"A medias" - Un cuento para cada día.

Sabéis que hace poco me llevé un ciclamen que se estaba secando de una tienda. Le di un poco de agua, y al día siguiente estaba así (*podéis ver el aspecto con el que llegó si bajáis la página del todo):






Y le he escrito un cuento:

Hace mucho tiempo, el ciclamen pertenecía a una señora que jamás hacía las cosas a medias. Si gritaba, gritaba con todas sus fuerzas. Si estornudaba, lo hacía tan fuerte que podía poner un paraguas del revés. Cuando reía, reía con toda su alma y cuando lloraba, sus lágrimas podrían haber desbordado un río. 
Cuando la señora resoplaba, lo hacía tan fuerte que podía derribar un castillo y cuando se quejaba, era tal su angustia que un día llamó la atención de un mago con sus lamentos. 
Era un mago errante, de esos que van de un lugar a otro vendiendo pócimas y regalando hechizos. Al encontrar a la señora protestando en el mercado de la Ciudad de los Cuentos de Nelly, se acercó y le dijo:
 - Tenga, señora, le dejo este ciclamen para que lo cuide.
 - No me gusta mucho las plantas, joven, pero como es gratis, lo aceptaré. 
En verdad el mago se lo regaló con la esperanza de que dejara de quejarse. ¡Por todo el mercado se oían ecos de sus protestas! Aquella noche la señora roncaba, y lo hacía tan fuerte que temblaban las persianas de su casa. Mientras dormía el ciclamen echó una flor gris. Al verla durante el desayuno, la señora se extrañó:
 - ¡Qué rara eres! No eres ni blanca, ni negra. ¡Estas a medias! 
El mago la visitó aquella tarde y le preguntó si le gustaba la planta. 
- Pues no lo sé… porque es un poco rara. ¡Mira qué flores echa! ¡Grises!
- Pero, ¿le gusta o no? 
- Pues no lo sé. Si has venido para que te diga que me gusta… te vas a quedar con las ganas.
- Entonces, no le gusta… 
- Tampoco he dicho eso. Me gustaría que echara flores más definidas en cuanto a su color. Pero reconozco que es una planta bonita. 
 - Entonces podría decir que “le gusta a medias”. 
- Quizá. 
Y el ciclamen echó otra flor. 
En numerosas ocasiones volvió el mago a aquella casa y en cada una de ellas preguntaba a la señora por algún tema que le gustara “a medias”. Y cada vez que la señora respondía: “No lo sé. Tiene esto de bueno y esto de malo”, el ciclamen echaba otra flor. Cuando tenía ya una docena, el mago volvió de nuevo.
- ¡No te acerques! ¡Estas mojado! –dijo la señora al verlo, porque llovía. 
- ¿Y eso es malo? –preguntó el mago. 
- Pues no lo sé, porque tienes un aspecto penoso, aunque la lluvia es buena para muchas cosas. Por ejemplo, para los árboles. 
Y es en este punto de la historia en la que el ciclamen echó su primera flor blanca. 
- Vengo a llevarme la planta, porque creo que ya no la necesita. ¿Le parece bien? 
- ¡Pues no me hace gracia! –respondió la señora-, ¡porque me gustaría quedármela para siempre! Pero supongo que si lo haces es por una buena razón. 
 - Muchas gracias –contestó el mago recuperándola. 
Desde entonces la señora ya no lo ve todo “blanco” o todo “negro”, porque aunque a simple vista lo parezca, en realidad no vemos las cosas como verdaderamente son. Incluso las flores guardan un secreto, y es que son de todos los colores, menos aquel que vemos porque lo reflejan. Y esto es lo que me contó el ciclamen que rescaté el otro día.

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