida? Yo no, él seguro que tampoco.
Motivo por el cuál tenía que no escribirle más, argumenté. No por él, por mí.
La respuesta fue un "¿quieres ir al cine?"
¡Oh, venga ya!
Hum.
Al cine no, no puedo. Mi agenda se cierra con días de antelación.
¿Un café?
"Sí, pero esta vez vienes a mi zona"
(¿Vallecas? pensé, ¿una zona lejana y tenebrosa que da mucho susto donde viven actores de vida bohemia que son malvados y poco adecuados... ?)
"Tribunal!"
Ah.
Consulté mi plano de metro.
Pues no está lejos, no.
En fin. Sólo es un café.
Ciau!!
Posdata: ¿No dije yo que no volvería a quedar con él? Lo veis, lo estoy haciendo todo mal... Bueno, no importa porque sólo es un café. Seguro que nos damos cuenta de lo poco interesantes que somos. Es buena idea. De hecho, hasta necesario.
Posdata: ¿No dije yo que no volvería a quedar con él? Lo veis, lo estoy haciendo todo mal... Bueno, no importa porque sólo es un café. Seguro que nos damos cuenta de lo poco interesantes que somos. Es buena idea. De hecho, hasta necesario.
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