El misterio de la fotografía - (Un cuento para cada día)
(fuente: Facebook) |
El
hospital se hallaba en una ciudad extraordinaria que ya no podía describir a
nadie. La joven de la fotografía era sin duda la más hermosa que su memoria
recordaba haber visto en años. Al atardecer, la luz incidía sobre su pelo rojo
y aunque la instantánea no tenía color, para ella estaba claro que los reflejos
de aquel cabello eran cobrizos y que la imagen se había tomado en verano.
-
Hace tanto tiempo… -dijo, mientras sus manos arrugadas acariciaban la foto-,
tanto tiempo, que parece otra vida...
-
¿Quién es, yaya? –preguntó un niño
sentado a su izquierda.
Ella
no contestó. Su mente viajaba en ese instante a través de los jardines de
hierba seca del hospital. Los cuartos blancos, los uniformes impecables. Las
otras chicas.
Se
preguntó qué estaría mirando la joven de la foto. Quizá aguardaba la llegada de
un caballero sosegado, quizá la visita de un familiar.
En
ese instante entró un hombre en la habitación y el ruido de sus pasos
interrumpió sus pensamientos.
-
José, no molestes a tu abuela.
-
No la estoy molestando, papi –respondió el niño.
El
hombre se quedó de pie, observando, y miró a José y de nuevo a la mujer sentada
en la mecedora. No sabía qué pensar. Finalmente se acercó y al ver la foto, una
sonrisa iluminó su rostro.
-
¡Pero si es la yaya! –dijo, afable. Y agachándose hasta que sus ojos se
encontraron con los de ella, añadió-, mira, Estrella, eres tú. ¿Te acuerdas?
Un
pensamiento disparatado surgió en la mente de la anciana. “¿De qué me habla
este desconocido?” pensó. Después, unos recuerdos vagos la obligaron a
descartar aquella pregunta, pues de pronto comprendió que la joven de la foto
era ella.
Y
recordó su trabajo en el hospital, y recordó los veranos de aquella ciudad y
hasta recordó lo que estaba mirando. Entonces se echó a reír. Débilmente, pues
era una anciana de noventa y un años.
-
¿De qué te ríes yaya? –preguntó el hombre.
-
¡Del pasado! –fue la respuesta- ¡me río
del pasado!
El
hombre nunca llegó a saber por labios
de su madre lo que estaba mirando en aquella fotografía. La anciana se quedó allí sentada en la
mecedora, escuchando el mundo, como hacía siempre. Con los años, tras su
muerte, aquel enigma llegó a convertirse en una obsesión, así que al final, él
mismo buscó el Hospital y fue a indagar en persona.
-
Creo que esta enfermera trabajó en la época del doctor Estevez –le dijo la
directora del centro médico-, y por entonces su hijo también colaboraba los
veranos como ayudante. Se llama Luis y ahora es doctor. Quizá pueda decirle
algo más sobre su madre.
-
¡Claro que recuerdo a su madre! –exclamó el médico poco después.
Llevaba
una bata blanca y unas gafas redondas de montura al aire, bajo unas cejas
rubias, tan claras como su pelo. Era un hombre de mirada franca y frente
despejada, muy simpático y de modales correctos.
-
¿Sabe qué podía estar mirando en la foto?
El
médico torció el gesto y reflexionó unos instantes.
-
Es difícil de decir –contestó-, hace tantos años... Creo que esta se tomó en
1923, un verano especialmente caluroso. En la parte de atrás,… ¿Ve estos árboles?...
Podrían ser los del bosque que había tras el edificio. Ahora han construido
casas, ¡toda una urbanización de lujo! Con piscinas y todo. Pero aún queda un
poco de jardín. Recuerdo que ese año teníamos entre los pacientes a un fotógrafo,
creo que fue él quién le hizo la foto a Estrella...
El
hombre le dio las gracias al médico y salió del Hospital por aquella parte,
esperando descubrir el misterio de la fotografía. Su padre era fotógrafo así
que es probable que se conocieran allí. Estrella nunca le había dado todos los
detalles.
¡Y
llegados a este punto de la historia, el Destino le ayudó un poco! Pues tras
andar unos pasos quiso el azar que se situara justamente en el lugar exacto en
el que se había tomado la foto. Se imaginó el bosque a sus espaldas, con sus
olores y ruidos. Entonces levantó la vista al cielo y de pronto lo tuvo claro,
¡su madre miraba hacia su futuro! Preguntándose qué le depararía, qué estaba
por llegar. Perdida en sus pensamientos, entre esperanzas y miedos. Y en aquel
momento la mirada de ella hacia el futuro y la de él, hacia el pasado, se
encontraron. Y aunque hacia años que estrella había muerto, su hijo la sintió
presente.
Y
entonces, comprendiéndola, también se echó a reír. Y se alejó despacio, como
hacía su madre, escuchando el mundo.
FIN.
12:17
|
Etiquetas:
UN CUENTO PARA CADA DIA
|
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario