La Oficina de Ruegos & Requerimientos -Cuentos del niño mensajero
Ocurrió aquella vez que Nell, alcaldesa de la ciudad virtual de los cuentos, llegó a casa ligeramente disgustada por cosas que habían ocurrido a lo largo del día. En verdad era feliz, pero le habían dado una contestación cruel (por parte de alguien a quien ella admiraba) y había sido testigo de varias escenas relacionadas con el estrés que habían afectado mucho a gente de su alrededor. Como consecuencia de tales circunstancias nuestra alcaldesa llegó a casa y dijo: "Pues me aíslo de todo el mundo". Y con su fantástica imaginación dibujó un refugio virtual repleto de libros, música, cosas hermosas, y comodidad.
Y la respuesta de su mente fue una terrible pesadilla (en la que el refugio era parte importante de la trama). Despertándose así aquella mañana, entre confusa y perpleja, decidió Nell acudir a la oficina de Ruegos & Requerimientos de la ciudad, donde por cierto, trabajaba el niño mensajero. El que repartía las cartas, los paquetes, mensajes y traía cosas a todos los habitantes de la ciudad de los cuentos.
- ¡Buenos días! -dijo entrando en la oficina.
- ¡Ah, hola Nelly!
El niño mensajero estaba colocando los envíos del día en su bolsa bandolera. Los sacaba de un armario archivador, que no tenía puertas ni paredes, solo unas celdas idénticas que ocupaban media pared.
Se dio la vuelta al notar la mirada de ella fija en su espalda.
- Necesito tu ayuda. ¡Mira lo que me ha pasado! -dijo Nell, separando las manos ante él en el mostrador, como si en aquel espacio intermedio que dejaba el niño mensajero pudiera ver las visicitudes del día.
- Sé lo que te pasó -contestó-, y ahora vienes a pedirme algo, ¿verdad?
- Pues sí, ¡por que no sé qué hacer!
Y era cierto que estaba indecisa.
- Te voy a contar un secreto -contestó el niño mensajero sentándose encima del mostrador-: no puedes cambiar a la gente. A la gente hay que respetarla, con su forma de ser. Sigues obsesionándote por cómo controlar el comportamiento de los demás, cuando no es cosa tuya, sino de ellos.
- Ya pero -replicó Nelly-me gustaría ayudar.
- Si quieres ayudar a las personas lo que tienes que hacer antes es conocerlas.
Entonces el rostro de Nelly se iluminó.
- ¡¡Ah, quiero pedirte un Manual!!
El niño mensajero se echó a reír. Tanto, que casi se cae al suelo.
- Eso no puedes pedirlo.
-¡¡Que sí, qué sí!! ¡Quiero un manual!, ¡y ya sabes de qué personas lo quiero! Quiero un manual que me explique por qué la contestación de ayer de alguien a quien admiro me pareció tan cruel, y también quiero un manual para ayudar y contribuir al éxito de quienes me siento en parte responsable.
Serenándose, el niño mensajero se rascó la frente y miró a Nelly, pensativo.
- ¿Quieres aprender a conocer mejor a las personas?
- ¡Claro!
- De acuerdo, queda anotada tu petición.
Y así la alcaldesa abandonó la oficina de Ruegos & Requerimientos que -dicho sea de paso-, pensó que todo ser humano debía tener para poder solicitar cosas. Pensó incluso que si algún ser humano no disponía de esta oficina en su propia ciudad virtual, que podía dejarle la suya, siempre y cuando no saturasen de trabajo al niño mensajero. Aunque, dicho sea de paso, Nell no sabía exactamente cuál era su jornada laboral. Lo único que sabía es que siempre que se le necesitaba estaba presente.
FIN.
Fuente imagen:
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CUENTOS DEL NIÑO MENSAJERO
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