Accidente en Manoteras


El tráfico sigue siendo fascinante.

Voy conduciendo por la carretera, pero ante la disminución de velocidad del carril izquierdo y derecho, yo que voy en el central, reduzco también. Llevo música. Las nubes se deslizan por encima de los rascacielos de Plaza Castilla, a lo lejos, y al mirar hacia ellas noto como si me expandiera. Lo que me lleva a pensar lo siguiente:

"Debe de existir una razón científica para lo que sientes. Seguramente... tenga algo que ver con la presión sanguínea".

Me quedaría horas mirando las nubes. No sé porqué. Pero es así, y desde niña. 

La música, las nubes y la conducción ... parecen ir parejas. Unidas.

Voy a 70 y mi yo interior me comenta algo. Lo hace sin palabras, pero me abruma. Viene a ser: estas molestando a los demás.

Yo hago lo siguiente, chequeo la carretera y contesto, con palabras, en este pensamiento:

"Que hagan lo que quieran, el tráfico va denso y se complica. Si ellos quieren ir a 100 por un tramo regulado a 70 que lo hagan. Yo no voy a ir a 100. La carretera no está como para ir a 100".

El tráfico se para.

"¿Lo ves?" sigue mi diálogo mental. Apenas dejo un hueco de dos metros y otro coche cruza del carril anexo a una incorporación al carril derecho, de ahí al mío -de mala manera-, y de ahí marca intermitente.

"El trenzado..." me digo. Dichoso trenzado. ¿Pero quién diseña estas cosas?

Paciente, dejo irse a ese coche y la furgoneta que va justo delante -me fijo en que lleva una L-, esta parada. Como todos. Sólo que delante de ella hay un señor de pie, con un teléfono móvil en la mano.

Al ver a ese señor de pie...soy yo la que avisa a mi "coso interior sin palabras".

"Accidente" digo.

Mi otro "yo" (jajaja, es raro llamarlo así), me devuelve en ese instante eso mismo, pero en su lenguaje. De repente ese indicio científico se convierte en todos los sentimientos que he tenido yo al estar de pie en medio del tráfico, con un teléfono en la mano, y dándote igual todo, porque te acaban de chocar. El caos del trenzado desaparece, de pronto soy ese hombre de ahí, ese conductor de Uber vestido de traje, con una mano en la cabeza y el parachoques en el suelo.

Pongo el intermitente.

"Pues a ver ahora..." digo. Y esta vez en voz alta.

El que está detrás de mí inicia la misma maniobra. Yo sé -o supongo- que si él pasa, entenderá que yo también lo necesito. Efectivamente, en medio del atasco queda un hueco y por fin sorteamos el accidente.

Continuó hasta el puente pensando en el trenzado. 

Pasado el puente, marco mi maniobra al carril derecho, más lento, y me pongo allí. Desde esta posición veo un coche blanco que va a toda velocidad y una incorporación. Instintivamente, freno. Pero el coche blanco, no.

"Fíjate" le digo a mi yo sin palabras, "¿por qué seremos así los seres humanos? Yo veo esos coches y en mi mente la consecuencia irremediable aparece y tomo una acción para evitarla. Pero la gente no... No entiendo, ¿no tienen miedo? ¿No lo ven? ¿No son listos suficiente?"...

Yo no soy una tía lista, o al menos no me considero así. 

El coche blanco mete un frenazo brusco en la incorporación. Sigo sin entenderlo. Es como si fueran ciegos a los demás. Y a mí me ocurre justo lo contrario. Es como si importaran todos menos yo.

La música, la carretera y la conducción siguen siendo todo lo mismo.

Si lo pienso, no necesito ni pensarlo, sólo sentirlo. Me deslizo por una carretera, hasta otra, hasta el desvío y los coches son cosas en movimiento en un baile perfecto, donde sólo tengo que continuar y continuar....

Continúo hasta mi salida y llego a un giro cercano a una gasolinera. El coche que está en el carril de al lado invade el mío sin mirar. No contento con eso, cruza un carril más y como no cabe en el carril al que quiere ir, se queda con el culo invadiendo mi camino. Es tonto, pienso. Doy un volantazo con lo que corto el carril de un Smart. Eso me cabrea, pero tengo la opción de golpear al que considero está actuando como un imbécil maleducado (no digo que lo sea), o dar un frenazo en cuesta, que me va a costar horrores salir de ahí.

El Smart no se queja. He roto una norma.

"¿Por qué la gente no sigue las normas?" pienso. Se me pone en rojo un semáforo. Mejor, me da tiempo a pensar.

Bajando la cuesta, cerca del polígono, en el carril adecuado, me pregunto si la diferencia entre el inteligente y el listo es la capacidad para ver el problema en su conjunto. O la situación. Ejemplo: un listillo se cuela en cuanto ve un hueco sin prestar atención al camión que tiene cien metros más adelante y que le va a obligar a incomodarnos a todos -e incluso a provocar un atasco. Él se considera un conductor "muy hábil". A mí me parece idiota. No tiene en cuenta la Vía. De hecho, es cortoplazista a más no poder. Eso me asombra en los coches.

Sin embargo, si yo veo el trenzado desde la perspectiva de un ingeniero de caminos... todos esos golpes no me parecen cosas individuales, sino fruto de un problema mayor. No sé explicaros... no se trata del individual, sino de la circunstancia desde fuera. 

Mientras reflexiono sobre esto, se me pone un semáforo en verde.

Acelero. 

"Cuidado que vas a tener que frenar..."

Eso mi otro "yo" me lo ha dicho con palabras.

"¿Frenar? Pues... ya me dirás dónde, la calle está despejada. Los semáforos en verde".

Acelero más.

"Cuidado..."

"Y dale, que no hay nada. ¡Anda, que te estás equivocando otro yo...!¡Ni que fueras infadible!"

"Nell..."

Hum.

Sigo acelerando cuando de repente un peatón sale de manera inesperada a la carretera, a un paso de peatones pintado de manera temporal por una obra.
Madre mía, voy en tercera.
Clavo el freno.

La leche.

¿¿??
El peatón me mira.

Silencio reflexivo.

Arranco.
Doblo la calle, estoy cerca del garaje.

"¿Qué más sabes?" pregunto a mi yo interior.
Ya puestos... ¿una lotería?

"Obstáculo en el garaje, sale alguien".

"Vale, pues voy despacio" pienso. Al ir a girar un peatón va y se me cruza delante. Me enfado.

Marco bien que he tenido que frenar "por su culpa".
Mi yo interior me dice algo, sin palabras.

Y contesto con este pensamiento: "Ya pues, así aprende. Porque por su culpa ha parado un coche... no se puede salir a la calle por donde te de la gana... ¡es que aquí nadie cumple las normas!"

Mientras esto pasa, internautas, al volver a arrancar... resulta que un vecino que salía ocupa la rampa del garaje. Freno en seco. Sino fuera por el peaton que casualmente hizo detener el vehículo, me habría visto en un problema gordo.

Segundo silencio reflexivo. Esta vez me llamo idiota a mi misma, por enfadarme. Ese peatón me ha... cómo decirlo, me ha evitado mucho estrés. No tendría que enfadarme, tendría que darle las gracias. Soy idiota. Cuántas cosas buenas no nos llegan por otras que consideramos no buenas, y sin embargo en el fondo han sido una bendición.

"Vale, ¿qué más?" me digo, apagando el coche. "Estás en racha"

La siguiente con la que te vas a cruzar va de rojo. Ese rojo granate que te llama la atención...

"Estamos a flor de piel hoy, ¿eh?" me digo mentalmente. "Ya lo dudo, pero bueno".

Saliendo del garaje me topo con una mujer.
En un gigantesco... jajajaj! coche rojo granate.

jajajaj!
"No iba de rojo... va en un coche rojo, no es lo mismo".

¿Sabéis qué? El Muso hace esto mismo... pero en su caso, es como si pudiera activar y desactivar ese "coso adivinador" tan fácil como yo pestañeo.

Y ahora desafió a un científico a explicármelo.
jajaj! Porque yo pienso más bien en El Resplandor jajajajjaja...


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