Llegan a la ciudad esos dìas en los que el calor sofocante del verano mengua para dejar paso a agradables jornadas en las que la temperatura oscila entre los 19 y 31 grados centìgrados.

Dìas en los que se puede pasear, en los que corre la brisa y en los que abunda la luz hasta bien pasadas las 9 de la noche (y si vives al noroeste de la penìnsula, incluso màs)

Foto by Nelly

Escribo esta entrada mientras una paloma curiosa se acerca con ése vaivèn caracterìstico de su especie, en busca de comida.

No tengo nada que darle, espero a una amiga para tomar café ensayando en el blog esta técnica de "realismo sucio", que tanto me gusta leer y parece comùn en los grandes autores de éxito norteamericanos, que ganan esos premios Pulitzer que tanto me gusta leer ( con excepciòn de La Conjura de los necios...)
Podrìa hablar de la luz de las calles...
Podrìa escribir sobre la simpática confusiòn que me ha conducido a esperarla en este lugar...mientras ella conduce su coche, pues confundiò por casualidad un nombre.
Podrìa contaros el devenir inesperado de las horas vespertinas, pues retomo este texto pasado un buen rato, tras hablar con ella de las visicitudes cotidianas, de la fé, del budismo, de hacer juntas el camino de santiago, de lo hermosas que son las personas con capacidad de encontrar los puntos comunes, de literatura, de origami, del trabajo y de chicos.
Y, claro, muy importante, del ùltimo libro que me han recomendado (y ella encontrò en una librerìa que no esperaba visitar hoy) y por cuya lectura os dejo ahora:

Y es que los domingos son dìas estupendos para descansar y tomar fuerzas para la nueva semana.